DIEGO 1A partir de esta jornada le damos la bienvenida a Sociedad Uruguaya a Diego Pereira, quien compartirá su talento escribiendo artículos de filosofía, religión, temas sociales de actualidad, miradas religiosas sobre la realidad. Espero que sea del agrado de nuestros lectores.

Por los caminos de la vida uno anda sin camino cierto, pero con un norte seguro. De todas maneras el camino es escarpado, tiene subidas y bajadas, curvas peligrosas y momentos de mucha niebla que no dejan avanzar. Planificamos un itinerario para alcanzar un objetivo y de pronto no lo logramos pero, sin imaginarlo, aparecen nuevas oportunidades. Frente a tantas puertas que se han cerrado a lo largo del camino hay muchas otras que se abren y nos dan la posibilidad de ponernos de nuevo en camino. La vida misma es eso: un camino que se hace al andar. Como dice la canción:
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, somos caminantes buscadores de felicidad, de plenitud, de comunión con nuestros semejantes. Por eso si hay algo que nos caracterice es la de que somos caminantes buscadores de preguntas y respuestas acerca de lo mejor para el ser humano.
Las preguntas nacen del pensar filosófico que ayudan a todo ser humano a no dejarse domesticar, acostumbrar, acomodarse. Siempre la razón nos desafía preguntándonos ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cómo? Algunas respuestas alcanzaremos pero otras no, son parte del misterio de la vida. Sí, la vida es un misterio y no un problema, como bien dijo el filósofo francés Gabriel Marcel.
El ser humano es un misterio que no podemos resolver en una ecuación matemática ni con una receta de cocina. Sólo podemos conocerlo, experimentarlo, compartirlo, dialogar con él, intercambiar, pero no podemos descifrarlo por completo. Y esto es apasionante…el ser humano es misterio porque no se ha creado a sí mismo, sino que su existencia se le es dada por Otro superior, un Alguien interior-exterior que le regala la chispa de la Vida. Y si le dio la vida es para que el ser humano pueda vivirla, buscarla, conocerla, investigarla, disfrutarla, no para dominarla (como lo quiere hacer desde hace años) sino para disfrutarla, complementarla, planificarla.
Pero como misterio la vida misma es muchas veces incomprensible, irracional, a-lógica, impredecible. El ser humano experimenta los límites de la comprensión humana de la vida y del universo y es allí cuando debe darle espacio a la fe. La fe es para nosotros ese lazo que une lo totalmente humano -frágil, limitado, incoherente, indeciso- con lo totalmente divino -fuerte, sin límites, coherente, decidido-. Y planteo estos extremos pues en la dinámica de la vida experimentamos lo contrario: todo ser humano quiere ser invencible, quiere saberlo y poderlo todo, y desde la fe cristiana hemos descubierto un Dios que se ha hecho vulnerable, que ha sido tratado
como ignorante y sin poder alguno. Este Dios se ha hecho carne humana para ser tratado como hombre, por eso es “el hombre perfecto”, como reza una canción de Jesús Adrián Romero. Pero perfecto en términos de amor: un Dios Todopoderoso que se hace un ser humano para ser tratado como tal, que se deja maltratar para demostrar que el amor de Dios es ilimitado y que puede amar a pesar de las heridas que aún están abiertas. ¿Quién es este Dios?.
Este Dios es el Dios que conocemos a través de Jesús de Nazaret. Fue en el hombre del pueblo de Galilea, del país de Palestina pobre como todos sus vecinos, trabajador como los de su tiempo, que Dios se hizo visible, palpable, cognoscible, alcanzable. Fue él que nos mostró que amar es la razón más grande para vivir, pero no un amor teórico, sino un amor práxico: dar la vida por los más débiles, por los que sufren, por los que lloran, por los pobres. Él con su ejemplo nos ayudó a comprender que la vida tiene sentido si la vivimos en función de los demás, no en el ciego egoísmo que nos tienta el mundo de hoy. El nos mostró que Dios es capaz de renunciar a toda su grandeza para mostrarse en la pequeñez, en la sencillez, en lo cotidiano del día a día. Dar la vida en lo sencillo es construir un mundo diferente. No sólo las grandes obras salvan al mundo, también las pequeñas cosas de cada día dan sentido a la vida misma. Por eso el Gran Dios del Pueblo de Israel y del mundo entero vino montado en un burro, vestido de túnica, calzado de sandalias sucias, comiendo con los pobres, predicando la llegada inminente del Reino, denunciando el abuso de los poderosos y defendiendo los derechos de los más débiles. Este es el Dios que supera toda razón y esquema humano. Y este es el Dios en el que creemos y que nos hace andar por estos caminos, entre la razón y la fe, entre la filosofía y la teología, entre la reflexión y la espiritualidad. Es por estos caminos que andarán los artículos que publicaremos a partir de ahora. No es un saber sabio según la academia, sino un saber que viene del “sabor” de la vida, del misterio que nos hace respirar y nos impulsa a buscar caminos de comunión entre los seres humanos. Si esto es parte de la misión que tenemos quizá a alguno pueda servirle para cuestionarse, sino simplemente será letra muerta. Por aquí nuestro intento de escribir para ustedes.
Diego Pereira. pereira.arje@gmail.com