Sociedad Uruguaya

Diego Pereira: La muerte es para la vida

la muerteUna vez más Diego Pereira pereira.arje@gmail.com nos comparte su reflexión abordando en este caso el profundo tema de la muerte.

“Muchas situaciones en la actualidad condicionan nuestra mirada sobre el mundo, sobre la vida, sobre el porvenir. Diversas situaciones que nos provocan inseguridad nos colocan en un lugar que no nos gusta pero que de alguna manera decidimos estar: un lugar desde la crítica negativa, parados ante la negatividad de la realidad a la cual no podemos escapar. Todo ello hace que nos dejemos aplastar por lo que sucede alrededor: desigualdad de oportunidades, protestas por injusticia, paros docentes, reclamos salariales, protestas de padres contra la educación, entre tantas cosas. Frente a ello una cierta frialdad que nos invade: los programas bizarros promovidos en la TV, la mirada  indiferente de muchos políticos, el circo del fútbol que no escapa a los intereses del capitalismo y de la globalización, que siguen intentando que creamos que todos somos iguales. La realidad nos cae cruelmente sin que podamos escapar al clima generalizado de que cada vez más es difícil vivir bien, vivir tranquilos, dependiendo de nuestro trabajo, sin tener miedo que nos roben o maten en la próxima esquina.

No podemos negar esta realidad pero tampoco podemos dejarnos afectar tanto por ella. Al mirar cada día los informativos nacionales nos queda una sensación de miedo que es compartida en el trabajo, en la familia, con los amigos. Casi todos los uruguayos pensamos: “Cada día salimos de casa sin saber si volvemos vivos”. No quiero subestimar a nadie, pero no podemos caer en el juego de los medios que también son manejados y muchos de los que lo hacen son seres más peligrosos de los que podemos encontrar en la calles. No soy un iluso que no vea lo que está pasando! Pero creo que lo que buscan otros, lo logran: nos quieren paralizar de manera que no veamos más que la realidad que nos quieren mostrar, y a menudo somos víctimas de ese juego malévolo, que nada tiene de inocente. Los que siguen luchando por los derechos de los trabajadores, los que siguen reclamando la aparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, los que hacen memoria de los desaparecidos en los años de la dictadura, todos ellos nos hablan de una vida que trasciende a muerte y la actual situación. Los que toman parte activa en la vida de los pueblos son los que logran ir más allá de esta realidad que se nos presenta.

¿Cómo? ¿Acaso la muerte no sigue siendo lo único seguro que tenemos? Esto sin duda.

Dentro de la corriente filosófica del existencialismo fue el filósofo alemán Martin Heidegger quien despertó la conciencia humana acerca de que, en orden del ser, estamos encaminados indudablemente hacia la muerte. Es más “somos seres para la muerte”, tendemos hacia ella, nacemos consagrados a ella. Cuando aún no nos alcanza podemos percibir la muerte alrededor de nosotros: “Este o aquel prójimo o lejano, muere. Día a día y hora a hora mueren desconocidos.

La muerte hace frente como sabido accidente que tiene lugar dentro del mundo” (El ser y el tiempo, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1951). Hoy en día nadie duda de esto, pero en aquél contexto histórico en el que vivió el filósofo -donde el monstruo del nazismo aplastaba al ser humano como el más insignificante de los vivientes- la creencia en que la muerte era inminente, no sólo se pensaba en la muerte de este o aquel hombre, sino del ser humano como existente, como ser. Pareciera que la humanidad toda camina inexorablemente hacia el fin.

Desde aquel momento es que la humanidad ha crecido en esta conciencia de que somos -seres-para-la-muerte, pero que se ha visto infestada de una mirada negativa, donde la vida es violada en su más profundo fundamento, perdiendo valor ante los intereses políticos, económicos, religiosos de unos pocos, que creen que pueden dominar el mundo. Pero aún en esta afirmación que hago -donde casi todos los lectores pueden estar de acuerdo- hay otro grave error. Ninguna generalización es buena y menos aquellas que tienen que ver con la conciencia humana. Decir que el miedo a la muerte lo poseen todos los vivientes, puede llegar a ser parte de la verdad, pero eso es desconocer mucho de la historia de la humanidad. Hay lugares en el mundo que no han sido alcanzados por esta mirada negativa sobre la vida y la muerte, como consecuencia del desarrollo del mundo occidental.

Un ejemplo tan cercano -y a su vez tan desconocido- es la cosmovisión de los pueblos guaraníes de la zona del Chaco Boliviano para los cuales, desde el inicio de su educación son instruidos en que son seres-para-la-vida. Según el “Diccionario etimológico y etnográfico de la lengua Guaraní hablada en Bolivia” (Ortiz, Elio y Caurey, Elías, Ed. Plural, Bolivia, 2011) la primer letra del abecedario, la letra “A”, es también una palabra que toma la forma del verbo “nacer”. Que un niño aprenda desde pequeño a pronunciar una letra que a su vez signifique un verbo que implica la posibilidad de la vida, hace que la conciencia no pueda desarrollarse de otra manera que inclinada hacia ella, que tienda hacia la vida, la existencia, la necesidad de vivir ya que ha nacido para ello. No casualmente uno de los autores de este diccionario, Elio Ortiz, un antropólogo reconocido por su trabajo en defensa de la lengua y la cultura guaraní, tiene una frase que ha quedado como epígrafe de cualquier libro que se pueda escribir sobre teología cristiana: “Nacemos para morir, morimos para brillar”. Esta frase la dijo antes de encontrarse con la muerte, (luego de filmar una película que aún no llega a nuestros cines: Ivimaraey, Tierra sin Mal) muestra que dentro de la cosmovisión guaraní, la muerte es parte de la misma vida, pues morir es realmente vivir. Los que mueren simplemente parten antes hacia la Tierra Sin Mal que los que quedan deben seguir luchando para conseguirla. Por lo tanto, desde algún lugar, el espíritu del muerto acompaña el caminar de los vivos de su pueblo.

 

Esta visión positiva de la muerte como paso hacia algo mejor pero no algo lejano, sino que implica la misma vida que queda, tiene una fuerza de proyección sobre el futuro que puede colaborar con nuestra mirada ante la realidad que nos toca vivir hoy, en Uruguay. No olvidemos que Elio Ortiz alcanza esa postura madura sobre la muerte como experiencia vivida por un pueblo sometido y explotado desde la conquista de nuestra América Latina, y que ha transmitido esto de generación en generación. Esta forma de vivir y de enfrentar la muerte, ha sido mantenida por los pueblo guaraníes -junto a otros pueblos originarios a lo largo de Latinoamérica- frente a una continua realidad de explotación y abusos por parte de los poderosos. Nuevamente la humildad del sometido nos revela una sabiduría que nos sorprende y nos ayuda a salir de la unilateralidad de nuestra mirada, muchas veces egoísta y egocéntrica, donde nos seguimos creyendo el centro El mundo entero debe volverse a la sabiduría de los inexistentes de la historia, de los que no cuentan dentro de la globalización ni de los libros de los grandes personajes. Si seguimos buscando encontraremos muchos otros ejemplos que nos darán cuenta que, aún en la situación actual, la vida se sobrepone a la muerte. Es claro que la muerte no esperada no es la más deseada (la muerte provocada por otro o por una situación de injusticia), pero tampoco podemos vivir con miedo a morir. La muerte es parte de la vida y la vida es más fuerte que la muerte. Si logramos vivir con esta conciencia saldremos del miedo y la mediocridad en la cual vivimos, y viviremos más apasionadamente para gastar la vida en lo que nos realice como personas, como humanidad”.

Fuente Imagen: www.opinion.com.bo

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