Aldo Lema, economista uruguayo residente en Chile desde 1993 nos comparte su punto de vista profesional ante la pregunta a la hora de tomar una decisión: “¿Vender Dólares? ¿Comprar UI?”.

En el contexto de alza del precio del dólar y altísimo dinamismo de la actividad, sorprendió que la inflación mostrara en Uruguay algunos signos de desaceleración durante el último trimestre. En efecto, mientras el PIB creció sobre 9% durante el primer semestre y el tipo de cambio subió cerca de 10%, desde $19 en mayo a $21 en junio, la tasa anual del Índice de Precios al Consumidor cayó a 6,2% el mes pasado, aproximándose al rango meta. ¿Se consolidará esta moderación inflacionaria? ¿O rápidamente estará en entredicho por el alza del dólar?

Como es sabido, la inflación uruguaya está estrechamente vinculada a la trayectoria de los precios de tres grandes categorías de bienes y servicios: los que se transan en la región, los que se comercializan fuera de ella y los que no se transan internacionalmente.

En la evolución de los transables, ya sean regionales o extrarregionales, influye –además de la inflación importada en la moneda extranjera- el manejo interno en materia monetaria y cambiaria, sobre todo por su efecto en la cotización del dólar. Por su parte, en los precios de los no transables inciden fuertemente los costos laborales unitarios (salarios divididos por productividad media del trabajo), y por ende, las holguras en el mercado laboral, las expectativas inflacionarias y las políticas (y negociaciones) de remuneraciones del sector público y privado. Y a su vez, en todas las categorías también influyen -aunque en forma menos significativa- los márgenes de comercialización, cuya ampliación/compresión va asociada a la capacidad ociosa de la economía y al dinamismo de la demanda interna.

Con la excepción del precio del dólar, el resto de los factores ha venido ejerciendo fuertes presiones inflacionarias durante los últimos años. Por un lado, Uruguay ha importando inflación en dólares tanto de la región como del resto del mundo, debido fundamentalmente a la apreciación real de las monedas de sus vecinos, al debilitamiento global del dólar y a los consiguientes altos precios de las materias primas. Dicho proceso podría mantenerse durante los próximos trimestres, sin verse mayormente afectado por una eventual depreciación del euro.

Por otro lado, en el ámbito interno, con el alto crecimiento de la actividad, del gasto fiscal y de la demanda privada, la economía se ha acercado al pleno empleo, tal como lo sugiere el bajo nivel de desocupación laboral y el cierre de la brecha de capacidad. En este contexto, aún con señales más prudentes del gobierno en materia de remuneraciones, tanto a nivel del sector público como en los Consejos de Salarios, existe el riesgo de que los ajustes sigan excediendo la suma de la inflación esperada más el crecimiento de la productividad. Cierto. Si ese desborde salarial ocurrió cuando la economía tenía capacidad ociosa, con mayor probabilidad puede ocurrir en pleno empleo. Por si fuera poco, este escenario también debería alentar una mayor ampliación en los márgenes de comercialización, exacerbando las presiones de costos.

Por lo tanto, de este conjunto de factores, no parece derivarse que la moderación de la inflación vaya a ser persistente. Tampoco ayudaría mucho una rebaja de las tarifas públicas como han sugerido algunas autoridades de gobierno, al tratarse de una medida que sólo afecta el nivel de precios, pero no necesariamente la tasa de inflación.

Pero lo más novedoso y preocupante, que podría obstaculizar la desaceleración inflacionaria o incluso revertirla rápidamente, es la promoción y, eventualmente, el logro de determinado objetivo para el precio del dólar, sin que esté justificado o sostenido en los fundamentos de largo plazo. En esa dirección se inscriben la “intervención verbal” del subsecretario de Economía, Pedro Buonomo, al señalar que el valor de equilibrio del tipo de cambio estaría entre $21 y $22; la decisión del Ministerio de Economía de adquirir dólares en el mercado financiados con la emisión de deuda en moneda nacional; y la decisión del BCU de conservar la Tasa de Política Monetaria en 6,25%, lo que equivale a una tasa real prácticamente nula, sugiriendo que se busca “mantener un claro equilibrio entre los objetivos de la estabilidad de precios y de la capacidad competitiva de la economía uruguaya.

Dichas medidas, típicamente “nominales”, les permiten a las autoridades ganar algún tiempo y elevar transitoriamente el tipo de cambio. Sin embargo, para que sean exitosas en el largo plazo y se traduzcan en ganancias “reales” de competitividad deben ir acompañadas con mayores niveles de ahorro del sector público y privado, y aumentos generalizados en la eficiencia y productividad de la economía. Si usted cree que eso va a suceder, quizás le convenga comprar dólares. Si, por el contrario, usted estima que se trata de un alza del tipo de cambio poco fundada y temporal, con riesgo de comprometer la estabilidad de precios, compre unidades indexadas (UI) para protegerse de la inflación.

Fuente: Semanario Búsqueda de Uruguay (22 de julio de 2010) y http://aldolema.com