En este caso reproducimos el Editorial del Periódico digital Venceremos Nº 14 (agosto 2008) bajo el título “Construir organización revolucionaria”.

Las relaciones de dependencia y dominación –con sus consecuencias de miseria y entrega de soberanía- se pueden sostener por la fuerza y el engaño, si nuestros enemigos pueden conservar su fortaleza y limitar la nuestra.

Ellos trabajan para consolidar su poder, y que lo logren depende del debilitamiento del nuestro.

Así es que, con especial dedicación, han lanzado y sostenido el discurso del apoliticismo, de la caducidad de las transformaciones de fondo.

Mediante distintos mecanismos nos sugieren que nos dediquemos a lo micro, a lo pequeño, ya que los grandes cambios no son posibles.

Junto a esto estimulan la fragmentación de la lucha del pueblo, que cada sector luche por lo suyo, jerarquizan lo “social” sobre lo “político”, como si fueran cosas opuestas, porque a todo esto se agrega otro elemento a su discurso: la “política” como algo perverso.

Nos mienten la verdad y nos muestran que hay un solo tipo de política, y como han impuesto la suya, la política atada a las instituciones del régimen, al pueblo le ofertan dos caminos o lo micro o prostituirse con la institucionalidad.

Sin embargo, le ocultan que el pueblo puede hacer su política y desde otro lugar.

Subestimando al pueblo. Promoviendo el atraso.

Los dominantes han instalado el discurso de la derrota y esto ha traído varias consecuencias.

Una de ellas es que el pueblo no está en condiciones de asumir la lucha política y, por ende, solo puede asumir lo pequeño, las reivindicaciones más simples. Que las reivindicaciones más pequeñas son las más adecuadas para movilizar (y las únicas posibles).

Pareciera que nuestro pueblo no sabe que los yanquis son los principales responsables de la miseria, que las movilizaciones más masivas de los últimos tiempos fueron las de repudio a Bush.

Más bien es la influencia del enemigo la que dice que son tiempos en los que los humildes tienen que restringirse a reclamar sobre pequeños aspectos de su realidad. Lo cual además trae como consecuencia la fragmentación porque cada uno lucha por sus pequeñas cosas.

Esto es una grosera subestimación del pueblo.

Pero, además, desde los centros de difusión ideológica del imperialismo se llega a plantear que esta situación es la ideal.

Que la lucha social, por reivindicaciones específicas, debe suplantar la lucha política del pueblo, así sea esta genuinamente revolucionaria.

Pareciera legitimo que el pueblo se organice por lo especifico y no para hacer la revolución.

Esto se pone de manifiesto cuando solo se divisan a las organizaciones sociales como actores de cambio o cuando se le asigna a la organización política un rol secundario como mera propagandista.

Mientras que las luchas sociales, específicas, se generalizarían y adoptarían un carácter revolucionario de forma espontánea, con el mero transcurrir del tiempo.

Y la movilización queda reducida a lo que pueda dar la acción del sistema sobre cada sector social. Lejos la influencia de las organizaciones políticas del pueblo. Así sea para aportar en la conciencia, en la organización.

Esto es desear y promover el atraso. Hacerse eco del discurso dominante y seguirle poniendo frenos a la lucha del pueblo.

Esto también se pone de manifiesto en lo que hace a los niveles de lucha. Pareciera que los niveles de lucha se debieran profundizar espontáneamente.

Pareciera que todo el pueblo debiera transitar al paso del último. Que no hay sectores del pueblo que puedan actuar para mostrar con su acción otro camino. Pareciera que no se puede permitir que la organización revolucionaria oficie de catalizador y acelere el proceso, y profundice la lucha.

Pero en realidad esto es lo que quiere el enemigo y hay muchos que pretenden esconder su atraso mostrando el atraso en el pueblo.

Ni para las elecciones, ni para los discursos.

La política tiene que ver con el poder, con una perspectiva de poder.

Las clases dominantes nos imponen la visión que el poder del Estado, que su poder, es algo inamovible, y que por lo tanto, si queremos incidir en las decisiones de fondo la solución es buscando lugares en las instituciones del régimen. Buscando, cada vez, mejores resultados electorales.

De esta forma, se ha ido imponiendo la visión de que política es participar en ese juego al cual el pueblo puede acceder cada cinco años.

Pero esa es una forma de hacer política. Atada al poder del Estado del imperialismo y la oligarquía.

Hay otra que es la atada al poder del pueblo. Esa es la política revolucionaria.

La visión señalada ha traído como consecuencia que el rol de la organización política es emitir declaraciones y discursos, organizar la lucha social y restringir la lucha política a la presentación de estas organizaciones políticas en las elecciones. Esto a reforzado al Poder dominante en cuanto a que solo se concibe la lucha política en el seno de sus instituciones, y el resto es lucha social aislada que, por falta de perspectiva de poder, no cuestiona los cimientos sobre los que se apoyan las relaciones de dependencia y dominación.

Organización revolucionaria y Poder Popular.

Debemos superar la óptica evolucionista y unilateral de que con el sólo accionar del enemigo, con la profundización de la venta de la patria y de la miseria se generan las condiciones para la transformación. Así como también esa concepción que solo ve la política del régimen y no la del pueblo, la que asocia política al voto.

Debemos construir la organización revolucionaria del pueblo que nos nuclee con esa perspectiva: la de hacer la revolución para dar satisfacción a los intereses populares.

Que asuma la política revolucionaria atada al poder del pueblo y destinada a tomar el poder, a que el pueblo tenga el poder en sus manos, a que cuente con los instrumentos para hacer cumplir su voluntad.

Que prepare la revolución, que genere las condiciones para la misma.

Para que las cada vez más duras condiciones de vida no pasen impunes, sino que, sobre las mismas, se genere conciencia, organización y (perspectiva) revolucionaria.

Así la organización revolucionaria se transforma en un catalizador que acelera el proceso hacia el cambio revolucionario.

Que desarrolle la lucha reivindicativa hacia la lucha política, o sea de las necesidades más inmediatas a las más profundas. Para dar solución de fondo a los problemas más cercanos. Para luchar contra el enemigo principal y por la total liberación.

Para que la lucha reivindicativa no se estanque con los “parches” que el régimen pueda poner.

Para que las organizaciones que el pueblo se va dando en sus lugares de trabajo, de estudio, de vivienda, etc., se transformen en órganos de Poder Popular y no sean cooptadas por el régimen. Que sean un espacio donde el pueblo ejerza su fuerza para defender lo suyo.

Para que las distintas luchas del pueblo cuenten con una conducción común y revolucionaria. Para que cada experiencia particular cimiente una estrategia revolucionaria contra todos los opresores, por la conquista del poder para alcanzar los objetivos finales.

Para que cada foco no sea apagado sino que alimente la rebelión.

Sosteniendo los niveles de lucha en los momentos de reflujo. Combinando la acción de masas con la de la propia organización para generalizar los métodos de lucha más elevados posible. Y desarrollando los instrumentos adecuados para ello.

La intervención de una organización revolucionaria debe darse desde el discurso pero, por sobre todo, desde el propio ejemplo. Tanto en el amor al pueblo, en el sacrificio cotidiano, como en la confrontación al enemigo.

Como tarea de máxima importancia del hoy, para abrir el camino revolucionario, está el sostener una referencia política de lucha que teniendo en cuenta la situación actual, pero sin anclarse en ella, vaya mostrando que otro camino es posible, y que lo muestre de todas las formas.

Consolidando organización política, probada en la lucha de hoy por ser protagonista en la resistencia.

Sosteniendo una política revolucionaria hacia la toma del poder.

Construyendo Poder Popular abriendo perspectivas para que el pueblo ejerza su poder planteando y abonando una salida política revolucionaria.

Para ello ha sido indispensable la irrupción de una organización política revolucionaria que deje en claro que no todo es derrota, que no todo es entrega, que hay orientales que se organizan para hacer la revolución.

Este es un elemento decisivo del Poder Popular para que cada construcción vaya destinada al triunfo de la revolución, a que por fin se dé satisfacción a nuestros objetivos estratégicos, a que alcancemos la liberación nacional y social.

A ese camino seguiremos aportando nuestros esfuerzos y a esa tarea los convocamos.