Por Ing. Maria Carolina Rivoir Vivacqua.
Consultora en Ingenieria Ambiental.

mcrivoir@gmail.com

La industrialización es un elemento esencial del crecimiento económico en los países en desarrollo, ese proceso puede tener también consecuencias negativas sobre la salud ambiental como resultado de la liberación de contaminantes en el aire y el agua y de la eliminación de residuos peligrosos.

La contaminación industrial es un problema más complejo en los países en desarrollo que en las economías desarrolladas. Los obstáculos estructurales que dificultan la prevención y limpieza de la contaminación son mayores. Esos obstáculos son en gran parte económicos, pues los países en desarrollo no poseen los recursos necesarios para controlar la contaminación en la misma medida en que lo hacen los países desarrollados. Por otra parte, los efectos de la contaminación pueden ser muy costosos para una sociedad en desarrollo en términos de salud, residuos, degradación del medio ambiente, reducción de la calidad de vida y coste de limpieza en el futuro. Un ejemplo es la preocupación por el futuro de los niños expuestos al plomo, en algunas ciudades de países donde aún se utiliza la gasolina con plomo, o que viven en las proximidades de fundiciones.



Se ha comprobado que algunos niños tienen niveles de plomo en sangre suficiente para afectar a su inteligencia y sus facultades cognitivas.

En los países en desarrollo, la industria suele funcionar con poco capital en comparación con los países desarrollados, y los fondos de inversión de que dispone se dedican en primer lugar a la adquisición del equipo y los recursos necesarios para la producción. Además, tradicionalmente, los economistas consideran «improductivo» el capital destinado a la lucha contra la contaminación, pues no genera un incremento de la producción ni de los rendimientos financieros. Pero la realidad es más compleja. Es posible que invertir en la lucha contra la contaminación no produzca un rendimiento directo evidente para la empresa o el sector, pero ello no significa que sea una inversión no rentable. En muchos casos se logra disminuir costos, como por ejemplo, industrias que implementan técnicas de reuso de agua logran minimizar costos con la cuenta de agua utilizada en el proceso productivo además de disminuir los costos con los tratamientos de efluentes. Además en el mercado internacional los productos orgánicos poseen valores altamente rentables para los productores.

La contaminación causa daños al medio ambiente y a la sociedad en general, pero se trata de «deseconomías externas» que aparentemente no afectan sustancialmente a la empresa misma, o al menos no la afectan desde el punto de vista económico tradicional, pero como vimos en los artículos anteriores hay costos altísimos referentes a la baja productividad de funcionarios enfermos y con falta de capacitación.

Algo que sucede con frecuencia en los países en desarrollo, que prestan menos atención a la protección ambiental, es que las normas ambientales suelen ser inadecuadas o no se aplican eficazmente y aún no están plenamente desarrolladas las técnicas de lucha contra la contaminación. Con el rápido desarrollo económico, muchos países en desarrollo, como China, Tailandia, Brasil, Argentina y otros, se enfrentan a nuevos problemas ambientales.

Uno de ellos es la contaminación del medio ambiente procedente de industrias obsoletas o tecnologías peligrosas transferidas por los países desarrollados, industrias y tecnologías que ya no son aceptables en esos países por razones de salud en el trabajo y salud ambiental, pero que pueden seguir utilizándose en los países en desarrollo porque su legislación ambiental es menos estricta. Otro problema es la rápida proliferación de empresas no estructuradas a pequeña escala en aldeas o zonas rurales, que muchas veces producen una importante contaminación del aire y el agua por carecer de los conocimientos necesarios o de medios financieros suficientes.

En la práctica, raras veces se dispone de capital para invertir en equipos de control de la contaminación, a menos que la normativa oficial presione en ese sentido. Sin embargo, es muy infrecuente que los gobiernos se sientan motivados a regular la industria si no tienen razones apremiantes para ello y se ven presionados por sus ciudadanos. En la mayoría de los países desarrollados, la población tiene una razonable seguridad en materia de salud y de vida, y esperan mejorar su calidad de vida, algo que asocian con un entorno más limpio. Como hay más seguridad económica, esos ciudadanos están más dispuestos a aceptar un aparente sacrificio económico para conseguir un medio ambiente más limpio. En cambio, y para ser competitivos en los mercados mundiales, muchos países en desarrollo se muestran reacios a imponer normas a sus industrias. Al contrario, esperan que el crecimiento industrial de hoy conduzca a una sociedad del mañana suficientemente rica para corregir la contaminación.

Por desgracia, el coste de la limpieza se incrementa al mismo ritmo o a un ritmo superior que los costes asociados al desarrollo industrial. En una fase temprana del desarrollo industrial, a un país en desarrollo le costaría en teoría muy poco prevenir la contaminación, pero esos países casi nunca poseen los recursos de capital necesarios para hacerlo. Posteriormente, cuando el país sí posee los recursos necesarios, los costes suelen ser increíblemente altos y el daño ya se ha producido.

Esa ineficacia se debe también en parte a la necesidad de recurrir a tecnologías anticuadas que pueden obtenerse con facilidad, que no requieren una licencia muy cara o que no tienen un coste de utilización alto. Esas tecnologías suelen ser más contaminantes que las tecnologías de punta de que dispone la industria de los países desarrollados.

Otro problema al que se enfrentan los países en desarrollo es la falta de conocimientos especializados sobre los efectos de la contaminación, los métodos de vigilancia y la tecnología de control de la misma, así como la escasa sensibilización al respecto. En los países en desarrollo hay relativamente pocos expertos de campo, en parte porque, aunque las necesidades son en realidad mayores, hay menos puestos de trabajo y un mercado más restringido para sus servicios. Como el mercado para los equipos y servicios de control de la contaminación puede ser reducido, es posible que haya que importar conocimientos especializados y tecnología, con el consiguiente incremento de costes. Es posible también que los directivos y supervisores de la industria no sean conscientes del problema o lo sean en muy pequeña medida. Aun cuando un ingeniero, un directivo o un supervisor de la industria sean conscientes de que una operación es contaminante, le puede resultar difícil convencer a otras personas de la empresa, a sus jefes o a los propietarios de que existe un problema que ha de resolverse.

El problema básico que se plantea acá es que el acceso a la información y educación ambiental a los ciudadanos también son necesarias para lograr el difícil equilibrio entre la realidad económica con la necesidad de proteger a sus ciudadanos, la integridad ambiental y su futuro.

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