A continuación compartimos la columna del diputado colorado Alberto Scavarelli titulada “Más allá de estar o no estar”.

El nunca más convocado para el 19 de junio como reducción de un propósito
presidencial mayor que no se pudo concretar, dejó a la sociedad uruguaya en
una compleja encrucijada.

La convocatoria del presidente de la República, originalmente fue para un
acto que comenzó siendo desfile civil y militar, bajo la consigna de nunca
más violencia entre los uruguayos, con decretos incluidos de indemnización a
las victimas y sus familiares de ambos lados. Un principio pacificador que
muchos compartimos siempre y algunos seguramente desde oportunos desde
ahora.

Pero el acto propuesto por el presidente no pudo ser. La resistencia interna
fue intensa e inmediata, promovida con pasión desde su propio partido de
gobierno. La respuesta del presidente no se hizo esperar y sorpresivamente
apareció en el edificio sede de la Presidencia de la Republica, dejando sin
efecto el desfile y descartando su propia reelección en pleno acto oficial.

El 19 de junio por resistencia de su propia gente, quedo transformado
entonces en anunciado muy breve acto de entrega de ofrenda floral al pie del
monumento a Artigas en la Plaza Independencia.

En consecuencia este cambio radical determina necesariamente, que si la
convocatoria ya no es lo amplia que fue ayer y se redujo a esto de ahora,
estamos ante otra cosa. Se torno en una consigna que reduce el nunca mas a
todo terrorismo y violencia venga de donde venga, al terrorismo de estado.
Un terrorismo de estado que rechazamos visceralmente pero que ahora queda
parcializado pues la consigna deja fuera la otra cara de la violencia
padecida en aquellos años terribles del país.

Porque resulta claro que más allá de posturas especulativas, el nunca más en
esta oportunidad – y como pocas veces antes – significa distintas cosas
según quien las proclame en la convocatoria y para cada uno parece tener
contenidos de distinta interpretación absolutamente antagónicos.

Con la puesta de la ofrenda floral al pie del monumento a Artigas, estaremos
en el mejor de los casos ante una obra abstracta, donde cada uno pone sus
propias impresiones. Pero este caso no es arte, es política pública y las
consignas deben ser muy claras sin admitir dobles interpretaciones.

De ese modo quien fuere y quien no fuere, estará dando con su presencia o
con su ausencia significaciones distintas, o simplemente no habrá de
significar nada.

Para nosotros que creemos irreductiblemente en el nunca más a la violencia
venga de donde venga, esto ya ha sido claramente dicho en la salida
democrática cuando con generosidad y altura de miras la sociedad uruguaya
estableció un conjunto de medidas que fueron de amnistía a quienes se
alzaron ilícitamente en armas contra el estado de derecho en democracia,
hasta llegar a la variable de amnistiar a quienes también violaron derechos
humanos pero desde el estado.

Fue de tal intensidad el propósito pacificador, que finalmente la propia
amnistía a los militares fue ratificada en masiva consulta popular.

También fue en el marco de ese mismo proceso de construcción del nunca más
en la segunda mitad de la década de los 80, que los uruguayos llegamos a
amnistiar a los presos comunes a los que se llamó presos sociales, y se
indemnizó por reconstrucción de su carrera funcional a quienes habían sido
destituidos sin preguntar mas nada que la fecha.

Se trató de un sabio conjunto de acciones concretas que la sociedad uruguaya
se dio para estampar el nunca más y poner la mirada hacia delante, sin
olvidar, ni perdonar.

Cada gobierno desde entonces fue realizando los aportes que el tiempo le
permitió para consolidar ese proceso.

Así la amnistía para los presos comunes, o la amnistía para quienes habían
integrado organizaciones guerrilleras hubieran o no estado presos, se tornó
definitiva e irreversible. No quedó espacio alguno por donde hurgar porque
por mandato legal quedo cerrado a cal y canto.

La ley de amnistía para los militares y policías en cambio, por su artículo
4º dejó entreabierta la posibilidad de la averiguación de los hechos y la
determinación caso a caso de quienes estaban amparados por esa norma de
pacificación.

El actual gobierno ha tenido su propia interpretación de ese artículo, y en
el acierto o en el error ha venido actuando. Lo demás el tiempo lo habrá de
juzgar.

Para nosotros el asunto es claro, y el camino de la paz entre los uruguayos,
el nunca más violencia aún encubierta de ideológicas razones, el nunca más
que nadie se sienta en el derecho de representarnos en organizaciones o
desde instituciones para violar derechos humanos, es un principio
permanente.

Se requiere que día a día cada cual desde el lugar que debe y puede,
contribuya con algo de sí en la difícil pacificación de los espíritus ante
tanto dolor vivido.

En eso estamos y en eso estaremos siempre, mas allá de la repulsión que
sintamos con el recuerdo o con cada nueva información que ponga a la
intemperie la barbarie venga de donde venga.

Parece buena cosa recordar que el tratado de Roma y la definición de los
delitos de lesa humanidad, define como actores de este delito contra la
condición humana, a los Estados y a las organizaciones de personas que han
tenido el desvarío de ejecutarlas. Por eso no hay espacio para falsas
interpretaciones, ni siquiera a en el marco más moderno de las convenciones
internacionales.

Es tan confusa la convocatoria, y son válidas tantas formas de entenderlo,
que nos llevan a no juzgar a nadie por estar o por no estar, aun cuando en
algunos casos la intención, no siempre coincida con la acción. Pero
preferimos como siempre presumir la buena fe.

Al nunca más construido con claridad y sin dobles interpretaciones de ayer,
ya nos adherimos fervientemente cuando se construyó la salida democrática y
ese propósito pacificador y sin olvido, contará siempre con lo mejor de
nosotros.

Representante Nacional.- Partido Colorado.-Uruguay.

ascavarelli@gmail.com>
www.scavarelli.com