El diputado Daniel Radío (Partido Independiente) aborda con una mirada particular, crítica, sobre ciertos fundamentalismos que quieren prevalecer de cara al balotaje del 24 de noviembre, y después de conocido los resultados.

Deseamos que esta columna de Radío en Sociedad Uruguaya sea de vuestro agrado y que nos ayude a pensar, intercambiar, y mirar este proceso complejo y peligroso que estamos viviendo.

“Tengo la impresión de que si logramos desterrar de la cabeza de las personas la noción de que lo que tenemos que hacer en la próxima elección del 24 de noviembre es dirimir entre diferentes ideas respecto a cómo gestionar la cosa pública y si, en cambio, podemos convencer a la gente de que la elección es entre los buenos y los malos, entre los egoístas y los solidarios, entre los que te dan y los que te quieren sacar, entre los humildes y los arrogantes, entre los que aman a los pobres y los que los odian, entre la oligarquía y el pueblo.

Si la gente entendiera que, esta vez, en las urnas, está optando entre inclusivos y discriminadores, entre los únicos que quieren recibir de buena gana a los inmigrantes y aquellos que les quieren dar una patada de despedida, entre sororidad y patriarcado, entre los que trabajan y los que se rascan, entre Maduro y los neoliberales, entre el fusca y las cuatro por cuatro de los grandes terratenientes.

Si fuésemos capaces de trasmitir con claridad que la cuestión es elegir entre los que entienden y los que no se les cae una idea, entre los que produjeron avances y los que quieren retroceder, entre las focas y los fachos, entre nosotros y Mefistófeles, entre los que tienen propuestas (y programa único) y los que no saben lo que hay que hacer, entre los que tienen sensibilidad social y los que solo tratan de aumentar el caudal de su riqueza.

Si definitivamente los ciudadanos se dieran cuenta de lo que parece tan obvio, y es que de un lado están los que reconocen derechos y buscan beneficiar a los más vulnerables y del otro están los que sin ningún pudor te quieren rapiñar las conquistas sociales.

Si lográsemos partidizar más y más las organizaciones sociales hasta el extremo de desnaturalizarlas, si aprovechamos los grupos de Whatsapp de esos que los vecinos utilizan para contarse novedades del barrio, para hacer propaganda partidaria más o menos berreta (y de esa manera expulsamos a los que no les guste), si utilizamos los centros de enseñanza para promocionar la opción correcta, si agredimos y descalificamos a los artistas o a aquellas personas públicas que no hagan la opción adecuada.

Si logramos trasmitir que después de mí el diluvio y antes también.

Si nos convencemos a nosotros mismos y les contamos a los demás que algunos se unen por los ideales mientras que los otros se arrastran por los cargos, y que mientras unos quieren servir en una comunidad más igualitaria, los otros solo buscan satisfacer sus ansias de poder.

Si además vamos puerta por puerta y les explicamos a los vecinos que solo van a optar por nuestros adversarios los que sean ignorantes o los acomodados. Y si aprovechamos para contarles lo terrorífico que se vendrá si no ganamos nosotros, y si les hacemos temblar de miedo para que no se atrevan a aventurar otro horizonte.

Si cuando aparezca el abanderado de los malos, puteamos bastante al aparato de televisión, para que nuestros cohabitantes tengan bien claro el desprecio que se merece y entiendan que no deben cometer la osadía de esbozar ningún atisbo de duda.

Si logramos sumar a nuestro ejército de trols, unos cuantos hinchas incondicionales de cabeza cuadriculada, esos que son de respuesta automática y nulo razonamiento, para que sepan que, en cualquier caso, tienen que clickear que ganamos el debate, porque el magno objetivo de obtener el poder está por encima de cualquier verdad.

Si demonizamos lo suficiente, y si hacemos ostensible nuestra tristeza o nuestro enojo, cada vez que alguien, más o menos cercano, nos defraude (sí, sí, hay que decir que nos defraudan en lo personal) por su opción electoral diferente a la nuestra.

Ahí pienso que sí, que si conseguimos todo esto, entonces de una buena vez, habremos contribuido con nuestro granito de arena a construir la grieta oriental del Uruguay, y podremos estar orgullosos de gritarle con todas nuestras fuerzas a la patria: serás mía o no serás de nadie.

Pero no alcanzará con ser vehementes antes de los comicios.

Si además, luego de conocido el resultado, somos consecuentes con nuestras convicciones y, si en el caso de que la voluntad de las grandes mayorías populares expresada en las urnas nos fuese adversa, resistimos vigorosamente utilizando todos los recursos sociales a nuestro alcance sin ningún tipo de miramientos, recién entonces tendremos altas probabilidades de haberlo logrado: que la sentencia expresada en el título sea, definitivamente, una triste profecía autocumplida”.

Fuente Imagen: carve850.com.uy