Claudio RomanoffComparto las removedoras palabras del reconocido periodista Claudio Romanoff ante la difícil situación personal que hoy atraviesa, y en la cual, apela al apoyo para poder acceder a un tratamiento quirúrgico y de radioterapia en el hospital Sirio-Libanés de San Pablo.

Y como dice en su líneas: que prime “el idioma del amor”.

“Necesito tu ayuda para jugar la final del mundo.

Por Claudio Romanoff.

En el primer recuerdo que tengo de mi padre yo tenía 8 años. Un partido de fútbol compartido frente a una tv en blanco y negro. La fuerza incomparable del primer recuerdo. Antes de eso, la nada. Antes de eso, para mi mente infantil, no había padre.

Si mi padre hubiese desaparecido antes de ese día yo no tendría ni un solo recuerdo de mi padre, que es casi como no haber tenido un padre al que recurrir en el futuro, cuando los recuerdos se transforman en el presente del pasado que fue.

Esto viene a cuento de una de mis últimas conversaciones con mi médico: “Tumor en el cerebro”, me dijo. De los agresivos, de esos que no terminan de irse nunca pero que si uno les da pelea son como esos equipos de fútbol que aunque vayan ganando 3 a 0, uno sabe que perfectamente pueden terminar 3 a 3, y quien te dice que no perdiendo 4 a 3.

El instinto de supervivencia suele ser más veloz que el amor. Cuando te dicen que la muerte viene por vos, ese instinto es el primero que se echa a correr. Pero enseguida le pasa lo que al equipo del 3 a 0. A poco de andar lo alcanza rápidamente otro sentimiento: el amor.

Por eso, ante el duro diagnóstico, primero tuve miedo de morirme. Pero enseguida tuve miedo de morir en mi esposa Ximena y en mis amados hijos, los mellizos Iván y Eloísa, para quienes la muerte aún no es siquiera una palabra en el diccionario.

Pero sí, primero tuve miedo de morirme, así, en primera persona, de morir rodeado, porque por suerte me acosan amorosamente los afectos de amigos y familiares, pero consciente de que en definitiva uno termina muriendo solo. Es una experiencia como Messi: intransferible.

A uno lo operan solo, le hornean la cabeza solo, se encamina hacia el final solo.

Pero aún no morí, y tras el diagnóstico, y ahora, en casa me esperan mis tres principales razones de vivir.

Ximena se convirtió enseguida en el soporte para aguantar lo que vendría. Lo que vino. Solo quien recibe una noticia como esta es capaz de entender la diferencia entre estar muriendo, como estamos todos, y la certeza de morir con fecha fija.

Meses. ¿Cuántos? ¿Importa tanto el detalle?, me preguntaba mientras los mellizos me caminaban por encima como dos crías de leoncitos.

El partido de fondo

Todo ese sufrimiento de los análisis para precisar la malignidad del tumor que crecía en mi cabeza, bien sabía yo, era apenas el preliminar del partido de fondo. Antes de morir ¿quedaría hemipléjico, ciego, mudo?

Me di cuenta que había algo que precedía a esa oscura duda: yo quería, quiero, vivir. Cuando se llega a este punto uno pierde lo que en algún momento de arrogancia pensó que eran principios inamovibles o difíciles de asumir. Como pedir ayuda a extraños. ¿Extraños?

En estos momentos estoy abrumadoramente rodeado de gente que conozco y en la que el amor es nuestro lenguaje común.

Si pido y hay quienes acuden en mi ayuda para ahuyentar la muerte, ¿con qué idioma lo harían si no es el del amor? Hay que llegar a vivir algunas situaciones para darse cuenta que entre conocidos y extraños no se necesitan intermediarios, porque el amor no necesita de traductores.

Por eso apelo a uds sin pudor, como apelo a vuestro amor sin más intermediarios que esta página solidaria que tanta vida ha sembrado en el planeta.

Es tan simple que duele: solo quiero vivir.

Nací en un barrio obrero de este país del tercer mundo y a fuerza de trabajo me abrí camino. Soy un trabajador de un país del tercer mundo.

Las asas a las que podría aferrarme a la vida están un poco lejos, económica y geográficamente.

Si te querés acercar, si querés que nos acerquemos, si me querés ayudar a vivir, podés depositar en las siguientes cuentas:

A nombre de mi esposa Ximena Vázquez en la caja de ahorro en dólares en el banco Santander de Uruguay, número 1–1087703.

En el colectivo “Claudio Romanoff” número 66536 en Red Pagos.

En Abitab, en el colectivo a nombre de Claudio Romanoff número 90258.

Ello me permitiría acceder a un tratamiento quirúrgico y de radioterapia en el hospital Sirio-Libanés de San Pablo bajo la égida del prestigioso doctor Marcos Stavale.

Tu ayuda me permitiría vivir. ¿Cuánto? Nada menos que toda la vida.

Pero, por sobre todas las cosas, me ayudaría a vivir el tiempo suficiente para no irme antes de que Iván y Eloísa se olviden de mis facciones, de mi voz, de mi olor. Así como mi padre estuvo entre nosotros el tiempo suficiente para que siguiera vivo en mi recuerdo, tan importante es tu tu ayuda que no solo me permitiría vivir en esta vida, también les permitiría a mis cachorros mantenerme vivo en su recuerdo, que es como decir que les permitiría tener un padre cuando ya no lo tengan.

Ellos no lo saben hoy, pero si lo supieran, seguro te darían las gracias y te lamerían como dos leoncitos”.

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Fuente Imagen: observadortv.uy