El juego compulsivo o ludopatía es la enfermedad caracterizada por el impulso incontrolable a jugar, es decir, cualquier tipo de actividad en que la persona pone algo de valor en riesgo sobre las bases de un resultado desconocido. Al no provocar síntomas físicos, debido a que genera únicamente una dependencia psicológica, se conoce a esta enfermedad como “la adicción invisible”.

Según los especialistas, la diferencia entre un ludópata y alguien que sólo quiere pasar un rato de distracción, está en que los primeros tienen más tiempo de lo normal para dedicarle al juego, gastan más dinero del que pueden y asisten a lugares de apuestas con mayor frecuencia.

El juego se vuelve una adicción cuando provoca conflictos familiares, emocionales, legales o financieros, y la persona continúa apostando igualmente. El jugador precisa de la sensación de ganar, aunque la mayoría de las veces no se de.

Este desorden en la salud mental, de descontrol de los impulsos, se da cuando la persona piensa constantemente en el juego, aumenta sus apuestas a modo de mantener la emoción, y cree que para recuperar el dinero perdido la mejor solución es continuar jugando.

Parecería ser que las máquinas tragamonedas son las que generan mayor adicción compulsiva porque la resolución del juego es casi inmediata. A este juego le sigue con mayor afición la ruleta, las cartas y por último la quiniela y el turf.

Es común que el adicto mienta para esconder que ocupa su tiempo apostando por vergüenza. En el extremo cuando ya no posee dinero para apostar recurre a actos ilegales para conseguirlo. La violencia en el hogar, dejar los estudios y la pérdida de trabajo son consecuencias casi inmediatas del juego compulsivo. De esta manera, no sólo arriesga sus pertenencias sino que también todas sus relaciones interpersonales. Al igual que el alcoholismo, el jugador se vuelve tolerante a la cantidad en juego. Esto quiere decir que cada vez siente la necesidad de apostar más cosas para sentirse satisfecho.

Nicolás cuenta que “una vez fui a un casino, gané mucha plata y pensé que sería mi salvación”, pero en realidad era el principio de un gran problema. Nicolás comenzó a frecuentar los casinos y se hizo adicto a la ruleta electrónica, “tuve que vender mi auto, hipotequé la casa y perdí el trabajo, terminé perdiendo miles de dólares y casi pierdo a mi familia”. Finalmente después del tratamiento Nicolás recompuso su matrimonio y después de estar desocupado un tiempo abrió su propio negocio.

El tratamiento para los jugadores compulsivos empieza por reconocer que tienen una enfermedad. La negación es una característica de todas las adicciones, y es por eso que al aceptarlo, los pacientes ya están dando un primer paso hacia la recuperación.

En Fundación Manantiales los tratamientos para este tipo de adicción cuenta con terapias individuales, cognitivo conductuales, familiar o de pareja y grupos de apoyo.

Fundación Manantiales.
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Fuente Imagen: buenapraxisnews.blogspot.com