La mirada especial de la escritora mexicana Cecilia Durán Mena nos aproxima al conocimiento de “Ángel Zárraga: Una respuesta inesperada”.

Les invitamos a disfrutarla.

“En 1946 Octavio Paz y Rodolfo Usigli fueron admitidos en el estudio de Pablo R. Picasso para realizar una entrevista. Durante los minutos que duró la charla, el pintor malagueño recorrió con los mexicanos las diferentes formas que ocupó para vencer el blanco del lienzo, para sacar formas de los materiales; hablaron de sus épocas rosa y azul, les contó de los años de creación junto a Braque, del Bateau Lavoir, del acercamiento con el fauvismo, de su amor por los toros, les mostró las obras en las que estaba trabajando en aquél momento. Casi al final de la visita, Octavio Paz le preguntó quién era su pintor mexicano favorito.

La respuesta del maestro español dejó boquiabiertos a Paz y a Usigli: “De todos los pintores mexicanos con los que he tenido contacto, el que se gana mi más grande admiración es Ángel Zárraga.” Imagino que los célebres entrevistadores esperaban loas y beneplácitos para alguno de los muralistas mexicanos, tan afamados y apreciados ya desde esos años. “Lo curioso,

dijo Paz, lo incomprensible es que en México lo hayamos olvidado.”

Sin embargo, la inesperada respuesta de Picasso se fundamentaba en la apreciación que Ángel Zárraga gozaba en Europa. Zárraga fue uno de los primeros mexicanos que ganó para México el reconocimiento del medio artístico internacional. Ya en 1927 la notoriedad de su obra le ganó un lugar en la Manifestación Internacional y siete años antes había expuesto en forma muy exitosa en la galería Berheim Jeune.

En México Ángel Zárraga era menos famoso porque tenía dieciocho años cuando se instaló en Francia lleno de deseos de conocer en el epicentro de la pintura, el paso que marcaba la plástica de aquellas épocas. Su larga estancia en Europa le permitió estudiar con Renoir y con Rodin, adentrarse en el conocimiento de las vanguardias y afianzar un estilo propio.

Como dice José Juan Tablada, “Zárraga desentraña esa presencia divina de un sentimiento artístico que nos singulariza entre toda la humanidad”. Estar frente a un Zárraga es entender que es posible arrancar de los limbos figurativos una imagen para darle vida y hacerla brillar. La creación artística de este pintor duranguense es al mismo tiempo intensa y poética. Lo mismo pinta exquisitas y fascinadoras mujeres que ancianos dolorosos y macilentos.

Su principal interés es plasmar en sus cuadros un núcleo artístico alrededor del cuerpo que él definía como “la perfección entre lo humano y lo divino”. A partir de sus convicciones religiosas, estudió a la figura masculina y femenina no sólo con la curiosidad del que intenta dominar el dibujo anatómico, sino con la convicción de que el ser humano fue concebido perfecto, a imagen y semejanza de Dios.

El guión iconográfico de Ángel Zárraga es de amplia factura. Sus cuadros incluyen obras cubistas, tableros religiosos, aproximaciones a las escuelas holandesas y belgas, a las figuraciones del fauvismo, murales y pinturas deportivas. Hay cuadros religiosos y muchos en los que plasma su cercanía a las ideas de Vasconcelos. Fue amigo de Diego Rivera con el que hizo un pacto: no pasaría un día de su vida en el cual no dibujara algo, aunque fuera una línea.

La inesperada respuesta que Picasso le dio a Usigli y a Paz no resulta tan inverosímil al contemplar la pintura de Ángel Zárraga, uno de los pintores mexicanos que tuvo gran éxito en Europa en la primera mitad del siglo XX”.

Fuente Imagen: http://mexicanculturalcentre.com