El desarrollo, y en particular la industrialización, han contribuido de forma extremadamente positiva a la salud, así como a una mayor prosperidad personal y social, y a una enorme mejora de los servicios de salud y educación, los transportes y las comunicaciones. Indudablemente que, en escala mundial, la expectativa de vida humana ha aumentado. Sin embargo, la industrialización ha tenido también consecuencias negativas para la salud, y no sólo para los trabajadores, sino para la población en general. Esos efectos se derivan directamente de la exposición a agentes perjudiciales a la salud o al deterioro del medio ambiente.

Los peligros derivados del trabajo así como los peligros para la salud de origen ambiental pueden ser de carácter biológico, físico, biomecánico o psicosocial. Entre ellos se incluyen factores tradicionales como las deficiencias de saneamiento y vivienda, y la contaminación agrícola e industrial del aire, del agua, de los alimentos y del suelo.

La principal conexión existente entre el lugar de trabajo y el medio ambiente general es que la fuente de peligro suele ser la misma, ya se trate de una actividad agrícola o industrial. Para controlar el peligro sobre la salud, puede resultar eficaz en ambos casos un enfoque común. Así ocurre especialmente a la hora de elegir tecnologías químicas para la producción. Si se puede obtener un resultado o un producto aceptable con una sustancia química menos tóxica, la elección de dicha sustancia química puede reducir o incluso eliminar el riesgo para la salud. Un ejemplo es la utilización de pinturas al agua, más seguras, en vez de las que contienen disolventes orgánicos tóxicos.

Los conocimientos científicos y la capacitación que se requieren para evaluar y controlar los peligros para la salud de origen ambiental son en su mayoría los mismos que se precisan para abordar los peligros para la salud en el lugar de trabajo. La toxicología, la epidemiología, la higiene, la ingeniería de la seguridad son los instrumentos básicos de la ciencia del medio ambiente. El proceso de evaluación y gestión de riesgos es también el mismo: identificación de los peligros, clasificación de los riesgos, evaluación de la exposición y estimación del riesgo.

Los pasos siguientes son evaluar las opciones de control, controlar la exposición, dar a conocer el riesgo al público y establecer un programa continuo de vigilancia de la exposición y el riesgo. Así pues, la salud en el trabajo y la salud ambiental están estrechamente ligadas por metodologías comunes, especialmente en materia de evaluación de la salud y control de la exposición.

En muchas ocasiones se han identificado peligros para la salud de origen ambiental a partir de observaciones de consecuencias adversas sobre la salud de los trabajadores, y es indudable que en el lugar de trabajo es donde mejor se comprende el efecto de las exposiciones industriales. La documentación de los efectos sobre la salud se realiza generalmente por una de las tres vías siguientes: experimentos con animales u otros experimentos de laboratorio, exposiciones accidentales de alto nivel o estudios epidemiológicos realizados tras dichas exposiciones.

Para llevar a cabo un estudio epidemiológico es necesario poder determinar tanto la población expuesta, como la naturaleza y el nivel de la exposición, así como comprobar el efecto perjudicial sobre la salud. Suele ser más fácil definir los miembros de una población laboral que los componentes de una comunidad, especialmente en una comunidad muy cambiante; la naturaleza y el nivel de la exposición a que están sometidos los distintos miembros de la cohorte suelen estar más claros en una población laboral que en una comunidad; y los resultados de altos niveles de exposición son casi siempre más fáciles de delimitar que cambios más sutiles atribuibles a un bajo nivel de exposición.

Dado que los resultados negativos para la salud son más evidentes en los trabajadores, se ha utilizado la información sobre los efectos de la exposición en el trabajo a sustancias tóxicas para calcular el riesgo que presentan esos factores para la salud de la comunidad en general.

Por ejemplo el caso del cadmio, en 1942 empezaron a notificarse casos de osteomalacia con fracturas múltiples en trabajadores de una fábrica francesa que producía pilas alcalinas. Los conocimientos obtenidos en el lugar de trabajo contribuyeron a que se reconociera que la osteomalacia y la enfermedad renal que se estaba observando en Japón, la enfermedad de «Itai-itai», se debían en realidad a la contaminación del arroz por regar los cultivos con agua contaminada por cadmio procedente de fuentes industriales. Así pues, la epidemiología en el trabajo ha contribuido en gran medida al conocimiento de los efectos de la exposición ambiental, lo que constituye una razón más para vincular estos dos ámbitos.

Desde un punto de vista estrictamente científico, para realizar una auténtica evaluación de efectos sobre la salud y establecer las relaciones dosis-respuesta es necesario tener en cuenta las exposiciones totales (ambientales más profesionales).

Un ejemplo clásico es la exposición a plaguicidas: la exposición en el lugar de trabajo puede verse considerablemente incrementada por la exposición en el medio ambiente, a través de la contaminación de los alimentos y las fuentes de agua, y de la exposición no profesional transmitida por el aire.

En un estudio realizado sobre cultivadores de algodón de Centroamérica que utilizaban plaguicidas, no sólo muy pocos de los trabajadores tenían acceso a ropa protectora, sino que prácticamente todos vivían en un radio de 100 metros de los campos de algodón, muchos en viviendas temporales sin paredes que les protegieran de la vaporización aérea de los plaguicidas. Además, los trabajadores solían lavarse en canales de regadío que contenían residuos de plaguicidas, lo que incrementaba aún más la exposición.

Para comprender la relación existente entre la exposición a plaguicidas y cualquiera de los efectos sobre la salud notificados se han de tener en cuenta todas las fuentes de exposición. En consecuencia, la evaluación simultánea de la exposición en el lugar de trabajo y la exposición ambiental mejora la precisión de la misma en los dos ámbitos.

Los problemas de salud derivados de los riesgos profesionales y ambientales son especialmente graves en los países en desarrollo, donde es menos probable que se apliquen métodos ya consolidados de control de los peligros a causa del limitado conocimiento de su existencia, la poca prioridad política concedida a las cuestiones de salud y medio ambiente, la escasez de recursos o la falta de sistemas adecuados de gestión de la salud ambiental y laboral.

Es necesario que al diseñar los lugares de trabajo y decidir la estrategias de control en materia de higiene industrial se han de tener en cuenta cuestiones ambientales de carácter general. Sustituir una sustancia por otra que no sea tan tóxica puede tener sentido desde el punto de vista de la salud en el trabajo, pero si esa nueva sustancia no es biodegradable o daña la capa de ozono no será una solución adecuada para controlar la exposición — lo único que se haría es trasladar el problema a otro sitio. Así pues, al vincular la salud en el trabajo y la salud ambiental se reduce el riesgo de adoptar decisiones erróneas en materia de control de las exposiciones.

De hecho, las normas de salud ambiental suelen ser mucho más estrictas que las de salud en el trabajo. Tenemos un ejemplo de ello en los valores de referencia recomendados por la OMS para determinadas sustancias químicas. La diferencia suele justificarse con el argumento de que la comunidad comprende poblaciones sensibles, como personas de edad avanzada, enfermos, niños pequeños y mujeres embarazadas, mientras que la población laboral goza al menos de una salud suficientemente buena para trabajar. También suele aducirse que el riesgo es más «aceptable» para una población laboral, pues son personas que se benefician de tener un empleo, y por consiguiente están más dispuestas a aceptar el riesgo. La cuestión de las normas o criterios suscita vivos debates de carácter político, ético y científico.

Vincular la salud en el trabajo y la salud ambiental puede contribuir de forma positiva a resolver esas controversias. A este respecto, estrechar la relación entre los dos ámbitos puede redundar en una mayor coherencia a la hora de establecer las normas.

Aunque varias instituciones hacen esfuerzos para unir la salud en el trabajo y la salud ambiental, cada una de ellas tiene una orientación propia y específica que no debe perderse. La salud en el trabajo debe seguir centrándose en la salud de los trabajadores, y la salud ambiental atender a la salud del público general. Aunque es conveniente que los profesionales actúen estrictamente en sólo uno de estos dos campos, comprender bien el otro incrementa la credibilidad, la base de conocimientos y la eficacia del empeño global.

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