Por Marcelo Márquez.

“En tu cumpleaños, celebramos todo lo que te hace especial, y por eso te deseamos un año lleno de inspiración, logros y motivos para sonreír”.

¡Felicidades! Global.

El reconocimiento, el regalo, lo recibió este lunes 4 de agosto, el Director General en Irismedia (España), Santos de la Torres Lucas.

“Llegar el 4 de agosto a la ofi y encontrarte con esto, te hace amar aún más esta profesión, sobre todo por la gente que la conforma y por los partners (que no proveedores) con los que se trabaja”, fue el posteo en Linkedn del homenajeado.

No conozco a Santos de la Torres Lucas, pero su posteo me llevó a la reflexión sobre respecto a lo que nos rodea, lo que recibimos, lo que realmente necesitamos y valoramos. O sea, en este pasaje terrenal por la vida (para quienes creemos que existe un más allá), cumplir años, puede significar muchas cosas y ello repercutir en nuestro estado de ánimo, en el balance de lo que estamos viviendo, o quizás pasar de forma casi (no creo que nadie que cumpla años no medite o repare en ello al menos un segundo durante dicha jornada), inadvertida.

En este caso puntual, destaco el sentimiento, la intención de quienes tienen un gesto de regalar, de extender su mano hacia el otro, en este caso con Santos de la Torres Lucas, y fundirse al menos en un instante con la intención de bendecirlo por “todo lo que te hace especial” y el anhelo de los próximos 365 años (o 366 en caso de ser bisiesto) de “inspiración, logros y motivos para sonreír”.

También es muy importante ser agradecido por dicho obsequio, ese regalo, ese puente invisible, esa conexión que en este caso involucra a varias personas y que nace del deseo de dar sin esperar y florece en quien recibe, como una caricia que dice “te vemos te valoramos”.

Y tengamos en claro que no siempre tiene forma ni precio, pero siempre, siempre, deja huella.

Es cierto que en buena medida el reconocimiento es a lo que significa el homenajeado por su profesión, lo que no es un tema menor, aquello para lo cual nos formamos, nos permite el sustento, y cuando amamos, lo disfrutamos, a pesar de sus vaivenes… como la vida misma.

Soy de los que cree que al fin y al cabo, en el cumpleaños, más que regalos, el alma anhela ser vista. Que te reconozcan, que te digan «feliz vida», que te abracen con palabras y gestos, es un bálsamo profundo. Esos pequeños mimos, que parecen simples, son caricias al corazón: nos recuerdan que existimos, que importamos, que somos amados. Y eso… vale más que cualquier fiesta, que cualquier manjar que es efímero ante lo que perdurá en lo profundo de nuestro ser.

Y vos, en tu cumpleaños: ¿qué recibiste y qué necesitás recibir?