Rodrigo Nuñez nos acompaña una vez más con uno de sus cuentos. En este caso se trata de “Un día de pesca”.

Era abril de 1960, mi padre y yo decidimos ir de pesca hacia el Río Uruguay.

Recuerdo de aquel entonces cuando mi padre aprontaba sus herramientas de pescas en su caja de madera y reparaba los azuelos de las cañas. Verlo en ese momento me llenaba de alegría, porque el me estaba dando una enseñanza que jamás olvidaría.

Una vez que aprontó todo me dispuse ayudarlo para llevar las cosas al bote azul que teníamos.

La parte que más me gustaba fue cuando partíamos en el bote y yo tomaba los remos para hacer remar aquel río tan cristalino y transparente, ya que me deslumbraba al ver los peces de todos colores y tamaños. Cada vez que observaba esa belleza, le decía a papá: – MIRÁ, MIRÁ Papá…como se mueven los peces -, y mi padre me respondía:- Ves que bonita  es la vida en el mundo marino…así debes cuidar la vida natural en la tierra-.

Durante ese viaje hermoso que habíamos hecho con papá, en un momento nos detuvimos en un muelle para poder pescar tranquilos.

Es así, que pasábamos horas pescando y riéndonos juntos a los chistes locos que papá decía. Pero el mejor chiste que más nos hacía reír era cuando los peces me comían la lombriz del anzuelo y no pescaba nada.

De pronto, de las tantas veces que no pescaba en aquel muelle, como arte de magia ese día se dio. Lo cual atiné a tomar la caña fuerte, y del susto que me pegué tiré el tarrito de lombrices en el agua, al percibir que ese pescado era grande.

Papá, también se asombró de lo que estaba sucediendo y me agarró de atrás para que yo atrapará ese pez enorme y diciéndome: -Pablito fuerza…tú puedes, no te dejes vencer por ese pez; y así fue, saqué tanta fuerza que pude sacar un enorme dorado.

Mirándome mi padre a los ojos me dijo: -Pablito fue el mejor pez que me has regalado en esta vida…estoy orgulloso de ti-, después de esas palabras me abrazó fuerte y me contestó: Así como te esforzaste para atrapar ese pez, esfuérzate para lograr tus metas en la vida.