Sociedad Uruguaya

¿Salimos como mejores personas después de la pandemia? Una mirada desde la empatía y el crecimiento

empatía

Por Marcelo Márquez

La pandemia de COVID-19 fue una tragedia global con consecuencias devastadoras: vidas perdidas, familias rotas y economías en crisis.

Uruguay no fue la excepción en donde fallecieron por esta razón 7910 personas: ¿quién no perdió un familiar, un amigo, un conocido?.

En lo personal, quiero recordar al colega periodista Juan José Serrés, una persona afable, de mil anécdotas, de una vasta cultura, de un humor especial, de aquellos que conversaban contigo unos minutos, y te sacaban al toque. No nos veíamos mucho pero siempre nuestro breve encuentro era un buen pasar, y cómo no recordarlo cuando se apareció en el CASMU, para visitarme al enterarse que me operaron de una pancreatitis. Una gran persona a la cual nunca olvidaré.

También recuerdo al Alcalde del Municipio CH, Andrés Abt, una persona especial y buena, a quien conocí por mi desempeño como periodista político y parlamentario.

Y volviendo al análisis de lo que vivimos desde aquel 13 de marzo de 2020: en medio del confinamiento voluntario, del “quedate en casa” y la incertidumbre, vimos gestos solidarios sin precedentes. Aplaudíamos a los médicos, nos mostrábamos solidarios, cómo no recordar lo sucedido con el buque Greg Mortimer, y soñábamos con un resurgir más empático y humano.

Nos enfrentábamos a un enemigo invisible, desconocido, no previsible, y en lo personal, lo asimilaba a la parte de la canción “Sólo le pido a Dios” de León Gieco, cuando expresa “es un monstruo grande y pisa fuerte”.

Pero, realmente, después de esta dura experiencia ¿salimos mejores personas?

Evidencias científicas: una empatía compleja, no uniforme

1. Un “impulso de benevolencia” duradero

Un análisis del World Happiness Report (2024) constata que los actos de ayuda como donaciones y voluntariado se mantuvieron un 10 % por encima de los niveles pre-pandemia, incluso cuatro años después. Ayudar a desconocidos aumentó un 18 %. Según la psicóloga social Lara Aknin, esta prolongación de solidaridad refleja una toma de conciencia colectiva sobre la interdependencia humana.

2. Aumento en empatía cognitiva y emocional

Un estudio longitudinal midió el impacto de la pandemia un año después del estallido. Registró incrementos significativos en dimensiones como perspectiva (Perspective Taking), fantasía empática y preocupación empática —todas formas de respuesta empática hacia los demás—, aunque reportó una disminución en habilidades sociales para interpretar señales emocionales sutiles como las expresiones faciales.

3. Empatía en adolescentes: ¿una leve caída?

En tanto, un estudio en Alemania sobre adolescentes, la empatía y los comportamientos prosociales mostraron una ligera disminución durante la pandemia. Aún así, persistió una correlación positiva entre empatía y acciones solidarias: quienes eran más empáticos antes de la pandemia continuaron siendo más solidarios durante ella).

¿Qué dicen los académicos?

Entonces, ¿salimos mejores?

La respuesta no es un simple sí o no. Sí se percibió un levantamiento colectivo en solidaridad y empatía, evidenciado por hábitos de voluntariado y ayuda que crecieron y se sostuvieron. También hay claridad en la mejora de nuestra empatía cognitiva: fuimos más capaces de entender y preocuparnos por otros intelectualmente.

Sin embargo, la pandemia dejó señales de agotamiento emocional: cuesta más leer a otros y responder de forma emocional intensa. Y, aunque muchos adolescentes siguieron actuando empáticamente, su nivel general disminuyó.

Si miramos a nuestro alrededor, primero de una forma global, observamos que se han incrementados los conflictos armados, las guerras (Rusia vs Ucrania, y todo lo concerniente al conflicto del mundo árabe, y ni que hablar los horrores del 7 de octubre de 2023), y en lo local, situaciones cada vez más complejas y traumáticas en cuanto a incidentes de violencia que cada vez nos apartan más de una convivencia saludable.

Conclusión esperanzadora

La evidencia indica que salió a la superficie lo mejor de nuestra humanidad, incluso en momentos adversos. Pero esa sensibilidad requiere ser cultivada y protegida: desde el sistema educativo, la sociedad civil y las políticas públicas.

Si logramos sostener los valores de empatía y solidaridad, podemos transformar ese impulso empático en una fuerza duradera para construir sociedades más humanas.

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