mundo_mejorTiempos de intolerancia y de falta de autocrítica. Seguramente, de la mano de esto, también de la humildad. Adrián Aranda nos convoca a reflexionar sobre estos temas y cómo nos relacionamos diariamente y cómo somos responsables de cambiar ciertas actitudes que no edifican.

“En los albores del siglo pasado, la Revista Times envío una carta a los escritores más preeminentes de la época, invitándolos a escribir un ensayo en base a la pregunta “¿Qué está mal con el mundo?”. Fuera de toda predicción, G. K. Chesterton, en vez de escribir un ensayo, contestó de manera concreta y precisa: “Estimados, Yo mismo”.

El escritor británico encontraba el problema de la humanidad que precedió la Primera Guerra Mundial, en una sola causa: El hombre mismo. ¿Es pertinente esta definición en estos días? Vivimos en una época en que es necesario preguntarnos qué está mal, y por supuesto que hay muchas cosas que están mal, desde la política, la religión, la economía etc., pero encontrar la primera causa nos es más que necesario para reparar nuestra sociedad.

La dicotomía “izquierda/derecha” sigue vigente en nuestros días, por supuesto con las mutaciones inherentes al paso del tiempo. Las discusiones políticas se limitan a un margen del cual no salen: el mercado. Toda idea política gira en torno a los dilemas de la intervención o no intervención estatal; del proteccionismo o la apertura del comercio; una puja de intereses de un lado y del otro, cuya lógica, independientemente que sea izquierda o derecha, es la utilidad y el crecimiento económico. La religión se ha vuelto el recurso de los desesperados, y esto ha llevado fanatismo y manifestaciones de violencia verbal, psicológica y física. Para los creyentes contemporáneos, es imperante ayudar a Dios en su batalla contra enemigos en común, que son los causantes del mal en el mundo: homosexuales, feministas, progresistas, u occidentales en caso de los yihadistas. Ya no encontramos a Dios en nuestro diario vivir, el Dios simple que ama, que perdona, que enseña, corrige y guía a sus hijos se ha vuelto el Comandante en Jefe del “ejército purificador” de la sociedad.

Nuestros tiempos carecen de autocrítica. Nos es más fácil posicionarnos de un lado y criticar al bando contrario. El periodismo amarillista es repugnante, los periodistas que se politizan por causas que ni ellos entienden, vivimos en tiempos del blanco o negro, no hay términos medios, no hay capacidad de diálogo. Nos hace falta decir: “Estimados, yo mismo estoy mal con el mundo”. Somos nosotros, los hombres, quienes hemos construido la sociedad que hoy tenemos, e independientemente de que el mal está esparcido por todas las esferas de la sociedad, la causa del mismo sigue siendo la que Chesterton respondió a Times: “Yo mismo”. El problema del hombre es el hombre. Y aunque nos cuesta aceptarlos, las atrocidades que vemos a diario en las noticias son cometidas por seres de nuestra misma especia, somos nosotros reflejados en otros seres, en diferentes contextos, pero al fin y al cabo, humanos.

Recientemente, el Papa Francisco, en su nuevo libro “El Nombre de Dios es Misericordia”, escribe: “Cada vez que cruzo la puerta de una prisión, siempre me pregunto, ‘¿Por qué están aquí, y yo no?’ Yo debería estar aquí, merezco estar aquí. Su caída podría haber sido la mía. No me siento superior a los que están delante de mí», en otras palabras está respondiendo a la misma pregunta que aqueja nuestra existencia desde sus inicios: ¿Qué está mal con el mundo?…Estimados, yo mismo, yo estoy mal con el mundo, y si no reconozco eso, difícilmente podré hacer algo por el mundo”.

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