Casa Lunas busca hacerle honor a su nombre y uno, a medida que descubre las tareas de la institución, lo va entendiendo. Casa Lunas es un centro para madres y padres adolescentes en donde, a pesar de las circunstancias diversas y adversas en las que se encuentren los jóvenes, se busca celebrar la vida. Así lo explicó Andrés Peregalli, educador de la institución, en entrevista exclusiva para Uruguay Solidario (www.uruguaysolidario.org.uy).

En el año 2000 un grupo de ex estudiantes salesianas, a través de diversas experiencias, constataron que las adolescentes embarazadas dejaban de participar de ámbitos de sociabilización. Esto implicaba quedar por fuera de aspectos como el trabajo y el estudio por lo que de alguna manera el embarazo terminaba obturando otros proyectos. Esta inquietud las llevó a formar Casa Lunas, institución respaldada por la Sociedad San Francisco de Sales (PP. Salesianos) que se va consolidando hasta que en el 2003 se establecen en su actual casa ubicada en Aparicio Saravia y Gral. Flores (Montevideo). En el 2004 entra en convenio con INAU (Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay).

Búsquedas

El objetivo madre de la institución es la búsqueda de respuestas visibles ante una situación social que, agravada en los últimos 15 y 20 años por políticas económicas y sociales no favorables, han dado lugar a un incremento importante en lo que respecta al embarazo adolescente. Esta búsqueda implica un proceso que tiene como fin acompañar a adolescentes a través de la experiencia del embarazo y paternidad no solo de manera más contenida sino desde un lugar de proyección y construcción. Al respecto Andrés establece que enfrentarse al embarazo y tener un hijo es una experiencia que cambia radicalmente la vida y para siempre. Es ahí donde la institución hace su aporte.

Este aporte busca tener una perspectiva interdisciplinaria y al mismo tiempo religiosa. Lo primero está dado por un equipo técnico que pretende abarcar las necesidades de las adolescentes desde diversos lugares y de manera integral. Es así que, junto con ellas, se busca ahondar su situación de madre así como también su propio vínculo con el niño. También se abordan temas cruciales como la nutrición, la lactancia y todo lo que respecta al desarrollo psicomotriz del niño. Esto se logra a través de talleres y actividades específicas que buscan la construcción de un conocimiento colectivo. Al mismo tiempo todos los ámbitos cotidianos se vuelven un espacio de aprendizaje que va desde los hábitos como llegar en hora, poner la mesa entre todos, comer, lavar los platos, la limpieza de la casa para el otro día, etc. Aquí se visualiza una clara pedagogía popular en donde todos los saberes, tanto como el de los educadores como el de las mamás y el del propio entorno, se ponen en función y al servicio de todos. Lo que trata de hacer la institución durante el tiempo que están en la Casa es ir procesando, proyectando, cuestionando, dialogando con ellos qué otras cosas pueden proyectar en el horizonte y qué quieren. Puede ser un trabajo, un estudio o cuando el niño egrese ir a un CAIF o a un jardín y continuar con un proceso educativo más formal agrega Andrés.

En cuanto a la perspectiva religiosa, Andrés anuncia que si bien no hay un religioso en la propia institución esta cuenta con un carisma salesiano que rige el trabajo institucional a través de cinco puntos como ser la razón, la religión, el amor, la familia y el estar entre jóvenes. Y de verdad, la casa grande y acogedora así como su predio verdísimo y lleno de árboles, invitan a compartir espacios generando esa sensación de familiaridad.

Funcionamiento

La institución trabaja con menores entre 12 y 18 años. Generalmente las mamás que llegan tienen entre 13 y 17 años. Andrés explica que su mayoría llegan derivadas de diferentes lugares como ser otras organizaciones de la zona, de las policlínicas, así como también de instituciones educativas. Pero también se acercan adolescentes recomendadas a su vez por otras jóvenes que ya han participado. Actualmente forman parte del programa 15 mamás con 15 niños más aquellas madres que si bien no participan directamente (por estar en reposo, dar a luz, enfermedad, etc) reciben igual atención.

No hay requisito de ingreso más que ser menor de 18 años. Durante el proceso, aquellas adolescentes que se aproximan a la mayoría de edad o que son madres de niños cercanos a los dos, forman parte del Grupo de Egreso. Aquí durante todo el año, desde marzo hasta noviembre, van procesando su ida de la institución. Este proceso se encuentra acompañado por una trabajadora social y una sicóloga y busca reflexionar sobre la historia de sus vidas, lo que han hecho, lo que les ha tocado vivir, lo que han decidido. Y ahora, lo que quieren para su futuro.

Al mismo tiempo y a medida que lo van queriendo y decidiendo, se les va orientando sobre lo que significa una salida laboral y educativa. Aquí la coordinación con otras organizaciones es crucial ya que por ejemplo, la articulación con el Movimiento Tacurú permite a las jóvenes una experiencia inicial, lo que a su vez les posibilita la entrada al mercado laboral. Para esto el taller sobre salud sexual y reproductiva se vuelve de suma importancia. En este taller además de interiorizarse sobre la sexualidad, métodos anticonceptivos, violencia familiar o doméstica se aborda el tema de género. En este espacio se cuestionan los roles sociales que establecen al padre como única figura que debe trabajar para mantener la familia, discursos que son mucha veces perpetuados por las propias jóvenes. Cuando este tipo de desconstrucciones se provocan, la institución busca otros ambientes para dar sostenimiento. En este caso por ejemplo, surgen las entrevistas a las parejas.

Sin embargo, la participación de los adolescentes varones ha sido un desafío desde los comienzos de la institución. La mitad de las jóvenes están en pareja pero eso no significa que participen con sus compañeros. Andrés agrega que no es porque no les interese compartir los talleres sino porque, justamente como mencionábamos, el varón lleva una carga social (y real) de sustento familiar.

Casa Lunas sabe que la institución es un instante y un segundo, por lo que la apropiación de herramientas por parte de las jóvenes es crucial. Estas herramientas no tienen porque ser nuevas. Surge como ejemplo el taller educativo que busca un reencuentro con el conocimiento ejercitando habilidades básicas de escritura, lectura y cálculo. Todo esto, más otros talleres como el de huerta orgánica para madres y niños así como el de manualidad forman parte de un completo programa educativo.

Pero es importante destacar que la institución también se encuentra ante un proceso permanente de aprendizaje y cuestionamiento. De esta manera y como lo comparte Andrés, la maternidad adolescente pasó de ser un «problema» a ser la «situación de la maternidad adolescente.» Aquellas jóvenes que alguna vez la institución las había llamado «beneficiarias» ahora son «participantes» del proyecto. Y al respecto Andrés agrega que antes hablábamos de proyectos de vida alternativos a la maternidad y ahora hablamos de proyectos de vida complementarios a la maternidad. Aquí surge una cuestión de búsqueda de intercambio y de proceso dialéctico que es muy enriquecedor.

Para más información
http://www.casalunas.org
512 17 15 / 514 51 44
calunas@adinet.com.uy

La información ha sido seleccionada del portal Uruguay Solidario www.uruguaysolidario.org.uy