Compartimos la columna de Mons. Pablo Galimberti, difundida en Diario “Cambio” de Salto y titulada “El llanto de los inocentes”.

“Tres criaturas de cuatro, tres y un año, en pocos segundos quedaron tirados en la banquina, sin vida, atropellados por un conductor que se salió de su senda y resultó ser el responsable directo de esta fatalidad. A ellos se sumó la muerte de la madre, acaecida algunas horas después.

Mientras los allegados derraman lágrimas de dolor e impotencia, el conductor, que difícilmente podrá borrarle su memoria esa escena, se recupera para comparecer ante la Justicia. Según la Policía Técnica, el conductor había trabajado toda la noche y tuvo un “pico de sueño”.

Los vecinos de esa zona densamente poblada de Villa García, en el cinturón de la capital, convocados espontáneamente por la desgracia que cayó como un rayo fulminante, declaran que no es la primera vez que ocurren estas desgracias.

En la penumbra de la noche se convocaron espontáneamente y en un improvisado ritual quemaron cubiertas. Una mezcla de protesta y lamento ante lo irremediable, una voz clamando al cielo explicaciones. Pero era también un reclamo ante las autoridades públicas que, según los vecinos, no han materializado a tiempo las medidas oportunas para prevenir desgracias de esta proporción.

Quizás los propios vecinos no han logrado aún reunir voluntades y canalizar sus inquietudes para plantear propuestas concretas, que expresan el sentir del vecindario y las urgencias para conseguir más seguridad vial en esa arteria con tanta circulación.

Los niños con su madre iban camino a la escuela. Un centro educativo, especialmente en la etapa de primaria, no puede estar ajeno a estos peligros de los vecinos que circulan a pie, a pocos centímetros de la ruta.

¿Quién atenderá el llanto de estos niños y de su madre? Cuando fallece un obrero de la construcción el sindicato convoca a un paro en todo el país. Lo mismo ocurre cuando un taxista es brutalmente asesinado. ¿Qué podríamos hacer para recoger el llanto de estos niños y de su madre para que su muerte nos sirva de aviso? Quizás tengamos que marcar en el calendario esta fecha para ver al cabo de cierto tiempo qué se ha hecho, qué precaución se ha implementado, qué hacen el barrio, las autoridades o dónde duerme algún expediente.

Todos los días ocurren accidentes, todos los días las víctimas son, por lo general, los más vulnerables de la sociedad. La gente de a pie, los que hacen los mandados y llevan sus hijos a la escuela cargándolos como pueden. Pero todos los días también podemos preguntarnos qué puedo hacer desde donde estoy, en mi lugar de trabajo, entre los colaboradores cercanos, para poner sobre la mesa estos “accidentes” y oír los gritos silenciosos que interpelan.

Qué bueno que los responsables de más arriba, del medio y los de más abajo puedan reunir informaciones e ir al encuentro de vecinos para escuchar sus demandas. Seguramente que las cosas que se dicen desde el corazón y con el convencimiento que proviene de los hechos que han visto y tocado, puedan servir para tomar las acciones preventivas.

En Carina, 24 años, que a las pocas horas siguió el destino de sus hijos, están todas las madres jóvenes y generosas, que afrontan con valentía las fatigas de cada jornada. A ellas también tenemos que cuidar y educar, para que sigan protegiendo a sus hijos. Y que su sacrificio no se borre a los pocos días del mapa y de la memoria del barrio.

Nuestro país puede, si es que un día lo fue, apuntar a ser “un país de cercanías”. No me refiero a la que se mide en metros o cuadras, porque esa no produce mágicamente sentido de vecindad. Las cercanías son de quienes cuidan, vigilan, legislan, educan, animan el tiempo libre en una plaza o canchita barrial, o de los que regalan tiempo para promover mejoras en la zona. Es tiempo de acelerar la saludable descentralización.

Sobre mejoras en la circulación de los peatones, en cualquier lugar del país, pero en particular por la ruta 8, a la altura del km 22 donde ocurrió el fatal accidente, hay que darle la palabra a los vecinos.

Que Dios Padre que nos hace responsables aquí en la tierra de nuestros vecinos próximos, abrace con ternura a estos niños y a su madre”.

Columna publicada en el Diario “Cambio” del viernes 4 de abril de 2014.

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