Es la primera vez que binomios de efectivos y perros de ese grupo participan en una situación real de catástrofe. La unidad uruguaya fue una de las 43 que operaron en el área e integrada en su totalidad por efectivos militares. Constituye una herramienta preexistente que posee el Ejército Nacional, y que está a disposición del Estado, para ser utilizada dentro del territorio nacional o en apoyo de la comunidad internacional.

“Durante años nos preparamos para desempeñarnos en situaciones como las que encontramos en Haití. Tanto física, psicológica como técnicamente, para que al tomar contacto con esa experiencia no nos golpée y podamos hacer nuestro trabajo en forma eficiente”, dijo el Jefe del Equipo Operativo, Mayor Alejandro Echevarría, en una rueda de prensa realizada en el Batallón de Infantería Número 13 el jueves 28 de enero.

El militar indicó que la misión que le fue asignada al Grupo K9 al llegar a Puerto Príncipe consistió en darles una zona de responsabilidad que debía hacer inspecciones en la búsqueda de personas vivas sepultadas bajo los escombros. En el área asignada no se constató la presencia de sobrevivientes atrapados bajo las edificaciones que colapsaron con el terremoto del 12 de enero.

El Mayor Echevarría recordó que en la capital haitiana “estuvimos tres días buscando personas y después del tercer día de búsqueda quedamos a las órdenes del Cuartel General de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), en condiciones de ser empleados ante posibles denuncias de personas atrapadas vivas”.

El trabajo en la isla caribeña transcurrió sin ningún tipo de inconvenientes, aseveró el informante. En la zona había 43 equipos de rescate de diferentes partes del mundo, de los cuales la uruguaya era la única unidad integrada en su totalidad por militares.

Tal número de equipos hacía necesario hacer coordinaciones en forma periódica para marcar los límites de las zonas en las que los mismos iban a trabajar y para que no quedaran áreas sin inspeccionar. “Las zonas que nosotros inspeccionamos, (y que incluyeron la edificación donde se encontraron los cuerpos sin vida de Daniel Varese y su hijo Mateo) tenemos la certeza de que están limpias”, aseguró el Mayor Echevarría.

“Cuando uno entra a un área –reflexionó-, es tan importante encontrar a alguien sepultado bajo los escombros como cuando se le dice a los coordinadores de la zona de catástrofe que esa área está limpia. Ahí nosotros estamos diciendo que el área está apta para el ingreso de maquinaria pesada para mover los escombros sin tener que preocuparse de encontrar personas atrapadas”.

En momentos en que están de regreso los últimos binomios de efectivos y perros del Grupo K9, la evaluación que realizó el Ejército Nacional “es positiva, ya que se pudo utilizar una herramienta preexistente que posee la Fuerza a disposición del Estado para ser utilizado dentro del territorio nacional o cuando este lo disponga en apoyo de la comunidad internacional”.

Arduo adiestramiento

Los perros por los cuales ha optado el Ejército Nacional para incorporar al Grupo K9 son ovejeros alemanes. El trabajo con los canes comienza a una edad muy temprana. Son seleccionados aquéllos que reúnen ciertas condiciones genéticas para iniciar este trabajo. Se trata de perros sumamente sociables que pueden estar frente a personas extrañas, e incluso a otros perros, sin demostrar agresividad. Son ejemplares que tienen una obsesión por jugar con objetos ya que las técnicas de adiestramiento que se emplean están relacionadas con un juego constante.

Luego de un arduo proceso de adiestramiento, que lleva aproximadamente dos años, están en condiciones de rendir una prueba de certificación que se toma a nivel internacional. “A nosotros nos lleva aproximadamente dos años dejar un perro operativo”, sostuvo el Mayor Echevarría.

El entrenamiento es prácticamente a diario en el que se avanza en forma paulatina hasta llegar a un momento en que el perro puede constatar la presencia de personas sin tener ninguna evidencia a la vista. Primero, se comienza con personas a vista directa. Estas se ocultan, se condiciona al perro para que ladre al llegar a esa persona y se le da un objeto de recompensa. Este nivel de adiestramiento transcurre desde cachorro hasta la edad adulta, durante toda su vida operativa.

El período de búsqueda de los perros en el área es de 15 a 20 minutos. Luego de ese lapso se tiene que sacar el perro de la zona de inspección, se lo deja  descansar y después de un período de una media hora se lo puede ingresar nuevamente a la zona de inspección. Según Echevarría, con esto se toma la precaución de que no se le saturen las células olfativas.

Consultado sobre cuáles son las reacciones del can cuando detecta la presencia de una persona viva bajo los escombros, el militar dijo que hay un guía que es el que trabaja siempre con el ejemplar que está constantemente ‘leyendo’ al perro. El guía constata cuando el perro entra a lo que se denomina “chimenea de olor” que desprende el humano sepultado bajo los escombros. El perro da una alerta en un primer momento. Se muestra más excitado, busca el cono de olor que es el punto más cercano que puede llegar a ese humano y, en determinado momento, comienza a ladrar.

Los militares utilizan en esas instancias, botas especiales, coderas, rodilleras, guantes, cascos con iluminación, equipo de comunicaciones dentro del equipo y para comunicar al equipo con la base, que fueron exhibidos.

La vida útil de un perro se extiende hasta aproximadamente los ocho años. Es el perro el que determina el momento en que tiene que pasar a retiro en base a su rendimiento físico. El Mayor Echevarría apuntó que durante años fueron entrenados en condiciones similares -aunque montadas-, a las que se encontraron en Haití. Esta, constituyó la primera vez que perros y efectivos uruguayos participaron en una situación de catástrofe real.

Fuente: Presidencia de la República. www.presidencia.gub.uy