La Fundación uruguaya “Viven”, organización que reúne a los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes de 1972, en la que un grupo de uruguayos pasaron 72 días en la montaña y debieron comerse a sus compañeros muertos para conservar la vida, lanzaron una campaña de donación de órganos junto con el Estado. La fundación y el Instituto Nacional de Donación y Transplante  firmaron un acuerdo de cooperación en el marco del cual iniciarán “una campaña de concientización de la gente” para que done sus órganos y “haga un pacto de vida, como el que nosotros hicimos allá arriba en la montaña hace 37 años”, dijo a la agencia de noticias AFP José Luis “Coche” Inciarte.

Inciarte, sobreviviente de la tragedia y presidente de la fundación, dijo que “al ser donante vuelvo a sentir el mismo orgullo, la misma voluntad de donar para generar vida”, en referencia al pacto que hicieron en los Andes, de que si morían podían ser comidos por sus amigos.
La campaña, que busca duplicar los 600.000 donantes registrados en Uruguay para fines de 2010, tendrá en 2009 “un costo de 200.000 dólares y después aumentará, pues buscaremos más apoyo para reunir fondos”, indicó Inciarte.
Se realizarán spots de televisión “que se van a acelerar después que culmine la campaña electoral” hacia los comicios generales uruguayos del 25 de octubre, agregó.
Además, durante el acto electoral, “vamos a colocar voluntarios en los circuitos de votación, que estarán con camisetas alusivas, y tendrán los formularios para que la gente firme como donante”, señaló Inciarte.
Luego la campaña en Uruguay, “la vamos a extender a otros países del mundo. Primero Argentina, donde se produjo el accidente, y Chile, que nos rescató, para después seguir hacia el norte”, dijo Inciarte.
El 13 de octubre de 1972 un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que se dirigía a Santiago con 45 pasajeros, en su mayoría estudiantes y jugadores de rugby, se estrelló en la cordillera de los Andes.
Doce murieron en el accidente, y los otros 17 fueron pereciendo como consecuencia de sus heridas o de los aludes.
Al décimo día se enteraron por una radio a transistor que se había  suspendido la búsqueda. Ante la certeza de que dependían de sí mismos para  sobrevivir, decidieron comer los cuerpos de sus compañeros muertos.