jorge batlleJorge Batlle. UNA OPINIÓN NECESARIA.

Hemos decidido incorporar a nuestro facebook un formidable artículo escrito por el Sr. Washington Abdala cuyo texto refleja una realidad de la sociedad uruguaya, al referirse con acierto y coraje a la conducta que se ha tenido para con el Sr. Da Silveira, así como la inconducta que se ha tenido para actos mucho más graves que han sido silenciados por los medios informativos y sin respuestas adecuadas por la opinión pública.

Este texto es una joya para aquellos que sentimos que las libertades públicas están siendo hoy afectadas por la conducta que sobre ellas ejerce el partido de gobierno, que incita al silencio ante evidentes actos violatorios de los valores esenciales de la convivencia social, que como este artículo lo señala, han realizado los jerarcas más importantes de nuestro País.

JORGE BATLLE

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OPINIÓN – WASHINGTON ABDALA – DEPORTIVO “OVACIÓN” – DIARIO “EL PAÍS”

DOMINGO 1 DE FEBRERO DE 2015.

Je suis le Toto

  1. macaneó y pidió disculpas. Tendría que haber alcanzado y sobrado con eso, pero no, en este país a algunos los quieren lapidar en las plazas públicas, colgarlos y luego escupir sobre sus cadáveres mientras que a otros —por mucho menos— los miran de costado ignorando sus tropelías y silbando a lo flaco Cleanto. Es ese cinismo connatural a muchos uruguayos, que nos gana el alma y nos hace parir esa mentalidad de aldea, que tanto enloquecía a Julio Herrera y Reissig.

Me hartó la turba enloquecida pidiendo la cabeza del Toto. Me parece profundamente desmesurado que se le caiga de la forma como se le cayó cuando el propio deportista involucrado —previamente— había reconocido algunos «problemas» personales notorios que viene remediando. Me parece que las facturas contra el Toto vienen por otro lado… basta ver todos los que se suben a incendiar la pradera.

Eso sí, la aldea le perdona a un afamado director técnico que haya tenido contenciosos varios con una empleada doméstica y casi todo el mundo hizo mutis por el foro ante aquel asuntillo. Yo no vi a los que cacarean contra el Toto abrir la boca con similar celo moral en aquel tema. Y andaba por los juzgados el asunto, tenía interés periodístico. Es que ese director técnico le mete miedo a más de uno. La aldea no habla de algunos ministros de gobierno que en más de una oportunidad farfullan en medio de vapores provenientes de un peculiar estado etílico durante el ejercicio de sus funciones laborales. Lo hemos visto todos por la televisión. La aldea le permite «putear» al presidente de la República a los jerarcas de la FIFA y no pocos aplauden jacarandosos semejante gracia vengativa ante lo que se consideró una flagrante injusticia con nuestro Suárez. (Algunos llegaron al delirio de negar que Suárez había mordido la tercera vez. ¿Hipnotismo patriótico?) O sea, ¿el presidente puede ser procaz y soez, pero un periodista deportivo no puede comentar problemas que considera que afectan el rendimiento deportivo de un deportista cuando eso es esencial a su actividad? No señores, lo que pasa es que la aldea selecciona a quién manda al paredón y a quién perdona, o a quién teme y con quién conviene no meterse. La aldea, repito, es muy cínica.

Acá no hubo nada más que un comentario fuerte sobre una realidad, porque ese mismo comentario efectuado sin el pase de por medio no generaba ningún debate. Por eso las disculpas tienen mérito. En consecuencia lo que armó el supuesto debate de los «Catones» no fue ninguna afectación moral sino los millones de dólares de por medio. No jodamos muchachos, no me hablen de «valores»; no nos tomen el pelo.

Yo soy de los que defiendo que hay límites en la libertad de expresión que los marca claramente la ley, que no todo se puede afirmar de cualquiera, pero si no existe malicia, si no hay mala fe, si hay intención de exponer al debate público «algo», entonces no hay que enojarse con el mensajero sino con la realidad. Es también muy uruguayo eso de armar debates laterales cuando el asunto de fondo es otro. El «Totogate» demuestra lo elusivo que somos cuando alguien afirma las cosas con frontalidad. No nos gusta eso, nos gusta la gambeta, el zig zag, la sanata, la diplomacia de la retórica y que nos maten a mentiras. Somos así, un país al que le cuesta mirarse al espejo y hablar clarito. En el fondo, somos bastante jodidos; muy jodidos”.