torre eiffel parísCompartimos la columna del ensayista Adrián Aranda frente a los recientes y lamentables atentados en París, procurando acercarse a la génesis del asunto, y diferentes aspectos a tener en cuenta en un tema de gran complejidad, en donde se entrecruza, al menos, lo político, lo religioso, y lo cultural.

“El pasado viernes 13 de noviembre, una serie de atentados coordinados en París, dejaron 118 muertos y 200 heridos, 80 de ellos, graves según informó Reuters, aunque los números podrían incrementar. Inmediatamente el Estado Islámico se atribuyó la autoría de los ataques. Dicha organización está cobrando cada vez más preponderancia en la agenda política de los máximos líderes del mundo, desde su proclamación en 2014.

¿Qué es el Estado Islámico? ¿Por qué está resurgiendo este fundamentalismo religioso tan brutal? La injustificada invasión a Iraq en 2003 de EE.UU. , y los rezagos de barbarie que aún quedan en oriente, son factores que han alimentado este fenómeno, pero intentar explicar sus causas desde allí es caer en el simplismo, por lo que es necesario ahondar más profundo.

En nuestro mundo contemporáneo, la individualización, es decir el hecho de que cada quien busque lo suyo en medio de un azar donde reina el más «fuerte», ha provocado que la soledad; el aislamiento; la pérdida de sentido de pertenencia; y el vacío existencial, sean algo muy inmerso en la vida cotidiana. Las grandes banderas de la década del sesenta, que impulsaron a miles de jóvenes estudiantes a salir a  las calles luchar por un mundo mejor ya no existen, la vida se dirige hacia un lugar que desconocemos, el tiempo parece suspendido en la nada; vivimos de momentos, estímulos, y en un eterno presente, dónde el pasado y el futuro carecen de importancia.

Cuando un grupo de personas encuentra un enemigo en común, en este caso occidente, tienden a unificarse, y esta unificación proporciona valor y sentido a su existencia. El ISIS ofrece lo que occidente está perdiendo: Una causa por la cual vivir…

Cientos de jóvenes europeos dejan oportunidades laborales, y académicas dignas del primer mundo, para viajar a Siria e Iraq y unirse a las filas de este grupo fundamentalista. El mundo capitalista, entregado al consumismo, al individualismo y a la superficialidad, los ha decepcionado y demostrado que nada de eso puede darles sentido a sus vidas. Dejan el bienestar material en busca de un «bienestar espiritual». Es así que las sectas han sufrido un enorme crecimiento los primeros 15 años de este siglo. La vida comunitaria que estas brindan, resulta ser la soga de la que muchas personas se aferran para salir del pozo del sinsentido.

El problema no es el Islam. El Islam es una religión de paz concordemos con ella o no. La mayoría de los musulmanes no aprueban el radicalismo y la violencia como método de proselitismo. Sí es verdad que el Corán tiene relatos un tanto bárbaros, pero el Antiguo Testamento también los tiene, y esto tiene más que ver con la barbarie cultural de la época en que fueron escritos los textos sagrados, que con cualquier otro motivo.

El fundamentalismo islámico, fue el último radicalismo religioso en surgir en la década del 1940 en Egipto, como respuesta al nacimiento del Estado de derecho y la laicidad en dicha nación. Sin embargo, este nuevo tipo de fundamentalismo que hoy enfrentamos, es una respuesta a la hipermodernidad en la que vivimos, la cual se caracteriza por la fragilidad, y futilidad de la existencia y las relaciones humanas.

Occidente ha levantado las banderas de los valores judeocristianos del amor y la compasión por siglos, pero lo que ha escrito con la mano lo ha borrado con el codo. Occidente ha fracasado, y este fracaso es la causa del crecimiento del fundamentalismo religioso como una oferta de una civilización diferente. Nuestro fracaso le ha dado vida a la barbarie, tal vez nuestra victoria podría darle muerte…”.

Fuente Imagen: i2.sdpnoticias.com