El gobierno argentino no deja de sorprender con su doble visión de las cosas que lo rodean. A pesar de que las autoridades del vecino país nada han hecho ni piensan hacer para evitar que un grupúsculo de manifestantes corten los puentes que nos unen en un aparente reclamo medioambiental, bajo sus propias narices, en el mismo riachuelo que cruza casi impunemente la ciudad de Buenos Aires y al que sucesivos gobiernos prometieron limpiar más de una vez (la última fue el año pasado) como un ejemplo por la salud de la población; hasta el momento éste nada hizo para sanear uno de los focos de contaminación más importante del Mundo.

Un estudio de la Universidad de Exeter, Gran Bretaña y que Greenpeace dará a conocer este lunes 20 de abril, muestra que el famoso Riachuelo bonaerense está peor que hace diez años: no sólo no fue saneado incumpliéndose una orden de la Corte Suprema del vecino país sino que tampoco se impide que lo sigan contaminando. Los fondos otorgados por el BID están pero no se usan y el programa se encuentra subejecutado: sólo se utilizó el 35% en 2008 y ni un solo peso en lo que corre de 2009.

«La del Riachuelo es una incomprensible historia de promesas incumplidas de un país con doble estándar: fronteras cerradas en Gualeguaychú, dialéctica vacía en La Haya y caudaloso veneno al aire libre en la Capital Federal» señala en una columna del diario Crítica el periodista argentino Jorge Lanata.
La cuenca del Riachuelo tiene 64 kilómetros de extensión y cubre unos dos mil kilómetros cuadrados. Su contaminación afecta a cinco millones de habitantes entre los cuales casi cuatro de cada diez no tienen agua potable y más de la mitad no posee cloacas. Cada día el Riachuelo recibe 88.500 metros cúbicos de desechos industriales de más de cuatro mil fábricas instaladas en sus márgenes, y a esos efluentes químicos se les suman 368.000 metros cúbicos de aguas servidas por día, de las cuales -según datos de la Defensoría del Pueblo de la Nación- sólo el 5% recibe tratamiento.

Hay en la cuenca más de cien basurales a cielo abierto y el agua tiene niveles de mercurio, zinc, plomo y cromo de hasta cincuenta veces más de lo permitido, que conviven con trece villas de emergencia sólo en las parte baja del río. En Villa Inflamable, por ejemplo, los niños tienen cinco veces más plomo en sangre que la aceptable según según un estudio de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA).
En febrero pasado, Greenpeace tomó muestras de descargas líquidas y sedimentos asociados en cinco puntos de la cuenca, y envió ese material al laboratorio de la Universidad de Exeter: «Los resultados -dice la organización- reflejan que las distintas administraciones no han exigido a las empresas que dejen de verter tóxicos en las aguas (…) Entre los compuestos identificados se encontraron algunos que son cancerígenos, neurotóxicos, que dañan el sistema reproductor, el hígado o los riñones».