Un proyecto financiado por el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) – Uruguay y con participación de UDELAR, INIA y MGAP permitió prospectar materiales genéticos y propagar poblaciones seleccionadas con potencial comercial. Las plantas resultantes serán utilizadas por productores familiares de Juanicó para obtener volúmenes comerciales significativos y así, ingresos complementarios.

En el marco del proyecto «Estudio de las frutas nativas como alternativa para productores familiares» que es apoyado por el Programa de Pequeñas Donaciones (SGP) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) – Uruguay, se realizó una recorrida por el vivero de árboles de frutos nativos del establecimiento del productor agropecuario Ricardo Masculiatte, en la localidad de Juanicó, en Canelones.

La actividad incluyó una breve exposición sobre el Guayabo, de parte del investigador del centro HortReserch de Nueva Zelanda, Grant Thorp, y la posterior presentación del proyecto en el Centro Regional del Sur (CRS) de la Facultad de Agronomía (UDELAR), a cargo del docente responsable de Extensión Rural de esa dependencia, Félix Fuster. En la misma participaron una veintena de productores locales, reunidos en la Asociación de Fomento y Defensa Agraria de Juanicó (AFYDAJ), además de técnicos de la UDELAR, del Instituto Nacional de Investigadores Agropecuarias (INIA) y representantes de las Naciones Unidas en nuestro país.

El proyecto señala que mediante los trabajos en el área, realizados por Facultad de Agronomía, INIA y Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), se lograron seleccionar poblaciones de especies nativas que presentan características muy favorables para su cultivo y de las cuales se logran obtener frutas de interés comercial. Una colección de estas plantas madre provienen de Arroyo Laureles (Tacuarembó), Salto Grande (Salto), Cerro Chato (Treinta y Tres) e Isla de los Naranjos (Soriano) y se encuentra instalada en el predio del referido productor. Fueron obtenidas mediante prospecciones realizadas en montes nativos, en viejos establecimientos y fincas que aún mantenían ejemplares vivos.

En el texto se observa que, debido a la inmensa actividad agrícola que se viene desarrollando desde hace décadas al sur de nuestro país, se ha erosionado gran parte del germoplasma (cualquier parte de la planta que puede ser usada para hacer crecer una nueva) de estas especies, lo que restringió a las sobrevivientes a encontrarse en fincas y establecimientos agropecuarios como ornamentales, y en algunos casos, en montes nativos.

Este proyecto propone la realización de prospecciones de materiales genéticos con la finalidad de su conservación y estudio, mediante la propagación del material en un vivero, de las poblaciones ya seleccionadas con potencial comercial, por medio de su reproducción por semilla, estacas e injertos a fin de lograr una buena masa crítica de plantas. La iniciativa también procura extender la plantación en los demás establecimientos de los productores de Juanicó, de manera de lograr un volumen comercial significativo que permita su desarrollo en el mercado y que apunte, en el largo plazo, al afianzamiento de la identidad nacional productiva en los mercados internacionales.

En el proyecto se recomienda tender hacia una producción que haga mínimo el uso de fertilizantes y agroquímicos, y que a la vez, que la experiencia sea sostenible en el tiempo. Se eligió, en principio, el Guayabo del País, por tratarse de una producción de carácter familiar, por su alta adaptación al medio, porque permite la minimización del uso de agroquímicos, por la creciente demanda en el mercado internacional y porque garantiza la conservación de nuestros recursos genéticos vegetales.

Potencial comercial

El Guayabo del País (Acca selowiana) es un árbol nativo, originario de la región noreste del Uruguay y sur del Brasil. Es de fácil cultivo y da fruto a los pocos años. El período de floración de esta especie se extiende desde octubre a mediados de noviembre, y dependiendo de los materiales y de la zona del país donde se ubique el cultivo. La fecha de cosecha va desde fines de febrero en el norte hasta mediados de mayo para plantas cultivadas en el sur del territorio. Este fruto es relativamente grande, pulposo y de sabor agradable. Tiene un valor nutricional muy importante por su alto contenido en vitamina C y en yodo (ver en archivo de noticias: «INIA investiga la producción orgánica de frutos nativos» del 20 de febrero de 2009).

De la misma forma, la Pitanga (Eugenia uniflora), y los Arazá amarillos y rojos (Psidium littorale y Psidium catleianum) son especies que pertenecen al patrimonio autóctono nacional y son recursos naturales de alto valor y potencial productivo y nutritivo.

Su área geográfica natural y centro de distribución de este germoplasma comprende todo el territorio del Uruguay, la zona sur de Río Grande del Sur, en Brasil y el oriente de las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos, en Argentina.

El cultivo de estas frutas solo tuvo un desarrollo doméstico en nuestro país aunque se realizaron algunas plantaciones comerciales que no tuvieron buenos resultados debido a la alta variación en las características de los árboles plantados y las frutas cosechadas, además de la falta de conocimientos en su manejo.

En contrario a lo ocurrido en Uruguay, otros países como Chile, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Colombia, han llevado materiales genéticos de estas especies autóctonas, los mejoraron, y hoy comercializan estas frutas con gran éxito en Europa, logrando excelentes precios. El país de Oceanía aventaja ostensiblemente a Uruguay en materia de investigación debido a que, en palabras del Thorp, allí se comenzó el mejoramiento genético de nuestra Guayaba a partir del año 1908.

Pool genético propio

La docente de la Estación Experimental de Salto de la Facultad de Agronomía (UDELAR), Beatriz Vignale, precisó que «este no es un programa nuevo para quienes trabajamos en frutales». La UDELAR, el INIA y el MGAP comenzaron a trabajar en forma conjunta, en el año 2000, en la selección de frutas nativas que tuvieran potencial comercial. Vignale recordó que desde hace varios años se iniciaron los trabajos de investigación con frutos nativos como: Arazá, Pitanga, Ubajay y Guaviyú, a los que luego se incorporaron Guayabo del país, Quebracho flojo, Aguaí y Cereza del monte.

 

Según el proyecto, esos primeros pasos estaban orientados a la recuperación de germoplasma de estas especies en zonas naturales, la caracterización botánica y genética de las mismas, y los primeros materiales seleccionados y algunos esbozos sobre su manejo como montes productivos.

Vignale relató que se recorre el país, pero de una forma ordenada y dirigida, llegando, con información previa, a los lugares donde están los frutos. El acceso se ve muchas veces dificultado porque la mayoría de los montes donde éstos se encuentran son muy cerrados o cuando se llega a los frutos ya se los comieron las aves o fueron afectados por la sequía o una inundación. La tarea incluye a pobladores locales y se tienen en cuenta relatos familiares relacionados a las especies recolectadas. En las recorridas, quienes integran el grupo ponderan el tamaño y sabor de las muestras, por sobre otras características organolépticas. «Los materiales que seleccionamos en el campo tienen que ser ricos, porque no todos lo son, y tener un determinado tamaño para todos los que participamos de la tarea sino no lo colectamos», explica Vignale.

El coordinador de Frutos Nativos, del Programa Nacional de Investigación en Producción Frutícola del INIA, Danilo Cabrera, dijo que se debe trabajar en la propagación del Guayabo del país porque este fruto constituye una alternativa en la producción familiar. Recordó que nuestro país por ser, junto a Brasil, centro de origen del Guayabo, nos permite contar con el pool genético y la posibilidad de desarrollarlo a corto plazo.

Vignale coincidió con Cabrera en la necesidad de propagar estas plantas. En ese sentido, la investigadora reconoció que las personas que se interesan en adquirir frutos nativos no los encuentran habitualmente en los viveros ante lo que reclama que se «animen a producir plantas nativas» para que sus clientes puedan comprarlas.

La docente universitaria instó a que los uruguayos volvamos a comer frutos nativos como lo hacían nuestros bisabuelos y tatarabuelos. «Tenemos que dar a probar cosas ricas porque la gente que no conoce la fruta y que tiene un poquito de miedo de probar cosas diferentes, si es fea, nunca más consume».Y aclaró que «nosotros seleccionamos fruta que sea de pulpa blanda, con un alto contenido en azúcar, que no tenga semillas duras o ‘gusto a remedio´, como nos han dicho en algunos casos».

Vignale promueve que entre los meses de marzo y mayo, cuando los niños de las escuelas rurales no tienen otra fruta más que la Manzana para comer, también puedan consumir frutos nativos. Estos «se enferman muy poco, exigen poco cuidado y se pueden cultivar en los mismos establecimientos». La entrevistada confió que «nuestros niños podrían comer frutas con un alto contenido de vitamina C, en antioxidantes, además del yodo que aporta el Guayabo».

Experiencia neocelandesa

Thorp realizó una comparación entre la situación que encontró en nuestro país hace 20 años, durante su primer viaje a estas tierras y su presencia en 2009. En aquél entonces, el técnico visitante, quien llegó interesado en incrementar sus conocimientos sobre el Guayabo, se encontró con que a pesar que era originaria de esta zona del continente, «casi nadie sabía algo» sobre esa fruta nativa. Pero, dos décadas después, advirtió que la situación ha cambiado favorablemente. «Encontré mayor información y estudiantes investigando en la Universidad y en el INIA. Hay materiales disponibles en diferentes lugares, está el germoplasma. Existe más entusiasmo y más conocimiento que entonces», relató.

Thorp sostuvo que su experiencia en Nueva Zelanda como así en muchos países del mundo, le indica que «resulta muy difícil introducir un nuevo fruto en el mercado. En los mercados locales, si la gente no entiende de qué se trata, no está dispuesta a pagar por algo nuevo».

En referencia a su país, afirmó que «hay muy pocos ejemplos de introducción de nuevas frutas en los últimos tiempos. El caso del Kiwi, proveniente de China, puede considerarse uno de ellos. Éste ha sido uno de los últimos que se logró introducir y con la ventaja de que puede conservarse doce semanas en almacenamiento. En el caso del Guayabo, sólo se conserva cuatro semanas por lo que se hace difícil que el mercado lo acepte en esas condiciones».

Thorp regresó a Nueva Zelanda no sin antes dejar su opinión sobre la hoja de ruta a seguir para imponer ese fruto nativo en nuestro propio mercado. «Considero que la forma más adecuada sería comenzar con el producto procesado, que puede estar hasta doce meses en las góndolas de los supermercados y mientras tanto introducir al consumidor al sabor del fruto de modo que en los meses de cosecha este conozca qué es lo que va a comer». En una segunda etapa, cuando el consumidor ya conoce a la Guayaba procesada, el técnico sugirió introducir al mercado el fruto fresco. Una vez que el producto se incorpore y logre presencia en el mercado interno estarían dadas las condiciones, a su entender, para establecer una plataforma de lanzamiento para la exportación. Para ello, manifestó que los distintos actores deben «ponerse la camiseta» y todos los uruguayos sentirnos «orgullosos» de nuestra Guayaba del país. «En el mundo hay muchos nichos de mercado a donde se puede llegar», aseguró. Por lo que se pudo constatar, ese planteo fue visto en forma satisfactoria por los técnicos locales y generó el interés de los productores.

Fuente Contenido e Imagen: Presidencia de la República. http://www.presidencia.gub.uy