Compartimos la intervención del Senador Alberto Couriel en la Sesión Cámara de Senadores, martes 11 de mayo 2010. Tema: MERCOSUR. (Material de más de seis carillas).

“Creo que la exposición del señor Senador Lacalle Herrera debería ayudar, no a

la pausa, pero sí a la reflexión. Él dice que realizó una exposición con pasión,

pero yo creo que dio con total normalidad sus puntos de vista, y nosotros

vamos a dar los nuestros. Naturalmente, ambos toman en cuenta los intereses

nacionales; el Doctor Lacalle Herrera entiende que su posición defiende los

intereses nacionales y nosotros creemos que la nuestra también los defiende.

Además, estamos viviendo un momento excepcional en la vida del país.

El Doctor Lacalle Herrera recordaba el momento de creación del

MERCOSUR y la reunión de todos los sectores políticos, en la que el Frente

Amplio estaba representado por el General Líber Seregni. Personalmente

recuerdo que se formó un equipo técnico dirigido por el doctor Berthet y en el

que había economistas muy destacados de todos los partidos. Quiero

mencionar que los representantes del Frente Amplio en aquel momento eran

Luis Macadar y Celia Barbato. Sin duda, era un momento especial y creo que

hoy también estamos volviendo a vivir un momento especial de la vida nacional

en materia política que se debe, sobre todo, a la actitud del Presidente Mujica,

que está haciendo un esfuerzo de unidad nacional. Ha convocado a los

partidos, dialoga y ha logrado un acuerdo político para la designación de las

autoridades de los Entes Autónomos y Servicios Descentralizados, que es el

primero que se da desde la creación del Frente Amplio. Nunca se habían

juntado todos los Partidos para resolver, nada más ni nada menos, que la

designación de los cargos de los Entes Autónomos y Servicios

Descentralizados. También estamos avanzando en materia programática, de

seguridad, de energía y de medio ambiente, y ojalá avancemos bastante en

materia de educación, porque es un elemento positivo. A la vez, los

representantes de los distintos Partidos concurrimos con una unidad de acción

total a recibir el fallo de La Haya. Por lo tanto, dado que estamos viviendo un

momento de unidad nacional, creo que vale la pena reflexionar sobre este tema

del MERCOSUR en función de los intereses nacionales, para ver si

conjugamos ideas de la misma manera que lo estamos haciendo en otros

ámbitos.

Además, este relacionamiento que está generando el Presidente Mujica

no solamente vale al interior del país en lo relativo a los elementos de unidad

nacional, sino también en lo que tiene que ver con el relacionamiento

internacional. En ese sentido, podemos mencionar sus conversaciones con el

Presidente de Bolivia por el tema del gas, con la Presidenta de Argentina

después del fallo de La Haya y con el Presidente “Lula”. Aclaro que

posteriormente vamos a hacer referencia a estos elementos que creo son

centrales en un nuevo tipo de relacionamiento que pone énfasis en aspectos

sudamericanos a los que también voy a hacer referencia más adelante.

De alguna manera, el doctor Lacalle Herrera corrigió algunas

expresiones que él había tenido, y creo que lo hace correctamente. Dice que

todo proceso de integración y todas las relaciones comerciales, en esencia, son

acciones políticas, que derivan de decisiones políticas, y así es. Creo que no

hay proceso de integración si no hay voluntad política; es absolutamente

imposible.

Quisiera recordar el momento de creación del MERCOSUR porque tiene

el antecedente de los acuerdos Alfonsín-Sarney que, a su vez, derivan de otro

antecedente: los acuerdos de las Fuerzas Armadas de Argentina y Brasil que

intentaron superar históricos antagonismos. Se trata de acuerdos que vienen

de las décadas del setenta y del ochenta y que facilitaron enormemente que los

gobiernos de Alfonsín y Sarney empezaran un proceso de integración que

después culminó, de otra manera y con otras características, con el Tratado de

Asunción cuando los Presidentes eran Menem y Collor de Mello.

Además, no es menor el hecho de que en aquel momento del Tratado de

Asunción hubiera economistas –algunos pertenecían al gobierno y otros no–

en líneas más ortodoxas –y, de alguna manera, el señor Senador Lacalle

Herrera también hizo referencia a eso– que pensaban que lo mejor para

Uruguay era una apertura unilateral, que había que bajar los aranceles y unirse

al mundo. Ellos entendían que los procesos de integración generan desvíos de

comercio, que la intervención del Estado genera distorsiones e interferencias

que no son positivas y que, en última instancia, el libre juego del mercado es el

que resuelve todos los problemas económicos y sociales, probablemente, con

la mínima intervención. A mi entender, esta posición no tuvo andamiento, entre

otras cosas, porque estaban en juego el PEC y el Cauce, que eran acuerdos

comerciales –en última instancia acuerdos políticos– con Argentina y con Brasil

que favorecían enormemente a Uruguay en sus relaciones con esos países. Si

el Tratado de Asunción nos dejaba afuera del PEC y del Cauce era necesario

encontrar algún elemento para incorporarnos a las relaciones con Argentina y

Brasil.

Es más, recuerdo que en aquel momento Argentina y Brasil no nos permitieron

entrar al MERCOSUR como país con el menor desarrollo relativo; esta fue una

de las discusiones que se dio en el Parlamento cuando se trató este tema.

Ahora bien, en esencia, quienes creen que el libre juego del mercado resuelve

todo, en última instancia, se olvidan de los elementos de la realidad que hemos

estado viviendo en los últimos años y de las coyunturas de crisis financieras

que está viviendo el mundo.

Lo primero que quiero decir es que no existe libertad de comercio. No hay

libertad de comercio, sino discurso de libertad de comercio. La responsabilidad

de que no la haya es de los países desarrollados que nos exigieron que nos

abriéramos y que bajáramos los aranceles, pero ellos no lo hacen. ¿Qué quiere

decir esto? Que Estados Unidos, Japón y la Unión Europea llevan adelante

acciones de política por las cuales, entre otras cosas –voy a dar los títulos,

nada más–, tienen subsidios a sus exportaciones agrícolas, ayudas internas a

la producción agropecuaria y cuotas. Cuando negociamos con Estados Unidos

no se pone en juego el hecho de eliminar las cuotas, sino que se trata de ver si

nos dan un poquito más de cuota. Estos Estados tienen contingentes, formas

de prohibición y “dumping” social y ambiental, que muchas veces usan

estrictamente como un elemento de protección para defender sus intereses

concretos. Pero no se trata del libre juego del mercado, sino del Estado, pues

la política es la que interviene en estos casos. En materia industrial hay picos

arancelarios como, por ejemplo, para la vestimenta, o hay progresividad

arancelaria; si usted quiere exportar con mayor valor agregado, encuentra

aranceles más altos en el mundo desarrollado. Entonces, desde este punto de

vista, no hay libertad de comercio, y este no es un hecho menor. Por eso los

Estados intervienen y, de alguna manera, la política está en el centro de estas

relaciones comerciales. Creo que no hay integración, aunque sea

exclusivamente comercial, sin política, ni existen acuerdos comerciales que

estén exentos de política. No es por casualidad que la última crisis financiera

que se inició en el año 2008 en los Estados Unidos haya generado el derrumbe

de algunos mitos de estas posiciones de economía ortodoxa; allí la política

pasó a predominar sobre la economía, porque el mercado no pudo resolver la

crisis financiera, como hoy no puede resolver la crisis financiera de Grecia. Por

lo tanto, son los Estados, las políticas y los políticos, quienes tienen que

resolver temas de esta naturaleza. No es menor lo que estoy diciendo porque,

de alguna manera, se trata de elementos que me van a permitir justificar por

qué es imprescindible la acción política y qué clase de relacionamiento

internacional debe tener un país como Uruguay.

Además, es verdad que el MERCOSUR avanza, pero lo hace en términos más

globales que comerciales. En diciembre de 2009, los Presidentes integrantes

del MERCOSUR acordaron reiterar –leo textualmente las resoluciones

adoptadas– “su compromiso con la profundización del proceso de integración

en materia política, social, económica, comercial, judicial, migratoria, de

seguridad, sanitaria, educativa y cultural, entre otras materias”. Por lo tanto, es

verdad que lo político está avanzando y, en lo personal, creo que es inevitable

que esos elementos se sigan dando. De alguna manera el MERCOSUR tiene

dificultades. Si miramos la realidad, probablemente quien habla, que defiende

el MERCOSUR, sea más crítico que el señor Senador Lacalle Herrera, pues

hay muchos más problemas en este Mercado que los que él citó. Pero esto no

me inhibe de reflexionar y pensar que allí hay un camino, una ruta que nos está

ayudando, tal como posteriormente voy a demostrar.

Creo que el momento de auge del MERCOSUR, su mayor marketing, se dio

entre los años 1994 y 1998; y allí surgen acciones de política como el “Plan de

Convertibilidad” de Argentina, el “Plan Real” de Brasil y la política cambiaria de

Uruguay. Las tres políticas confluyen y generan dificultades de competitividad

con el resto del mundo; se multiplican los intercambios dentro del MERCOSUR,

derivados de acciones políticas que tienen que ver con política económica y

cambiaria. Luego –y esto no es menor– los países pasan a tener dificultades;

Brasil devalúa en 1999 y esto afecta las relaciones comerciales. Lo que sucede

es que muchas veces se lo culpó por esa devaluación, pero yo creo que lo que

hizo fue desnudar políticas cambiarias equivocadas que en ese momento

tenían Uruguay y Argentina, como lo demostraron las crisis de los años

posteriores. Luego advino la crisis Argentina del año 2001 y después la de

Uruguay de 2002. Por lo tanto, este conjunto de acciones necesariamente tenía

que afectar el proceso de integración del MERCOSUR; era natural que así

ocurriera. Entonces, no le puedo echar la culpa al MERCOSUR por la crisis

financiera de Argentina ni mucho menos por la de Uruguay de 2002.

Fundamentalmente, los problemas de carácter interno de cada país generaron

dificultades que limitaron los procesos de integración.

¿Por qué estamos hablando de la necesidad de la integración?

Señor Presidente: por supuesto que estoy haciendo una exposición de carácter

general y no le atribuyo nada al señor Senador Lacalle Herrera; simplemente,

estoy dando mi punto de vista. Inclusive, manifesté posiciones de economistas

ortodoxos y no estoy haciendo referencia a posiciones del señor Senador.

Probablemente, esos economistas ortodoxos siempre estuvieron en contra del

MERCOSUR; ellos son los que agudizan, profundizan y critican más las

diferencias y dificultades que realmente existen en el MERCOSUR. No le estoy

atribuyendo nada al señor Senador Lacalle Herrera, ni mucho menos.

¿Por qué hago referencia a la integración? Vivimos en un mundo

internacional en el que en las relaciones de poder hay empresas

transnacionales muy importantes. A veces decimos: “Dejemos que el libre

juego del mercado actúe”, pero el libre juego del mercado también significa que

hay empresas transnacionales con enorme poder que juegan un papel muy

relevante. En el campo internacional vivimos un período de extraordinaria

velocidad de los cambios tecnológicos y de las innovaciones. Asimismo,

vivimos un poder financiero, ahora debilitado, que sin duda tenía relevancia en

el plano internacional. Si lo miramos por regiones, por países, siento que en

este momento Estados Unidos sigue teniendo predominio en materia militar,

comunicacional e inclusive en el ámbito financiero, porque tuvo una crisis muy

profunda, pero no hay ningún centro financiero que lo sustituya.

Es cierto que hay crisis con el dólar, pero no existe ninguna moneda

internacional que lo pueda sustituir; no es casualidad que debido a la crisis

europea la gente haya cambiado nuevamente del euro al dólar, porque detrás

de esta moneda está nada menos que la economía norteamericana.

Asimismo, siento que la Unión Europea tiene una especie de declinación

estructural, no tiene fuerza militar ni en el ámbito comercial y financiero y, por lo

tanto, tampoco tiene fuerza en el ámbito político – ideológico. Es más, ahora

Felipe González dice que hay que hacer una especie de refundación de la

Unión Europea, lo que se ve agravado por la situación de crisis financiera que

está viviendo Grecia. Además, están surgiendo potencias como, por ejemplo,

China o India que, en última instancia, explican los niveles de crecimiento del

comercio internacional que hubo en los últimos cinco o seis años y que

generan nuevas relaciones de poder. Antes, cuando en el GATT o en la

Organización Mundial del Comercio no se cerraban las negociaciones, ello se

debía a las diferencias entre los países desarrollados. Sin embargo, la actual

Ronda de Doha no se cerró porque India, con el apoyo de China, estaba de un

lado, y Estados Unidos, con el apoyo de Europa, estaba del otro. Es evidente

que en la actualidad India y China tienen un poder relativamente cercano al del

mundo desarrollado y juegan un papel relevante en las relaciones

internacionales. En este marco aparece Brasil que quiere jugar como “global

player”, es decir como jugador internacional que decide cuándo quiere jugar, y

así lo ha hecho en la Ronda de Doha, poniéndose en una ubicación

equidistante entre Estados Unidos e India. Esta situación se debe, sobre todo,

a la presencia de “Lula”, quien aparece como uno de los políticos más

importantes en el actual campo internacional. Además, este país se une al

bloque del BRIC que integran Brasil, Rusia, India y China, con lo cual quedan

en evidencia cambios interesantes en el campo internacional.

En definitiva, me pregunto, ¿dada esta situación mundial, el Uruguay

puede quedar aislado? ¿Puede realizar negociaciones comerciales en forma

individual? Es evidente que no. Al no poder quedar aislados, debemos

reflexionar acerca de que el Uruguay tiene una ubicación geográfica

determinada, lo que no es un hecho menor. Uruguay tiene una historia y una

cultura determinadas, por lo cual su vínculo natural es con América del Sur.

Desde ese punto de vista, no tengo ninguna duda de que, a pesar de todas las

dificultades que tiene el MERCOSUR, hay que hacer esfuerzos para avanzar

económicamente en ese ámbito. Inclusive, el avance de la UNASUR también

es políticamente relevante debido a este mundo de bloques y de predominio de

los países desarrollados. Es cierto que tengo que construir el futuro, pero para

ello necesito más poder de negociación; se puede dar el caso de contar con

toda América Latina para negociar y que no sea suficiente, porque ella

representa el 6% del comercio internacional. Por lo tanto, habrá que actuar

como lo hizo Brasil en alguna ronda anterior de la Organización Mundial del

Comercio, que buscó a India, China o Sudáfrica. En el futuro, para resolver

algún problema de proteccionismo europeo, tal vez tengamos que unirnos con

Estados Unidos, aunque ahora no es posible, porque este país está jugando

más cerca de la Unión Europea en la Ronda de Doha. Quizás en algún

momento tengamos que buscar algún tipo de contralor para el funcionamiento

del movimiento de capitales –para el que Estados Unidos no quiso ninguna

intervención– y debamos recurrir a Europa. En ese sentido, tengo

pensamientos muy pragmáticos y no puedo pensar en Uruguay tratando de

negociar solo. Creo que es absolutamente indispensable avanzar en el plano

económico del MERCOSUR y en el plano político con respecto a la UNASUR.

También es necesaria la unidad de propuestas para hacer negociaciones, pero

lo cierto es que no asistimos unidos a la Ronda de Doha; Brasil fue por un lado

y Argentina, por el otro. Si queremos tener un grado de unidad como el que no

tuvimos en el pasado, creo que es indispensable trabajar en ese sentido.

Hay nuevos elementos para la negociación financiera y en estos

momentos pedimos que los países emergentes de Latinoamérica tengan más

presencia en los organismos financieros internacionales, quizás como un

elemento vital para poder cambiar sus políticas o condiciones. Reitero que la

presencia de estos países emergentes en tales organismos no es un hecho

menor. Tal vez deberíamos tener más negociaciones con las empresas

transnacionales. En este momento, estamos recibiendo inversiones extranjeras

directas, ¡y bienvenidas sean si se conjugan con nuestro estilo de desarrollo y

nuestra estructura productiva! Pero lo cierto es que a veces hay que llevar a

cabo negociaciones con empresas transnacionales que son más fuertes que

los propios Estados nacionales. De pronto, se puede conjugar esfuerzos con el

resto de los países del MERCOSUR, por ejemplo, para negociar el desempeño

de las exportaciones, contenidos tecnológicos, uso de mano de obra, insumos

nacionales o para que participen en determinadas cadenas productivas. Insisto

en que esto no es un hecho menor y, por supuesto, es necesario coordinar

políticas comunes relativas a la instalación de inversiones directas extranjeras,

lo que puede significar coordinar políticas tributarias que en este momento no

existen. Hay mucho por hacer en este ámbito del MERCOSUR, pero sin duda

se trata de negociaciones políticas.

La unidad también es un elemento importante. Por ejemplo, a Estados

Unidos le puede importar el proceso de drogas, el narcotráfico o algún tipo de

terrorismo, mientras a nosotros nos interesan los problemas migratorios, los

temas que tienen que ver con la democracia como el golpe en Honduras, el

bloqueo a Cuba o la coordinación en el Consejo de Defensa Nacional. Son

muchos los temas, pero no podemos estar aislados, tenemos que unirnos y lo

más natural para nosotros es hacerlo con los demás países de América del

Sur.

Mucho se habla de las negociaciones del MERCOSUR hacia afuera, y

quiero destacar que es verdad que nunca se pudieron concretar con la Unión

Europea, aunque ahora parecería que empieza un nuevo proceso. También es

cierto que existen dificultades para todos; Brasil dice que cuenta con

informática, bienes de capital y automóviles, mientras Europa afirma que quiere

seguir defendiendo la agricultura. He visto una lista de diálogo internacional del

MERCOSUR donde se incluye a todos los países que lo integran, pero hay que

tener en cuenta que hay países asociados como Chile, Perú, Colombia,

Ecuador o Bolivia. Cabe destacar que hay un diálogo permanente y acuerdos

con cada uno de ellos, además de las negociaciones con la Unión Europea y el

acuerdo que se hizo con Israel. Asimismo, hay negociaciones con Cuba,

México, Centroamérica, con la Comunidad del Caribe, con Japón, Corea, India,

Turquía, Marruecos, Rusia, con el ASEAN de Asia del Pacífico, Palestina,

Egipto, Jordania, Singapur, Canadá o Pakistán. Son muchos los intentos de

diálogo para poder avanzar en términos de cooperación.

Por lo demás, uno siente que hay potencialidades de la integración en

América del Sur, en primer lugar, porque es la región donde existen las

mayores reservas de agua. Quizás dentro de 10 ó 15 años el agua será un

recurso escaso, y nuestra región cuenta con acuíferos extraordinariamente

relevantes. Por otro lado, también es cierto que contamos con un granero

alimenticio en la región, lo que nos puede ayudar a colocar estros productos en

las mejores condiciones posibles en el futuro. En tercer lugar, no debemos

olvidar que existen posibilidades de integración energética, ya que en América

del Sur hay petróleo y gas, aparte de otras energías renovables que son

indispensables. Debemos avanzar en el tema de la integración financiera y, en

ese sentido, podemos destacar que ya contamos con el Banco del Sur, el

Fondo Latinoamericano de Reservas y la Corporación Andina de Fomento.

Si mañana surgen crisis financieras en la región, ojalá no nos veamos

obligados a aceptar los condicionamientos de los organismos clásicos del

mundo desarrollado y tengamos la posibilidad de disponer de fondos sin esas

exigencias para hacer frente a esa situación.

También tenemos que avanzar en la integración en ciencia y tecnología, que es

por donde está el futuro, y en infraestructura, para lograr un mayor desarrollo

en los aspectos productivos y comerciales; pero el gran desafío del futuro del

MERCOSUR, a mi juicio, es la integración productiva, porque está referida al

elemento central que, en última instancia, genera las asimetrías entre los

países.

Aquí se criticó al MERCOSUR y se dijo que no tenía contenido; sin embargo,

en este momento el Uruguay destina el 30% de sus exportaciones a los países

que integran el bloque. Es más, el primer país comprador de Uruguay es Brasil.

Hoy estamos vendiendo US$ 1.600:000.000, pero si tomáramos las

exportaciones de servicios –no conseguí los datos, porque no están

discriminados por destino–, que incluyen turismo, aspectos financieros,

transporte, etcétera, seguramente obtendríamos una cifra de alrededor de US$

3.000:000.000. Entonces, no se puede decir que el MERCOSUR no tiene

contenido o que fracasó, porque es nuestro principal comprador.

Pero considerando el tipo de rubro que le vendemos al MERCOSUR,

podemos afirmar que no es solamente eso. Si pensamos en el futuro,

seguramente vamos a coincidir en que lo que nos interesa es vender recursos

naturales con más valor agregado, con más contenido tecnológico, como

hicieron Australia y Nueva Zelanda. Entonces, hay que pensar en vender

productos industriales con más valor agregado, con más contenido tecnológico.

En las relaciones comerciales, el mundo del futuro está marcado por el

contenido tecnológico. La realidad es que a todo el mundo le interesa vender

rubros con alta y media tecnología. Y en este caso, el 38% de los productos

que el Uruguay exporta a los países del MERCOSUR corresponde a rubros de

contenido tecnológico. En cambio, si tomamos en cuenta solamente el resto de

los países, la cifra baja al 14%. Entonces, me pregunto dónde están las trabas,

que las hay, y dónde están los errores.

Pero el señor Senador Lacalle Herrera estaba preocupado por las relaciones

comerciales. Resulta que el país al que más exportamos y al que le vendemos

con más valor agregado y con mayor contenido tecnológico, forma parte del

MERCOSUR. Desde ese punto de vista, entonces, es una gran suerte tener el

MERCOSUR con arancel cero en este momento.

No voy a aburrir a los señores Senadores con cifras, pero lo que sigue al

MERCOSUR es la Unión Europea con el 14%, es decir, la mitad de lo que

estamos vendiendo a la región.

Naturalmente, si observamos la historia veremos que en 1998, antes de las

devaluaciones, las exportaciones a Brasil constituían más del 50% del total.

Ahora estamos diversificando los destinos, lo cual también es un hecho

positivo, pero los mayores compradores siguen siendo los países del

MERCOSUR. Además, insisto, son los países a los que les vendemos

productos con mayor contenido tecnológico, que es lo que realmente queremos

para el futuro del Uruguay. De manera que también estamos defendiendo los

intereses nacionales. Defender los intereses nacionales es colocar productos

con más valor agregado y mayor contenido tecnológico, y esto es algo que

venimos logrando en el MERCOSUR.

Creo también en la necesidad de una integración mucho más activa,

porque la realidad es que hasta ahora ha sido relativamente pasiva; se han

bajado los aranceles y se ha dejado actuar a los mercados y a las empresas

trasnacionales. La idea es que se complementen y coordinen los proyectos

nacionales de cada país, pero esto lleva mucho trabajo y tiempo. No olvidemos

que cuando se creó la Unión Europea, los países que la constituyeron partían

de la base de que el 60% del comercio era entre ellos; en cambio, cuando nos

unimos al MERCOSUR, Brasil vendía a los países que conformaron el bloque

el 5% de sus exportaciones. Entonces, era notorio que íbamos a tener

problemas. ¿Cómo podíamos pedirle a Brasil, en 1991 ó 1992, que coordinara

su política cambiaria con la nuestra, si para ellos las exportaciones a los países

del MERCOSUR no pasaban del 5% ó del 10%? Era francamente difícil.

También hay que seguir avanzando en cadenas productivas. Hoy

estamos avanzando en cadenas productivas automotrices, de petróleo y gas,

metalmecánicas, de madera y muebles, de turismo, navales, de farmacéuticos

veterinarios, etcétera. También se avanza en productos fitoterápicos, en

agricultura y energía. Creo que todos estos avances deben ser bienvenidos;

veamos hasta dónde se puede llegar.

Por supuesto que el MERCOSUR tiene problemas, como los tiene la

Unión Europea; pero cuando se intenta alcanzar los intereses nacionales,

muchas veces los elementos político-ideológicos están arriba de la mesa, y es

inevitable que sea así. Cuando el Gobierno de Bush decide que hay un Eje del

Mal y, por lo tanto, lo bloquea y no comercia con esos países, son intereses

políticos y no comerciales los que están determinando esa acción. Cuando

Estados Unidos decide el bloqueo económico a Cuba, que va a cumplir

cincuenta años, lo hace por intereses políticos y no económicos. Diría más –y

lo voy a decir porque lo siento así–: cuando Cuba ayuda, en la “Operación

Milagro”, a hacer operaciones de cataratas, está prevaleciendo el interés

nacional; los intereses que están en juego no son económicos, sino de carácter

político-ideológico. Hasta diría que puedo no compartir las declaraciones y las

características de la política internacional de Venezuela –y probablemente no

las comparto–, pero lo que me interesa –como decía el señor Senador Lacalle

Herrera, y tiene razón– son las relaciones comerciales. En este caso, el 75%

del petróleo que nos vende Venezuela lo pagamos con productos uruguayos y

el 25% restante a 15 años, con una tasa de interés extremadamente baja. Aquí

no hay un interés comercial o económico, sino que hay elementos políticoideológicos

que llevan a que se pueda lograr una operación de esta naturaleza.

De manera que los intereses económicos en las relaciones comerciales

siempre están presentes –no lo niego de ninguna manera–, pero muchas veces

los elementos político-ideológicos pueden ayudar. El Presidente Mujica está

haciendo el gran esfuerzo de ver si mejoran sustantivamente las relaciones

económicas que tenemos con Argentina y Brasil, y si se resuelven las

diferencias y dificultades sobre la base del mejor relacionamiento político que

se pueda alcanzar.

Hay un segundo elemento que, sin duda, nos afecta; me refiero a las

asimetrías. Creo que las asimetrías, de alguna manera, son naturales, pero

hubiéramos querido tener la calidad de país de menor desarrollo relativo en el

Tratado de Asunción, y esto no se logró porque Argentina y Brasil no lo

quisieron.

En estos momentos se inicia una etapa, la del FOCEM, que intenta mitigar

levemente estas asimetrías. Por suerte, el buen relacionamiento político

permitió que Argentina destrabara los fondos del FOCEM para el intercambio

energético entre Brasil y Uruguay. A mi juicio, las asimetrías sólo pueden

resolverse en la negociación de la complementariedad productiva. De pronto,

Brasil nos dice: “El arancel externo tiene que ser alto porque no puedo competir

en bienes de capital, en industria automotriz ni en informática”. Ante esto, yo,

mercosuriano, le respondo: “Acepto ese arancel externo, pero permítame

participar de sus beneficios. Quiero participar de la cadena productiva de los

bienes de capital, de la industria automotriz y del software, porque tengo esa

posibilidad”. No se trata de que haya arancel externo común sólo para Brasil,

sino también para Uruguay. Estos son acuerdos entre empresas que deben

estar respaldados por los Estados y por las políticas de los países

correspondientes.

Por otro lado, tenemos el problema del doble arancel externo con

Paraguay –no lo tengo con Brasil–, que tiene la limitación de sus ingresos

fiscales.

Muchas veces se culpó al MERCOSUR por problemas industriales que tuvimos

en la década de los noventa, cuando en realidad nada tuvo que ver. Allí hubo

una apertura unilateral por fuera del MERCOSUR, además del atraso cambiario

que durante toda esa década afectó al sector industrial. Si bien hoy puedo

tener diferencias con la política cambiaria que lleva adelante mi Gobierno, lo

cierto es que el sector industrial no se ha visto afectado y sigue creciendo, y

tampoco ha generado la traslación de ingresos del sector agropecuario hacia el

resto del país, en tanto el atraso cambiario se compensa con muy altos precios

internacionales, que no los había en la década de los noventa.

Por otra parte, hay problemas con las instituciones comunitarias, porque

en el fondo juega la debilidad propia de algunas instituciones de cada país.

Aquí es donde se inscribe el tema del Parlamento del MERCOSUR. Los

Parlamentos tienen, entre otras cosas, funciones de representación; por mi

parte, realmente quiero involucrar a los principales actores y a la sociedad en

este proceso mercosuriano de integración, porque si no tengo conciencia

regional será muy difícil seguir avanzando en esta materia, y para hacerlo

necesito de la política. Los Parlamentos son las instituciones naturales de

representación que pueden involucrar a todos los actores: empresarios,

universidades, trabajadores, cooperativas, etcétera, y también a la sociedad.

Por eso consideramos que el Parlamento del MERCOSUR también es

importante.

Señor Presidente: tenemos problemas con la aplicación de los laudos

arbitrales, con normas que no se aplican, y es verdad que debemos luchar por

solucionarlos.

A veces se dice que estamos atados a las ineficiencias de las industrias del

MERCOSUR, pero tengamos en cuenta que muchas veces hemos podido

realizar importaciones de bienes de capital con arancel cero, y también hemos

logrado la admisión temporaria, que no es un régimen propio de un proceso de

integración; sin embargo, la tenemos hasta el año 2016.

Es cierto que tenemos restricciones de acceso al mercado, que hay barreras no

arancelarias, normas estaduales y provinciales, licencias de importación y

plazos para resolver los problemas. También Uruguay ha tenido problemas en

las exportaciones a Brasil, a raíz del certificado de origen que dio la Cámara de

Industria. A eso se suma el problema de la tasa consular, que es un impuesto.

Es ahí donde empiezan a aparecer los problemas de índole bilateral.

En lo personal, en cuanto a la relación con Argentina, creo que lo más

importante es que haya culminado la instancia en el Tribunal de La Haya,

porque estábamos pendientes de cuál iba a ser su fallo. De manera que, desde

ese punto de vista, es muy importante que ingresemos en una nueva etapa de

relacionamiento con el vecino país. Tengamos en cuenta que el tema

planteado en el Tribunal de La Haya significaba que no pudiéramos avanzar en

el dragado del canal Martín García, ni en la colocación de nuestros productos

por restricciones de las licencias de importación. Por lo tanto, insisto: entrar en

un nuevo tipo de relacionamiento constituye un hecho extremadamente positivo

y, sobre el particular, le doy la derecha al Presidente Mujica. A mi juicio, está

llevando adelante este proceso estupendamente bien y está haciendo un

esfuerzo hasta de generosidad en el plano internacional. No fue fácil para él

votar a Kirchner como Secretario de la UNASUR. Sabía que eso lo afectaría

ante la opinión pública y que los partidos de oposición no estaban de acuerdo.

Sin embargo, corrió con todos los costos políticos para intentar un nuevo

relacionamiento con la Argentina. Chile, Perú, Colombia y todos los demás

países aceptaban a Kirchner en ese cargo. Entonces, Mujica dijo: “Acompaño

el consenso. Eso es lo que estoy haciendo. No puedo seguir vetando en una

situación de esta naturaleza”.

En definitiva, hay problemas que deben resolverse políticamente y

dialogando. Sé que no es sencillo, pero hay que intentarlo. Hay temas como el

dragado de Martín García, la navegación sobre el Río Uruguay, el peaje que

habrá que pagar por el gas proveniente de Bolivia, la planta regasificadora, las

licencias de importación y los problemas portuarios que hemos tenido con

Argentina, que solo pueden solucionarse a través del diálogo, de la

negociación. ¿Los vamos a “pecherear”? ¿Qué vamos a hacer?

En esta situación con Argentina tenemos –nada más ni nada menos– los

puentes cortados. ¿Cómo vamos a resolver ese tema? Tendremos que hacerlo

a través del diálogo. Reitero, pues, que me parece trascendente el brutal

esfuerzo que está haciendo el Presidente Mujica por solucionar para el futuro

temas históricos, que en la coyuntura actual venían afectando duramente al

Uruguay.

Del otro lado tenemos los problemas con Brasil. Resulta que teníamos una

restricción sanitaria a las importaciones de pollo. Brasil nos decía: “Yo soy un

gran exportador de pollo al mundo y no puede venir Uruguay a decirme que

tengo problemas sanitarios, afectando mis exportaciones”. Por lo tanto, Brasil

tomó determinadas acciones: licencia de importación y restricciones a la leche

en polvo y a otros rubros del reino animal. Esto es verdad. ¿Qué hizo el

Presidente Mujica? Dijo que no había problemas sanitarios, por lo que

levantaría la restricción sanitaria, pero fijando un límite a la importación de

pollos para no afectar a los productores internos en materia avícola. Cuando

hizo esto, inmediatamente se levantaron las restricciones a la leche en polvo, a

los productos del reino animal y a otros rubros.

Entonces, el relacionamiento político y el mejor vínculo político con

Argentina y Brasil, de alguna manera, son indispensables para seguir

avanzando en estos problemas internos que tenemos permanentemente.

En el mes de febrero, el Presidente Mujica llevó a cabo una conferencia

en el Hotel Conrad y los medios de comunicación informaron que, a partir de la

misma, se habían presentado proyectos de inversión por mil millones de

dólares. A su vez, y en relación con el Presidente “Lula”, aparecen empresarios

brasileños, relacionados con distintos rubros, interesados en invertir en

Uruguay. Entonces digo: bienvenidas sean todas esas inversiones que llegan

de Brasil.

Tampoco es un hecho menor que Brasil esté dando su apoyo a esa vieja

idea del Presidente Mujica de concretar un puerto de aguas profundas

mercosuriano en La Paloma o en sus proximidades; eso sería integración en

serio. Esto es algo que representa un extraordinario avance para el futuro de

las relaciones sudamericanas y latinoamericanas.

Por otra parte, no tengo absolutamente ninguna duda de que tenemos

que influir para romper lo que el señor Senador Lacalle Herrera denominó

bilateralismo entre Brasil y Argentina. Comparto plenamente esa idea; es más,

he dicho todas las veces posibles y de la mejor manera a nuestros amigos

brasileños: “Ustedes siguen jugando bilateralmente con Argentina y nos siguen

dejando afuera.” Y eso, a mi juicio, no es positivo en el ámbito del

MERCOSUR.

Ahora bien, muchas veces se dice que no importa si se vende a Brasil, a

Japón o a China, porque todos son iguales. No es así, no todos los mercados

son iguales, ya que –esto es lo que más me importa– a Brasil y a Argentina les

vendo con más valor agregado y más contenido tecnológico. Esto tiene que ver

con el futuro de nuestro país y de nuestros intereses nacionales.

Concluyendo –ojalá lo pueda expresar con humor, señor Presidente, porque el

humor es sano– quiero manifestar que todo es desde y con el MERCOSUR,

incluida la cláusula democrática, que no es algo menor y que apareció en un

momento de crisis vinculada a Paraguay. Ojalá esa cláusula democrática siga

permaneciendo vigente y sea el centro y paz para que nuestros países se

mantengan dentro de los regímenes democráticos.

Voy a relatar una anécdota y, con ello, traeré el recuerdo de un señor

Senador del Partido Nacional que sabía mucho y me enseñó –era un hombre

muy culto–; me refiero al señor Senador Mallo. El día que se habló del tema, le

dije que qué bueno era esto de la cláusula democrática. Él opinó que era

fantástico, pero que el único problema que teníamos era qué hacíamos si el

que la violaba era Brasil.

De todas maneras, considero que es muy importante conseguir un grado

de conciencia regional y de pertenencia como no los hay, y esto deriva de la

política. Para ello se requiere de acuerdos políticos, pero también de una pauta

cultural de reafirmación ética, de solidaridad y de elementos emocionales que

no hay en la actualidad, aunque sí los hubo en el Uruguay al principio, con su

creación.

No olvido que en los años 1991 y 1992, cuando viajaba al interior, en las

escuelas las maestras me pedían que diera charlas a los alumnos acerca del

MERCOSUR; en aquel momento estábamos todos esperanzados a ese

respecto. Entonces, como dije, había factores emocionales que hoy no hay y, a

su vez, elementos de esperanza que en la actualidad están más limitados pero

que, para mí, como rumbo político, significan algo central.

Debemos concretar avances en la UNASUR, pero aclaro que ahora no

voy a entrar en el análisis de este tema. No se trata de un asunto sencillo; vale

la pena destacarlo. A su vez, en el Pacífico puede armarse un bloque, por

ejemplo, entre Chile, Perú y Colombia. No siempre hay grados de unidad entre

los gobiernos llamados progresistas de América del Sur. Reitero que el tema no

es sencillo, pero hay que avanzar en estos ámbitos.

Finalmente quiero decir que, desde el punto de vista de los intereses

nacionales, me importa una inserción con un destino lo más diversificado

posible. No quiero vender solamente a un país o al MERCOSUR, sino también

a Estados Unidos, a China y a la Unión Europea. Cuanto más diversificado sea

el mercado, mejor.

Desde el punto de vista del origen, lo que pretendo es incluir valor

agregado y contenido tecnológico. Estoy mirando a Finlandia y a Corea del Sur,

cuyas exportaciones industriales son del 57% y del 55%. Honestamente, y con

todo el cariño que le tengo a Chile, quiero decir que no lo estoy tomando como

referencia porque sus exportaciones industriales de contenido tecnológico

representan solamente el 6%.

En definitiva, lo que pretendo es un destino muy diversificado y un origen

con el mayor valor agregado y contenido tecnológico posible; esto tiene que ver

con defender los intereses nacionales. La vía del MERCOSUR es la que ha

demostrado que avanzamos más con valor agregado y contenido tecnológico

que con el resto de los países.

Muchas gracias, señor Presidente”.