Una comparación de cifras que marcan el bienestar social de nuestra sociedad entre 2004 y 2011 nos permite festejar las mejoras y analizar donde se concentran las debilidades.

La importante reducción de los índices de pobreza e indigencia y una significativa disminución de la desigualdad social son los resultados directos de la combinación de políticas tanto sociales como de empleo:

• Este buen resultado se debe a un buen desempeño del nivel de actividad económica que nos ha permitido crear más de 268.000 puestos de trabajo

• La mejora de la calidad del trabajo se mide por su mejora salarial, donde incide el aumento del Salario mínimo que pasó de $ 1.442 en 2004 a $ 7.200 en enero 2012 y a los consejos de salarios que incrementaron los salarios de los sectores más sumergidos. El salario real acumulado aumentó entre 2004 a 2011 un 31%. Y la calidad de trabajo se dignifica por la formalización que significa mejores derechos. En este periodo se suman más de 370.000 trabajadores cotizando en el BPS, es decir que hoy hay en total 1: 409.330 cotizantes.

• Entre 2004 y 2011 el Gasto Público Social aumentó significativamente. El Gasto Público Social es una valiosa herramienta para mejorar la distribución de los ingresos, y en el caso de Uruguay, ha mostrado un impacto distributivo gracias a la progresividad del mismo, vinculado a la focalización de las políticas públicas hacia los sectores vulnerables.

• Las transferencias y beneficios sociales han sido un elemento muy importante de mejoramiento de la calidad de vida de los hogares más sumergidos. Iniciado con el Plan de Emergencia Social y continuado con el Plan de Equidad, han sido algunos de los elementos en los que se ha manifestado la política de transferencia no contributiva, que se han focalizado en los hogares con mayor vulnerabilidad.

Enfatizar algunos resultados después de 7 años de gobierno progresista

Esta combinación de políticas activas de empleo y políticas sociales de nueva calidad, nos ofrece datos significativos que permiten ver los buenos resultados de esta política:

• La desigualdad se ha reducido: mientras en 2004 el décimo decil (el más rico) ganaba 18.9 veces más que el primer decil (el más pobre) en 2011 esa relación descendió a 13.5 veces.

• Al interior de los avances generales señalados se esconden desigualdades salariales que perjudican a las mujeres y en los índices de desocupación e informalidad la sobrerrepresentación de los jóvenes aunque en descenso, sigue siendo temas de nuestra agenda.

• Ingresos de los hogares: es importante resaltar que la principal fuente de recursos de los hogares proviene del mercado laboral. En los hogares del quintil más pobre—datos del 2011– los ingresos laborales representan en promedio el 65% de los ingresos totales.

Hay una opinión extendida sobre los beneficiarios de políticas sociales argumentándose que la entrega de ingresos no derivados del trabajo surte un efecto negativo para insertarse económicamente en el mercado. Este argumento es erróneo por diversas razones. El monto de las transferencias de los distintos programas sociales –son relativamente acotadas- han contribuido a salir de la indigencia a miles de hogares pero en muchos casos no garantizan la salida de la pobreza de los hogares de los beneficiarios. En segundo lugar, la evidencia de los últimos años indica que la expansión de las modalidades no contributivas en la región ha estado acompañada de un incremento de las tasas de actividad de los sectores beneficiarios y en Uruguay esto se verifica totalmente.

Con una tasa de desempleo de 6%, históricamente la más baja y el dato que las familias más humildes integran sus ingresos monetarios mayoritariamente del trabajo tira a bajo ese preconcepto tan descalificador. Pues queda claro que las familias pobres también están en el mercado de trabajo.

Para concluir haré referencia a una reflexión de la publicación de Cepal, la hora de la igualdad (2010) “en la década actual la inflexión en la política pública muestra un mayor compromiso público en cuanto a la protección frente a eventos de pérdida de ingresos familiares, pobreza de ingresos y exclusión. Esta inflexión responde, además, a una concepción de igualdad de derechos, no solo de oportunidades. Pues es en virtud de los derechos, dada su condición de universalidad, que se transita de una racionalidad de la focalización a una vocación más universalista y de modelos centrados en capitalización individual a sistemas que incluyen más claramente mecanismos de solidaridad para quienes no pueden financiarse su bienestar”.

Diputada Bertha SANSEVERINO

Frente Amplio-FLS-AU-2121.