La rutina que frecuentemente provoca hastío nos blinda los ojos y hasta mucho de los otros más delicados sentidos. Eso pasa hasta que llega alguien, con una mirada privilegiada, y nos muestra que hasta ese momento estabas mirando sin mirar.

Un periodista norteamericano que trabaja como cronista para el diario New York Times escribió lo que para él fueron 36 horas en Montevideo y reseña allí los paisajes que la capital uruguaya ofrece a diario para sus habitantes. Los permanentes y los casuales.

El cronista destaca los panchos de La Pasiva, el dulce de leche, los chivitos, el fainá, el bar Fun Fun y Lotus, lo “barato” de los taxis, el encanto del mercado del puerto y el de los artesanos y hasta la feria de Tristán Narvaja.  

«A pesar de que el horizonte montevideano está rasgado por apenas unos pocos rascacielos, es el hogar de pequeños museos encantadores, una vibrante ciudad vieja y un puñado de turistas. Es una ciudad que los uruguayos desean mantener en secreto». Así describe el cronista Seth Kugel en la nota que publicó en el diario estadounidense The New York Times y agrega: “esta ciudad no tiene complejo de inferioridad, a pesar de sus vecinas Buenos Aires y Punta del Este”.

Kugel hace un repaso por las gastronomía, los lugares turísticos y los modismos que se pueden encontrar en la capital uruguaya.

«Montevideo puede resultar eclipsada por sus llamativas vecinas, Punta del Este y Buenos Aires, pero la capital de Uruguay no sufre ningún complejo de inferioridad. Siendo el centro político y comercial del país, mantiene un ritmo despreocupado», indica.

En la nota destaca la gastronomía uruguaya y particularmente los panchos de La Pasiva «servidos con una mostaza cuya receta es un secreto», la gaseosa marca Paso de los Toros “aporte uruguayo a las gaseosas de pomelo del mundo”, recuerda como pocos; las milhojas al estilo uruguayo «con toneladas de dulce de leche»; la torta Ramón Novarro, «un pastel de chocolate con toneladas de dulce de leche» o los alfajores «galletas rellenas con toneladas de dulce de leche» son algunos de los platos que destaca.

También dedicó un capitulo a los “chivitos”, el “chopp” de cerveza, el fainá y la pizza chorreando muzzarela.

En su pasaje por las parrillas del histórico mercado, Kugel destaca el medio y medio “una mezcla de vinos espumantes que se sirve como la bebida oficial del Mercado y que, por 120 pesos la botella, es un rápido inductor al jolgorio”, comenta.

Una costumbre tan típica como el mate es perciba de manera extraña por Kugel que indica que los montevideanos disfrutan de «pasar el rato a la orilla del mar, con termos de agua caliente para beber yerba mate a través de una pajilla de metal compartida en su mayoría, pero no exclusivamente jóvenes».