En este caso compartimos la columna de Danilo Astori, precandidato presidencial de Asamblea Uruguay al poco tiempo de haber sido dado de alta el lunes 15 de junio.

«Hay tantos temas para polemizar, que me tientan y ahora que tengo la computadora en mi habitación en forma permanente, no sé por donde empezar.

La derecha está zafada, está en plena ofensiva restauradora. No esperan el resultado de las elecciones. Ellos ya iniciaron la gran operación desmemoria, olvido, camuflaje, de los resultados acumulativos de sus anteriores gobiernos, de la crisis que azotó el país a partir del 2002, pero que tiene raíces anteriores.

Me quiero referir brevemente al significado del concepto de «presidente correcto».

Si eso significa  haber arriesgado fuerte y asumido todas las responsabilidades junto a nuestro presidente Vázquez de una reforma fiscal sin la cual el gobierno de izquierda no hubiera podido desarrollar sus políticas productivas, de salud, de educación y de cultura, digo que, efectivamente, quiero ser un presidente correcto.

Si quiere decir proponer, diseñar, pero sobre todo poner en práctica una política económica y social para que el país creciera como nunca en su historia, los salarios y las pasividades aumentaran en todos los años del gobierno e incluso en medio de la crisis mundial, se generaran 200 mil puestos de trabajo, la pobreza se redujera en un tercio y la miseria a la mitad, afirmo que quiero ser un presidente correcto.

Si ser correcto es soñar, arriesgarse a hacer todas las propuestas que hicimos en esta campaña, con las 30 medidas, en los actos y a través de estas columnas y hacerlas dentro del programa de Frente Amplio y que en ningún caso nadie, menos la derecha, se haya animado a discutirlas, a enfrentarlas a confrontarlas, me considero correcto.

Aquellos que consideren que un presidente debe hacer huelgas de hambre, chocar con los sindicatos y con muy diversos sectores sociales, y entrarle a la política económica por la derecha, que no me vote porque para eso no soy correcto ni lo seré.

Quiero dedicar lo fundamental de esta columna, que ya es una de las últimas, a hacer una propuesta en la que he pensado mucho: la formación de los servidores del Estado, de administradores públicos por un lado y de cuadros políticos de la izquierda por otro. Son dos ámbitos diferentes, pero están animados por el mismo objetivo y similar preocupación: calificar las instituciones y la vida política y ayudar a renovarla, darle más espacios a las mujeres y los jóvenes.

Para reformarse y para ser mejor, para negociar mejor en el mundo, el Estado uruguayo necesita capacitar mucho más y mejor a sus funcionarios y debe crear un clima profesional e intelectual muy diferente. La formación, la educación es fundamental.

El Estado debe hacer un gran convenio y un plan muy importante con la Universidad de la República para la calificación permanente de sus cuadros principales, de sus administradores y altos funcionarios.

Y eso debe servir para desarrollar la formación y la calificación a todos los niveles, para construir las carreras funcionales a partir de la capacidad, del estudio, de los resultados. No hay un país moderno, con empresas públicas, bancos, ministerios, organismos eficientes, sin un proceso exigente y permanente de formación y calificación de sus directivos. Esa será una de nuestras tareas. Y daremos gran atención a la formación de las mujeres y de los jóvenes.

Otra carencia notoria – en un plano diferente – pero sobre la que hablamos muchas veces en los pasillos y en las conversaciones informales, es la de los cuadros políticos de la izquierda. Hay vacíos, hay falta de formación, hay demasiada complacencia con nosotros mismos. Y eso no se resuelve con talento y buena voluntad. Hace falta métodos, instrumentos, constancia. Y creo que en un futuro inmediato deberíamos promover el uso de los institutos actualmente existentes o de otros específicos para la formación de militantes en aspectos políticos, de economía, de derecho, de ciencias sociales. Como lo hacen los grandes partidos modernos.

Eso es particularmente necesario en la izquierda, donde le damos tanta importancia a los aspectos culturales, a las ideas. Y debe ser una forma de promover a través de becas a compañeras y compañeros modestos, con escasos recursos para democratizar la formación política de izquierda, pero también privilegiar a los jóvenes y las mujeres. Es preciso, además, utilizar las nuevas tecnologías de la información para los programas de educación a distancia y la formación permanente.

Eso además ayudaría al compañerismo, al encuentro, a fortalecer la unidad y a discutir las diversas posiciones. Nuestra formación no debe ser  monolítica, sino abierta y plural, y naturalmente de izquierda.

Si queremos renovarnos generacionalmente y abrir democráticamente el acceso a la política a los más amplios sectores sociales, de genero, a los jóvenes, a los afrouruguayos, necesitamos instrumentos calificados, serios y permanentes de formación y elaboración.

Junto a otras ausencias en nuestra actividad política como Frente Amplio y de las que me hago plenamente responsable junto a todos los compañeros, esta ha sido una importante carencia. Participación quiere decir muchas cosas, pero también formación, y lucha franca y fraterna de ideas».