La nota del Partido Colorado cuestionando la votación del Frente Amplio en las elecciones municipales del 9 de mayo toma en cuenta algunos elementos de reflexión de la senadora Constanza Moreira (Espacio 609).

El pasado lunes 17 (de mayo), en su habitual columna del matutino “La República”, la novel senadora Constanza Moreira (Espacio 609) efectuó un análisis de los resultados electorales de las pasadas elecciones departamentales.

La senadora comienza su nota estableciendo las expectativas oficialistas para esas elecciones: “Éstas se centraban en mantener las ocho intendencias que se tenían, y conquistar alguna más: Artigas, Cerro Largo, o Río Negro. Se daban por seguras Canelones, Maldonado, Salto, Paysandú, y Montevideo (aunque con nubarrones de voto en blanco amenazando, sino la supremacía, al menos la legitimidad asociada al resultado). Florida y Treinta y Tres, en el último mes, aparecían como más complicadas. Bueno, se pensó, su pérdida podría ser compensada con la ganancia en otras latitudes”.

Luego subraya lo evidente: “El resultado estuvo muy por debajo de las expectativas, y el triunfo [sic] blanco y colorado en Salto y Paysandú terminaron por coronar el fracaso frenteamplista, en la madrugada del lunes. El Frente Amplio había perdido cuatro intendencias, y había votado muy por debajo de lo esperado en Montevideo. En contrapartida, había ganado en Artigas.”.

Pero la senadora va más allá y propone —acertadamente— ir más allá de las elecciones departamentales, incluyendo en el análisis las pasadas elecciones nacionales: “¿Ganamos algo en estos cinco años? ¿O más bien perdimos? El dato no puede ser más contundente. Perdimos. Pero ya habíamos perdido antes: en octubre [subrayado nuestro]. Los resultados de mayo sólo pueden ser entendidos mirando octubre, y la reflexión que debimos hacer ante los fracasos de octubre sólo fue postergada hasta ahora, y amortiguada, al menos en parte, por el triunfo en el balotaje, y el comienzo del nuevo gobierno”.

Y para sustentar su afirmación, Moreira repasa las cifras: “En octubre de 2009 el FA obtuvo 4% menos de votos que en octubre de 2004. Esta pérdida explica por qué consiguió ganar la mayoría parlamentaria, pero no triunfar en la elección: la pérdida electoral es chica, pero decisiva para frustrar la victoria en una primera vuelta en la que se necesitaba la mayoría de todos los votos”. Y agrega: “A esta más menguada votación luego de cinco años de gobierno del FA, en mayo, se sumó una nueva caída en la votación. En las pasadas elecciones municipales, la votación total del FA pasó de 48% (octubre de 2009) a 43%: es decir, perdimos otros cinco puntos”.

La senadora no se afilia alegremente a la tesis que circunscribe la caída electoral y la derrota frenteamplista en tantos departamentos a una suerte de “votación blanqui-colorada” (como si ello le restara legitimidad al resultado), sino que —con agudeza— avanza más allá de ellos: “Porcentajes que variaron entre 1% y 11% de gente que votó al FA en octubre de 2009 resolvieron votar al Partido Nacional o al Partido Colorado en las municipales de mayo [subrayado nuestro]. Esto parece haber sido bastante importante en Salto, donde un 5% de electores «emigraron» del FA para algún partido tradicional, en Rivera (11%), Paysandú (2%), Durazno (7%), Soriano (9%), Colonia (7%), Tacuarembó (12%), San José (9%), Flores (8%)”.

Lo importante, empero, es el análisis político de esas cifras. Y las mismas, según Moreira, expresan en forma contundente varias cosas.

En primer lugar, un hecho incontrastable: “Los números muestran que el Frente Amplio, que creció sistemática, tozuda, y obstinadamente desde su nacimiento hasta ahora, lo ha dejado de hacer. Se estancó, en algún momento que sería difícil precisar, y en algunos distritos electorales (como Montevideo) comenzó a caer. Los números dicen, que los otros también existen y se mueven con especial solvencia en los circuitos electorales más chicos, en los poblados, en el interior «profundo», y que todas las victorias del FA allí fueron en buena medida perecederas”.

En segundo lugar que “el desconocimiento entre otras cosas de la ley de descentralización y sus criaturas políticas, llevó a que en Montevideo y Canelones, hubiera una baja o bajísima participación electoral”. Esta, tal vez, sea la conclusión menos sorprendente. Todo el mundo sabía que así ocurriría y sólo la tozudez de Vázquez hizo posible que un proyecto mal diseñado, de constitucionalidad discutible (por ser generosos) y de aplicación engorrosa a tan poco tiempo de las elecciones departamentales, pudiera convertirse en ley a contrapelo de todo el sistema político.

En tercer lugar, otra obviedad: “Los números mostraron, también, un voto «enojado» (en blanco y anulado), o como mínimo «apático», como desde hace mucho tiempo no se veía en este país”. Y ello significa que “el FA ha dejado en parte de ser el canal privilegiado de expresión del descontento: es por eso por lo que el voto en blanco es tan alto ahora, y no lo fue en los últimos cuarenta años (en los que se vivieron «disgustos» con la clase política más agudos que el actual)”.

Pero hay otros dos hechos que, por más que Moreira no ensaye interpretación alguna (convoca a una reflexión colectiva en el seno del FA), refieren ineluctablemente la gestión de gobierno, ya fuere a nivel de la ejecutoria en sí, del modo de ejercerla, de la distancia entre ésta y las promesas o de todos esos factores combinados:

1°) “(L)a caída del Frente Amplio luego de cinco años de «exitoso» gobierno (al menos si medido por la popularidad de su Presidente, y por los indicadores económicos y sociales)”.

2°)“(Q)ue perdamos en cuatro intendencias donde tuvimos la posibilidad de ejercer el gobierno municipal durante cinco años”.

Para nosotros queda claro que el encanto se rompió. La dura realidad ha aterrizado a quienes prometían —y tal vez creían— que la distancia entre fantasía y realidad apenas consistía en tener voluntad.

Por fortuna, los electores también lo están entendiendo.

http://www.forobatllista.com/insumos/correoviernes.pdf