Sociedad Uruguaya

Mujica a las FFAA: “Nuestra común causa, soldados, sería la lucha contra la pobreza y la miseria por todo lo que encierra de justicia social”

En la Brigada Aérea Nº 2 de Santa Bernardina, Durazno, el Presidente de la República, José Mujica convocó y lideró la reunión con los altos mandos de las Fuerzas Armadas. La primera exigencia, dijo, es la unidad nacional y en ese sentido «no hay vencidos ni vencedores». «La unidad nacional es una afirmación hacia el porvenir: no hay que cansarse nunca de servir noblemente a nuestro pueblo», concluyó.

El Presidente José Mujica llamó a la unidad nacional y a aprovechar todos los recursos posibles, en el mensaje efectuado frente a los Altos Mandos de las Fuerzas Armadas y a las jerarquías de conducción de mando de la estructura orgánica de cada fuerza. Al dirigirse a «los soldados de mi patria», asumió y reconoció una postergación en lo económico, sobre todo si se comparan con la situación del resto de los trabajadores del Estado.

Asumió que la mayoría de los soldados rasos navegan en la pobreza y afirmó que antes del próximo presupuesto, se impone ayudar concretamente, «lo que no equivale a reparar», sostuvo. Prosiguió el Presidente: «una parte fundamental del presupuesto termina agotado en magros salarios y una infraestructura que poco se renueva, haciendo difícil cualquier operativo y el mínimo adiestramiento».

En cuanto a recursos, Mujica comprende las diversas carencias en materiales para las fuerzas Aérea y Naval. Afirmó que en estos años el país tuvo que atender a la pobreza y la indigencia extrema, así como obligaciones de endeudamiento, consecuencias de la crisis del año 2001 y 2002.

Si bien aclaró que al Presidente de la República le compete, en primer término, priorizar la lucha contra la pobreza y la miseria, como el gran objetivo de una nación entera, también dijo que no pueden existir Fuerzas Armadas ricas en un país pobre, porque esa situación sería «un abuso».

Expresó la necesidad de convocar a la unidad nacional y también a la imperiosa necesidad de aprovechar todos los recursos posibles. La primera exigencia, subrayó, es la unidad nacional y en ese sentido «no hay vencidos ni vencedores». La unidad nacional solo es posible si existe un profundo respeto por lo diverso en la vida social, sin antagonismos ni intereses contradictorios, extendió.

Afirmó que la unidad nacional es una afirmación hacia el porvenir y precisó, además, que esta prioridad tiene los obstáculos de la historia. Subrayó que las Fuerzas Armadas de hoy no deben cargan con ninguna mochila del pasado hacia su pueblo, situación que hay que hacer evidente hacia los sentimientos de la gente.

Señaló que no hay que cansarse nunca de servir noblemente a nuestro pueblo. No obstante, afirmó que generar afecto por las Fuerzas Armadas es lo más difícil en la lucha por la unidad nacional. En ese sentido, afirmó que hay gente que reclama dar vuelta la página y otros que claman por justicia. Aseguró que no es juez, sino Presidente de la República, porque para eso fue electo por el voto popular.

Citó ejemplos internacionales de discrepancias y guerras y por ello señaló que es necesario lograr un camino común de convivencia como nación. No obstante, para cumplir ese objetivo, es vital implementar procesos superadores para no vivir con razones del pasado sino del porvenir.

Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en Base Aérea Teniente Segundo Mario Walter Parrallada, Aeropuerto Internacional de Alternativa, Santa Bernardina, Departamento de Durazno.

Presidente Mujica: Soldados de mi patria, y en el término los incluyo a todos. Tengo que asumir, directamente ante ustedes, que reconozco francamente una postergación en lo económico, sobre todo si comparamos la situación del resto de trabajadores del Estado.

Debo asumir también que la mayoría de los soldados rasos de mi patria navegan en la pobreza. Debo de asumir que antes del próximo presupuesto se impone ayudar concretamente, lo que no equivale a reparar. Sé que en gran medida las Fuerzas Armadas -hace tiempo- en los hechos vienen actuando como un aparato de docencia y de formación de mucha gente, que luego termina migrando, buscando un mejor horizonte económico.

Una parte fundamental del presupuesto termina agotado en magros salarios y los medios materiales poco se renuevan, haciendo difícil cualquier operativa mínima de adiestramiento.

Sé que la seguridad del cielo y de las costas está muy comprometida por la falta de medios y por la obsolescencia. Sé que contando con los recursos escasos hay una constante épica por generar recursos tratando de sobrevivir en todo sentido. En fin, no tiene mucho sentido enumerar cosas que todos ustedes conocen. Lo que tiene sentido es vislumbrar por donde salimos.

Pero hechos sustantivos que el país tuvo que priorizar otros frentes en estos años: atender a la pobreza y sobre todo a la indigencia extrema, atender las obligaciones del endeudamiento. Hay coletazos del 2001 y del 2002 que todavía nos están golpeando.

También hay que reconocer que no puede haber Fuerzas Amadas ricas en un país pobre, porque sería hasta un abuso y nos compete a todos, en primer término al Presidente, priorizar la lucha contra la pobreza y la miseria como el gran objetivo de la nación entera con todas las consecuencias que esto signifique o requiera.

Yo no escribo mis discursos, es muy raro que los escriba, en este he resuelto escribir algo para ser conciso y dejar algunas cosas sustantivas definidas. Es demasiado fácil afirmar la generalidad de que hay que luchar contra la pobreza y la miseria. Ya no es tan fácil ver la infinita ramificación en los hechos que se produce cuando nos disponemos a trabajar concretamente. Aquí aparece una infinita ramificación, cuando queremos bajar las ideas a tierra, pero aparecen dos ramas muy gruesas en las que me quiero detener, soldados de mi patria.

Primero, la necesidad de unidad nacional, la necesidad de unidad nacional.

Segundo, la imperiosa necesidad general de aprovechar todos los recursos posibles, agotar todos los recursos posibles, estrujar nuestra inventiva.

La primera exigencia, la unidad nacional, la empezamos a plantear la noche misma del cierre electoral, recuerden soldados. Dijimos «ni vencidos ni vencedores», aunque como cualquier cosa debió haber gente que no le gustó. Todo es opinable.

Pero unidad nacional sólo es posible -hay que definir-, sólo es posible si se practica un inmenso respeto a lo diverso, respeto a lo contradictorio. Porque en toda sociedad hay diferencias de todo tipo que permanentemente nos antagonizan por todas las esquinas: nos llevan a disputas, a luchas de intereses contradictorios, todos válidos. Pero unidad nacional significa que a pesar de eso, hay un algo mayor que es causa común que nos envuelve a todos, algo así como una gigantesca bandera que nos abriga y que nos compromete. Una especie de nosotros «anónimo» que más que actuar como un legado del pasado es una afirmación hacia el porvenir. Es el sueño -en definitiva- de que nuestros hijos sean mejores que nosotros.

Pero esa unidad nacional no sólo tiene los obstáculos que acabo de señalar; tiene además, los obstáculos de la historia. Por eso estoy aquí, me hago cargo de una causa común. No me puedo hacer el distraído.

Estas Fuerzas Armadas -de hoy- no deben cargar con ninguna mochila del pasado ante su pueblo. Pero esto no es cosa de decirlo, hay que cultivarlo, hay que hacerlo evidente a los sentimientos de la gente. Es esto lo más difícil, soldados. Esto no funciona por ordeno y mando. No hay otro camino posible -en mi humilde opinión- más que la lenta persuasión por la vía de los hechos. Hay que no cansarse nunca de servir noblemente a nuestro pueblo, para que éste nos termine haciendo parte afectiva de su yo.

Hoy ese pueblo respeta por distancia, por ajenidad, hasta por temor. La propuesta de camino es que como proceso genere afecto a sus Fuerzas Armadas y esto es lo más difícil de la lucha por la unidad nacional: ser capaces de generar sentimientos, afectividad en su pueblo, por sus Fuerzas Armadas.

Y somos diversos como sociedad. Hay que reconocer como reales, no podemos esconder la cabeza ante la cruda realidad de que existen exigencias que nos desgarran como sociedad.

Desde el año 1985 sentimos gente que -con razón o sin ella- reclama que hay que dar vuelta la página y, al mismo tiempo, gente de nuestro pueblo, tan válida como la otra, que grita por justicia -también con razón o sin ella-. Unos y otros son parte de nuestro pueblo. Yo no juzgo. No soy juez, soy Presidente, constato. No me eligieron para juez. Y esto lo veo en todas las sociedades que se han desgarrado con conflictos duros. Y lo veo por todo el mundo.

Soldados, allí está España, escudriñando huesos a décadas de su guerra civil. He proseado con parte del pueblo chileno, de pueblo, de pueblo común y corriente, con manifiesto odio para con el pueblo y desprecio para con el pueblo boliviano y viceversa. Coletazos de la guerra del Pacifico, hasta hoy.

Podría seguir poniendo ejemplos del mundo, porque al parecer la condición humana es así. No estoy juzgando, repito, estoy constatando.

Las guerras generan llagas permanentes, que sólo puede suturar la alta política. La alta política, que es, en este terreno, el arte de persuadir, sublimando el dolor en causas comunes que nos identifiquen, construyendo, desde luego, caminos comunes.

El camino que les vengo a proponer, al fin de cuentas, ya lo ensayó este país. ¿Qué fue nuestra historia nacional de conflictos de blancos y colorados? Décadas de tensión y de guerra terminaron cuando tuvieron la inteligencia de construir ciudadanía en común.

¿Qué pasó en Europa con el conflicto eterno de Francia y Alemania? Sólo terminó cuando encontraron el camino común, de una construcción común: la lucha por la unidad de Europa.

¿Qué pasó en Sudáfrica, desgarrada por el racismo? ¿Cuál es el triunfo de Mandela? El haber logrado un camino común de convivencia para blancos y negros.

Sin embargo, estos logros de alta política no han podido aparecer por desgracia en Colombia, no han podido aparecer en Palestina. Yo no veo otro camino, soldados, que encontrar causas comunes como nación que nos identifiquen en construcciones comunes, participar en procesos superadores, juntando pasados distintos a los que no se les impone ni renuncia ni olvidos.

Respetar lo diferente, pero ser capaces de construir: construir cosas que se terminen priorizando en hechos del porvenir. No vivir con razones del pasado, vivir con razones del porvenir.

Nuestra común causa, soldados, sería la lucha contra la pobreza y la miseria por todo lo que encierra de justicia social, pero por todo lo que propone de unidad nacional. Esto no es posible sin unidad nacional.

La unidad nacional no es un discurso, es un largo proceso de construcción, donde no se le imponen renunciamientos a nadie, porque no funciona por ordeno y mando.

No es, por lo tanto, una orden o un decreto del Señor Presidente. No es un viejo tan iluso que cree que se puede transformar por decreto una profunda realidad. Es una política que lleva tiempo, que lleva años. Es un proceso, que va a estar lleno de obstáculos y muchas, muchas incomprensiones. Ya las tiene. Claro que ya las tiene. Y hay que comprenderlo. Es un precio, es un desgaste. Y hay que pagar.

Soy absolutamente consciente, soldados. En lo personal, navego en la soledad de la Presidencia. En la obligación, en el compromiso del deber de un viejo que no tiene vuelta ni tiene porvenir. No me quiero dejar acorralar por mis sentimientos, porque los preciso a todos para pelear contra la pobreza. A todos, y mi corazón es parte. ¿Cómo no va a ser parte si he sido un viejo combatiente? ¡Sería un cínico si dijera lo contrario! Pero mi conducta debe ser objetiva y tiene que tener el coraje de gritar «patria para todos y con todos». ¡Y con todos!

Inevitablemente me van a pegar tirios y troyanos: lo descuento, porque he tomado la decisión muy profunda, ya muy vieja, de caminar con todos. No quiero que los de hoy se antagonicen por el ayer. Jodida herencia le transmitiría a la esperanza de los que estamos convocando a la vida.

Trato de que salgamos de la trampa del dolor. Por eso no queremos que los soldados de hoy carguen con la historia como un fardo. Si acaso, como una lección, y que los niños que crezcan y palpiten otro tiempo vean otras Fuerzas Armadas.

La otra gran rama gruesa es más fácil de entender y de atender, más sencilla. La necesidad de aprovechar todos los recursos posibles para esta lucha contra la pobreza, en el sentido más profundo. Que la verdadera pobreza no es solo una falta de cosas fundamentales. Está la otra: la pobreza del talento, del balero, de la cultura, del conocimiento.

Resulta natural, casi, que se entienda, que en algún momento los convoquemos a tres o cuatro soldados, para tener una carpita que cuiden los tablones y los bloques, cuando tratemos de reparar heridas sociales en algún asentamiento, en el que seguramente viven soldados pobres, también. Es fácil de entender, de cuidar un obraje, es fácil de entender que pidamos algún maquinista para manejar alguna máquina y hacer desagües sanitarios en los barrios tugurizados, es obvio que no precisa mucha explicación, se entiende.

Pero también soy consciente de un mensaje libre, «el buey que trilla tiene que comer algo del trigo que trilla». Es necesario que los soldados que participen se lleven algo en el bolsillo, no todo es deber, también hay obligaciones que significan compromisos.

Esto va a estar muy presente en el plan de solidaridad, donde vamos a tratar de ayudar a mejorar las viviendas que tienen, esas viviendas indignas de gente que está fuera del mercado. Por eso se llama solidaridad. Y vamos a sacar la plata de donde podamos, la primera de mi sueldo. Porque la excusa de que estemos pobres o que tengamos dificultades económicas no equivale a decir que tenemos que quedar sentados de brazos cruzados lamentándonos. Algo siempre se podrá hacer si hay actitud de compromiso.

Habrá que multiplicar la capacidad de enseñar oficios y vaya, vaya que las Fuerzas Armadas tienen experiencia y saben de eso, y tienen capacidad. Cuánto potencial significa los mil cursos prácticos que hay desparramados en las entrañas de las Fuerzas Armadas.

Habrá que generar nuevas empresas, tal vez con soldados que están para irse y saben manejar maquinaria pesada. Tenemos que juntar agua en gran cantidad por el cambio climático, por lo que significan las sequías, las grandes represas multiprediales. Hay otras cosas por delante, la reconstrucción del ferrocarril o la construcción también del ferrocarril.

No quiero detenerme en estos detalles, no tiene sentido. Pero cuidado -quiero aclarar- no venimos a buscar mano de obra esclava, no venimos a desplazar a otros trabajadores, que quede claro. La lucha contra la pobreza significa capitalizar al país como tal.

Tener líneas férreas es un capital para este país porque equivale a bajar los costos del transporte y hay que dar una batalla por eso. Juntar agua es hacer patria, agua dulce, porque ya sabemos lo que está en juego. Esto no es para sacarle el trabajo a alguien, es para generar un capital que se transforme en posibilidades a futuro. Yo sé la formidable experiencia y la capacidad organizativa de las Fuerzas Armadas. Están construidas para distancias más exigentes que hay arriba de la tierra, que es la guerra; y la disciplina, el movimiento de conjunto, la capacidad organizativa son A, B, C que recogen una experiencia histórica, milenaria, y sus ‘por qué’.

Pero recuerden que les dije que era un camino político, un proceso. Porque lo que nos va a ir cambiando a unos y a otros, y a los pueblos, es la evidencia de los hechos. No vean a las Fuerzas Armadas como una carga, sino vean a las Fuerzas Armadas como una parte gestora de nuestro yo, de nuestro proceso de transformar las ideas y el discurso en sentimientos. Las ideas, hasta que no son sentimientos, no son fuertes.

Pero este encuentro, desusado, que intenta representar y a través de todos, en alguna manera, llegar a los dueños de la soledad. Los soldados, por todo el país, no vienen a torpedear la línea de mando natural que tienen las Fuerzas Armadas. Por el contrario, no vienen a otra cosa que a reforzar la integración conjunta.

En el plano del funcionamiento hay jerarquías y mandos, y no puede existir otra variable, por la naturaleza obvia de todo lo que encierran los militares. Y éstas son cosas imposibles de entender para el mundo civil. Pero también, soldados, en el fondo somos ciudadanos. Irrenunciablemente somos ciudadanos.

Y en ese plano –en el del ciudadano- existen las ideas y existe la libertad. Allí nadie es más que nadie. Todos ustedes son mis iguales: tienen, por lo tanto, el derecho natural a compartir o discrepar en cualquier caso y en cualquier ubicación tendrán todo mi respeto, porque también soy ciudadano.

En materia de funcionamiento la disciplina republicana nos encuadra a todos: al Presidente y hasta el último soldado recién llegado a las Fuerzas Armadas. Eso no está en discusión, tampoco está en disputa; pero no seríamos profundamente democráticos y tienen el derecho en cualquier parte -si así lo sienten- de opinar y decir lo que les parezca con respecto a lo que he dicho. Esa es la relación del ciudadano al Presidente. Mañana en el funcionamiento ‘¡cuádrese y póngase firme!’. Es otra historia.

Quería dejar -por eso lo escribí- dos ejes bien claros. La lucha contra la pobreza en el sentido más profundo. Y es un poco simbólico porque de acá me iré a discutir con la Universidad de la República que se va a hacer cargo del interior.

Los pobres del interior que van a tener algún día la oportunidad de mandar a sus hijos a estudiar. Esa es otra batalla por el conocimiento y la cultura. Pero les quiero dejar esa invitación: participar a fondo en esta lucha.

Sé que vamos a tener obstáculos de todas partes, y que como cualquier cosa humana es opinable, pero con buena parte de ustedes colaborando, otra cosa será este desafío.

La unidad nacional no puede darse el lujo de dejar al costado del camino de este envite fuerzas y cosas tan valiosas en materia de generar compromiso y energía. Gracias soldados.

Fuente: Presidencia de la República. www.presidencia.gub.uy

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