“Estos seres maravillosos. De mirada atenta y expectante ante cualquier gesto del dueño, de lealtad incondicional y de Amor sin límites, lo único que pretenden es compañía, comida, abrigo y cariño”.

Los conceptos corresponden a Ronald Pais, ex hombre público, despidiendo a su amigo Ringo que falleció.

Y conste que puse amigo, en lugar de perro o mascota, porque el amor con el cual se dirige Ronald a quien lo acompañó en estos años es digno de reconocimiento.

Ronald quien siempre ha sido un defensor del bienestar animal.

En esta ocasión, de forma excepcional, compartimos el conjunto de estas sentidas líneas que no tienen desperdicio, a pesar de aquellos que expresen: “Ufa Ché. Tanto lío por un perro”.

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RINGO

Allá por el 2009 volvíamos de uno de nuestros tantos viajes a Rivera. Algo cansados por haber hecho muchas cosas los últimos tres días. Llovía suavemente.

Me pareció ver algo en el medio de la carretera y aminoré la marcha. Al principio pensé que era un cachorro de zorro desorientado pero luego ví que era un perro. De tamaño mediano, pelaje dorado, cruza de quién sabe qué progenitores. Flaco, desnutrido, corriendo en la lluvia, como por una imaginaria línea central, totalmente expuesto a ser atropellado.

Lo tenía a unos metros y seguía corriendo delante del vehículo. Le toqué bocina para que se apartara pero siguió haciendo lo mismo. Afortunadamente no venía ningún otro vehículo en una carretera (Ruta 5) muy transitada. Me puse a un lado, muy despacio y me fui acercando para que se fuera a un costado de la carretera. Lo hizo y yo avancé. Cuando miré por el espejo retrovisor había vuelto a ubicarse corriendo en el medio del asfalto.

“El próximo camión que pase lo mata” le dije a mi esposa. “No sé qué le ocurre, parece como si estuviera buscando la muerte” me dijo. “No lo podemos dejar así”.

En una entrada di vuelta en redondo. Nuestra intención era sacarlo de la ruta y del peligro. Buscamos algo para tratar de agarrarlo y por alguna causa que no nos hemos podido explicar, teníamos la correa de uno de nuestros otros perros en el asiento de atrás.

Estacioné la camioneta y me bajé pero cuando trataba de acercarme huía. Ingrid se bajó y lo intentó ella. El se agazapaba temeroso y emitía un aullido lastimero pero no huía. Finalmente mi esposa le colocó la correa alrededor del cuello, lo acarició, lo calmó.

La pregunta era “¿Qué hacer ahora con él? Estaba muy flaco, cubierto de garrapatas, con varias heridas pero no graves y muy asustado. Estábamos en el km 463, o sea casi a medio camino entre Rivera y Tacuarembó. Ninguna casa a la vista. Concluímos que quien lo tenía lo maltrataba, dado su estado. Finalmente lo subimos al vehículo pensando luego qué decidir.

El se acomodó en el suelo de la parte trasera y se quedó muy quieto.

Entramos en Tacuarembó, le compramos un poco de carne en un supermercado, le pusimos un recipiente con agua. Se devoró la carne y bebió mucha agua. Al acariciarlo ya nos movía la cola. Habíamos pensado en dejarlo en alguna sociedad protectora local pero cambiamos de opinión: se vendría con nosotros.

Cuando llegamos a casa, me metí en la ducha con él para bañarlo y sacarle las garrapatas. Conté 145.

Temíamos de su adaptación y de que los otros perros lo aceptaran. No hubo grandes problemas. Él era tranquilo y nada agresivo. Primero estuvo con Fito, otro perro también recogido, separado de los ovejeros alemanes que son muy celosos, pero cuando su compañero murió y el líder ovejero de la manada también, él se integró a los demás colegas, que llegaron a ser siete y después a quedar solo cuatro, contándolo.

Durante todos estos años fue un perro humilde, agradecido, muy guardián y desconfiado de los extraños a los que no se acercaba.

No recibió nunca un golpe en más de 11 años pero cuando llegaba la noche y yo me acercaba, se acurrucaba temeroso como esperando recibir castigo. Yo lo acariciaba y él se tranquilizaba. Tanto mi señora como diversas empleadas que hemos tenido y que son parte de la familia, lo consentían y él demostraba su alegría.

Devoraba con desesperación su comida, como no olvidando sus anteriores necesidades.

De muy buena salud, sólo tuvo hace un tiempo una otitis rebelde que le dejó algo arrugada una oreja. Después nunca nada. Petiso pero macizo y fuerte.

Ayer tuvimos que dormirlo. Una insuficiencia renal muy agresiva que no advirtieron los veterinarios en un primer momento, lo deterioró rápidamente. No respondió a los tratamientos, a pesar de que agotamos los medios para tratar de salvarlo.

perro compañeroA pesar que ya me cuesta un poco físicamente, cavé su tumba al lado de los que también fueron compañeros suyos. Siempre he tenido ese ritual. Creo que es el mejor homenaje que uno puede hacer con un ser querido: cavar su tumba. Porque cada palada está acompañada con un torrente de sentimientos que recorre todo nuestro cuerpo, que atenúa y le da sentido al esfuerzo.

Cuando era joven siempre decía, románticamente: “Quiero que mi tumba la cave mi mejor amigo”. Eso ha quedado atrás en esta época de practicidad donde esa tarea la hace el personal del cementerio, con una máquina, si es que se va a la tierra. O a frías construcciones de hormigón en otros casos, si es que no se opta por la cremación, que ahorra molestias y gastos a los deudos.

Pero menciono esto para explicar que, para mi esposa y para mí, un sepelio es algo mucho más serio, más sagrado y más ritual que lo que practica la Sociedad actual.

Cuidadosamente Ingrid aseó su cuerpo exánime y lo cubrió con la mejor sabana que pudo encontrar. Generalmente los acompañamos de sus juguetes preferidos, pero nos dimos cuenta que Ringo nunca había tenido uno. No porque no se lo hubiéramos ofrecido. Simplemente porque a él no le interesaban.

Y en eso otra reflexión. Estos seres maravillosos. De mirada atenta y expectante ante cualquier gesto del dueño, de lealtad incondicional y de Amor sin límites, lo único que pretenden es compañía, comida, abrigo y cariño.

Te acompañarán adonde sea que vayas y te enseñan que la mejor manera de utilizar el tiempo en esta vida que Dios nos da, es estar junto a los seres queridos.

Pero a nosotros nos cuesta entender y malgastamos nuestros mejores momentos para tener cosas que no nos vamos a poder llevar. Nos engañamos creyendo que tener más nos hace ser más. Y a veces mezquinamos lo más valioso que podemos dar de nosotros mismos: una mirada, un gesto, una palabra que haga feliz a los que amamos.

Ringo llegó sin nada material pero nos dejó una enorme fortuna durante estos años en los que fue nuestro querido hijo.

No espero que todo el mundo comprenda de lo que hablo.

He oído tantas veces: “Ufa Ché. Tanto lío por un perro” Y cuando lo escucho de alguien no me enojo. Siento una profunda compasión por esa persona. Porque no ha conocido el final del arcoíris ni la profunda huella que unos ojos vivaces y una colita agitándose de alegría pueden dejar para siempre en tu corazón.

Fuente Imagen: pixabay.com