Dharavi“El mundo de la utilidad” es la convocatoria a la reflexión que en esta oportunidad nos comparte en Sociedad Uruguaya el ensayista Adrián Aranda adrarcapp@gmail.com

Hace tres semanas Equipos Mori por medio de Presidencia publicó un estudio titulado “Los valores en Uruguay: entre la persistencia y el cambio”. El mismo afirma que el 45% de los uruguayos cree que se es pobre por “falta de voluntad”. Además el porcentaje de personas que piensan que  los pobres lo son  “porque la sociedad los trata injustamente” disminuyó desde 1996 a 2011 de un 77% a un 34%.

Esto responde a un discurso que se está imponiendo en ciertos sectores de la sociedad que dice lo siguiente: «Los pobres son pobres porque no tienen voluntad ni disposición para trabajar». Dicho discurso es peligroso, alimentado por las clases poderosas, comprado por la cascoteada clase media, y alimenta en el imaginario colectivo de la sociedad tres concepciones altamente erróneas:

  1. Excluye a la sociedad, al Estado y a los individuos de la responsabilidad de velar por las clases más pobres y vulnerables.
  2. Desconoce el origen del capitalismo, el cual se construyó a través de la acumulación de capital mediante las conquistas, matanzas y saqueos coloniales de las potencias europeas en los siglos XVI y XVII.
  3. Legitima un modelo socioeconómico injusto, que preserva la desigualdad, del cual las generaciones futuras se avergonzarán.

Además, este discurso surge de las bases de nuestra sociedad contemporánea basada en la utilidad, es decir en el hecho de que la vara de medir el valor esencial de todo lo que existe es la rentabilidad económica. Seres humanos, cosas, etcétera, son valiosos o no en la medida que den rédito económico. Sobre esta premisa la lógica nos dice que un pobre no da ningún tipo de rédito, e incluso genera “pérdidas” cuando el Estado toma la carga de sus necesidades. En base a esto, es menester preguntarnos: ¿Esta lógica de pensamiento concuerda con nuestra realidad socioeconómica? ¿Siempre fue la utilidad lo que dio valor a lo que existe?

La respuesta a ambas preguntas es negativa. En primer lugar, el capitalismo funciona con la pieza clave de la exclusión. Sin esta pieza todo el sistema se desplomaría. Discutir si el capitalismo genera pobres o no es como discutir si fue primero el huevo o la gallina, pero lo cierto es que la pobreza es un factor necesario para la continuidad del capitalismo. Sin pretender hacer una crítica marxista que no compete con mi pensamiento, es una realidad que el capitalismo se basa en un desequilibrio de acumulación y vaciamiento de recursos en los distanciados estratos de la sociedad.

Por otro lado, esta lógica de la utilidad no procede de la fundación del mundo, sino del pensamiento económico liberal del siglo XVIII. Durante los siglos XVI y XVII, con el nacimiento del Estado de derecho, surge también como vara de medir la gobernabilidad, lo jurídico, es decir, que lo valioso y valedero era la efectividad de las leyes y su aplicación. Sin embargo, en el siglo XVIII los fisiócratas y los fundadores de la ciencia económica como Adam Smith, comenzaron a ver en el mercado una autonomía que le permitía regularizarse por sí mismo. Para la fisiocracia sería “el gobierno de la naturaleza” y para Adam Smith “la mano invisible”. Esta lógica comenzó un largo camino que terminaría imponiendo al dios mercado como el máximo valor de la sociedad, a través del cual toda actividad humana debe medirse.

En nuestros días los pobres representan números rojos para el mercado. No producen, no consumen, es decir, no contribuyen a su movimiento, por lo cual resultan obsoletos. Su obsolescencia les condena a cargar la culpa de su propia condición, pues ahondar más profundo y encontrar esta culpa en la historia humana podría desmoronar toda nuestra imagen idealista del mundo”.

Fuente Imagen: laciudadviva.org