religión excluyenteCompartimos la columna de Adrián Aranda adrarcapp@gmail.com titulada “Cuando la religión se vuelve un instrumento de exclusión”.

“La fe es algo que existió desde los tiempos más antiguos de los que se tiene registro del hombre. Sin embargo, la institucionalización de la fe, es decir, el hecho de que la fe se haya ajustado a un marco jurídico bajo el amparo del Estado de derecho, liturgias o cánones, es algo relativamente nuevo que tiene origen en el siglo IV.

Si bien el Pentateuco y la Ley Mosaica fue dada al pueblo de Israel en el siglo XV a.C., nació con un fin teocrático sin ningún tipo de relación con las naciones paganas de la época. No obstante, el cristianismo surge con una visión inclusiva tan radical para su tiempo, que a los primeros seguidores les costó mucho entender. Esta visión inclusiva fue el factor clave para que el cristianismo llegara al centro de Europa, Asia y al Norte de África en medio siglo.

Con la legitimación del cristianismo por parte del emperador Constantino y la oficialización de Teodosio I el Grande, la fe cristiana se tuvo que ajustar a los marcos del derecho romano y se institucionalizó, dando forma a la naciente Iglesia Católica.

A principios del siglo XX, el espíritu de la modernidad despertó el temor en los creyentes de que la fe pudiera extinguirse. La Ilustración dieciochesca y el nacimiento de las ciencias humanas, biológicas y la industria, habían derribado premisas que el cristianismo había sostenido por siglos. La reacción a esto fue el surgimiento de los “fundamentals” en EE.UU, que se convertirían en la vanguardia de los movimientos fundamentalistas del siglo XX, en otras palabras, el fundamentalismo nace como una reacción al progreso humano en todos sus aspectos, y una vez espantado el temor a la modernidad, este debió buscar un nuevo enemigo.

Este nuevo enemigo, en nuestros días posmodernos está representado en los homosexuales, la izquierda política, las comunidades afroumbandistas,  Halloween, etcétera. El fundamentalismo cristiano ha perdonado algunos enemigos en las décadas de la posguerra como la Unión Soviética – llamado en aquellos años “imperio del mal”-,la vestimenta moderna, el rocanrol, la vida ostentosa y el culto al dinero. El fundamentalismo islámico nacido en los años 40, ha perdonado la técnica de la modernidad, de la cual se sirve comprando armas, e instrumentos audiovisuales de alta tecnología, pero no ha perdonado a Occidente, e incluso se encuentra en una fase de promover la eliminación de dicha civilización.

Ante esto, cabe preguntarnos: ¿Qué hemos hecho de la religión y de la fe? Los hechos nos dicen que hemos hecho de ambos instrumentos de exclusión, en donde el diferente es avasallado y atacado física, verbal o psicológicamente. Para esto, se ha instrumentalizado la política, la guerra y el poder económico. Ya no existen los San Pablos que viajan por el mundo helénico ofreciendo una cosmovisión del mundo inclusiva, sino que la mentalidad que reina hoy es de “conquista”, similar a la que reino durante la colonización de América Latina.

En el caso específico de la fe cristiana en nuestro país, se está volviendo hermética y exclusiva, se está mostrando hacia afuera como un movimiento o fuerza de oposición que está siempre a la defensiva y no como un grupo de personas con los brazos abiertos dispuestos a tratar con el diferente. La fe, no es ajustarse a un sistema institucional dogmático y absolutista en asuntos humanos, la fe es una cosmovisión del mundo, es decir, una manera de ver la realidad, que quienes no la poseen no la entienden, y atacarlos o hacer fuerza de imposición genera una reacción de rechazo. La fe se ofrece, no se impone, la fe se comparte, no se usa como instrumento de conquista. Ningún creyente ha sido conquistado sino que se ha convencido en cuanto a una manera de ver el mundo y la realidad, y este trabajo lo hace la misma fe y no sus ‘mensajeros’”.

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