Compartimos la columna del senador del Partido Colorado, Pedro Bordaberry que lleva como título: “El nombre del frío”.

“¿Qué hay en un nombre?” se preguntaba Julieta en el drama Shakespereano que enfrentaba a Montescos y Capuletos. “Si una rosa dejara de llamarse rosa, seguiría oliendo a rosa”, concluía.

En un mundo híper mediatizado en el que se generan miles de noticias por hora, las que circulan a una enorme velocidad, el nombre a veces parece ser más importante que el contenido.

Los nombres identifican a productos más que sus cualidades. Así las marcas crean adhesión y muchas veces aseguran la calidad, otras veces no.

Cuando era oposición el actual Partido de gobierno, el Frente Amplio, nombró y repitió hasta el cansancio nombres que no identificaban adecuadamente al contenido de las cosas.

Así cuando se promovió la recolección de firmas y posterior plebiscito contra la ley que permitía que Ancap se asociara con privados para poder enfrentar la creciente competencia regional de empresas similares, se dijo al pueblo a pedir su firma “nos quieren vender Ancap, no lo permita”.

De poco valió explicar que era una asociación y no una venta. Asociación mucho más conveniente que la que luego hizo el Frente Amplio en el gobierno con la empresa Leadgate por Pluna o la que hoy está haciendo con PDVSA (Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima).

La misma que hoy podrá hacer luego que, con los votos de la oposición y no del Partido Comunista, se apruebe la ley de asociación público privada.

Cuando el ex Ministro Díaz se propuso liberar más de mil presos como medida para mejorar la seguridad en nuestro país, envió una ley que llamó “De Descongestionamiento del Sistema Carcelario”.

Un lúcido militante frenteamplista lo criticó severamente.

Sus críticas no fueron que no se debía liberar más de mil presos porque ello ocasionaría la ola de inseguridad y violencia que hoy, seis años, después estamos viviendo. La crítica fue al nombre que se le había puesto a la ley: “estaremos pasando el mensaje que estamos liberando presos para descongestionar cárceles” expresó. Por eso propuso que se la llamara “Ley de Humanización del Sistema Carcelario”, lo que finalmente se hizo.

Pero igualmente se descongestionaron las cárceles y se provocó el aumento de la inseguridad. La “humanización” no llegó y se vivió el año pasado con incendios y huelgas.

Es que el nombre no hace a la cosa aunque, a veces, se logran objetivos políticos con él.

Esta semana que termina asistimos a un enorme desatino. El gobierno hizo un llamado a que los ciudadanos no ayuden a quienes están en situación de calle. Pidió que no se de comida caliente, ni frazadas, ni se les ayude porque de lo contrario no concurrirán a los albergues ni a los programas del Estado.

En los hechos fue pedir que no se asista a la gente en situación de calle para que pase mal y sufra. De esa forma, al sufrir, entiende el gobierno que estas personas concurrirán a los centros estatales.

Ese razonamiento se dio de bruces con la realidad. Varias personas fallecieron en los últimos días. Muertes por frío en el Uruguay que registra las tasas de crecimiento económico más grande de su historia.

Ello nos golpea duramente como sociedad y como país.

Cuando se esperaba que nuestro Gobierno reaccionara nos encontramos con la respuesta del Subsecretario del Ministerio de Desarrollo que volvió a los nombres. No es que las personas en situación de calle se estén muriendo por la falta de atención elemental y básica del Estado. Para el jerarca lo que sucede es por culpa del modelo neoliberal de los años 90 pero sobre todo porque “los gurises se compran todo marca Nike y camisetas de marca, una sociedad de consumo”.

Si hiciéramos lo mismo que hacía el Frente Amplio en los años que era oposición diríamos que promovieron la muerte de la gente de calle al pedir a los ciudadanos que no los asistan.

Pero no lo haremos porque el nombre no hace a la cosa. Si diremos que el gobierno tiene hace muchos años una herramienta legal que permite la internación compulsiva de personas con desórdenes mentales. Debió recurrir a ella y así cumplir con su obligación de asistir a ciudadanos en situación precaria.

Estuvo omiso y no fue culpa de una marca de championes.