Se conoció el nuevo informe del Banco Interamericano de Desarrollo Unidad de Migración sobre “Las remesas a América Latina y el Caribe en 2025. Adaptaciones en un contexto de incertidumbre”, elaborado por los especialistas René Maldonado, Pablo Cortés – Sánchez, y Jeremy Harris.

¿Cuánto recibió Uruguay por este concepto?

A nuestro país ingresaron U$S 143 millones, equivalentes al 0,2% de su Producto Bruto Interno (PBI).

En la presentación del trabajo fechado en noviembre se da cuenta que “el presente informe tiene como objetivo analizar el comportamiento de los flujos de remesas hacia América Latina y el Caribe (ALC) durante los tres primeros trimestres de 2025 y ofrecer una proyección de los resultados para el cierre del año. Los datos disponibles y los cálculos de proyección nos permiten afirmar que la región se encamina nuevamente a un total récord de envíos, con lo que se alcanzarían 16 años de crecimiento ininterrumpido. Estos flujos han venido demostrando ser resilientes a un contexto de transformaciones económicas, sociales y políticas no solo en la región sino en el mundo.

Durante 2022 y 2023, los flujos de remesas continuaron creciendo (10,9% y 7,3%, respectivamente). Retomaron los valores de  tendencia previos a la pandemia de COVID-19 y siguieron consolidándose como un componente clave de las economías de la región. En 2023, el crecimiento había sido impulsado principalmente por los aumentos en Centroamérica (13,2%, destacando Nicaragua), en México (9,8%) y en Suramérica (7,9%, principalmente en Argentina y Paraguay), con un crecimiento más modesto en el Caribe (2,6%, en su mayoría Trinidad y Tobago). Sin embargo, en 2024, el crecimiento se desaceleró: apenas 6,0%, el menor incremento en casi una década.

Este menor ritmo se explica en gran medida por un aumento muy limitado en las remesas recibidas por México (solo 2,3%) y un crecimiento moderado en Centroamérica (7,5%). Para 2025, los datos reflejan tendencias encontradas: por un lado, una caída de 4,5% en las remesas hacia México, que sigue siendo —con el 35,4% del total— el principal receptor en la región; por el otro, un crecimiento sustancial en Centroamérica, con una tasa promedio de 20,4%, impulsado por Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador principalmente. La caída en las remesas recibidas por México hace del país un caso atípico y puede explicarse por varias razones.

En primer lugar, una reducción del 1,2% de la fuerza laboral estadounidense nacida en México, junto con ciertos cambios en la composición de esa fuerza laboral, puede haber jugado un papel. También las variaciones en el tipo de cambio del peso mexicano quizás hayan influido sobre la intensidad de estos envíos. Sin embargo, estimamos que la caída en las remesas recibidas por México se explica mayormente por el llamado efecto base de los picos de 2024, acerca del cual nos extenderemos en detalle en este documento.

La reacción de los migrantes ante algunos de los cambios en las políticas migratorias de sus países de acogida —junto con discusiones como la del impuesto a las remesas en Estados Unidos— explica en parte la tendencia general de crecimiento: en una primera etapa hicieron uso de sus ahorros para realizar envíos extraordinarios (incremento de 9,9% del monto regional en el primer trimestre) y en el tercer trimestre aumentaron sus horas de trabajo para generar mayores ingresos. Sabemos, por ejemplo, que  entre abril y julio las mujeres de origen centroamericano en Estados Unidos incrementaron su participación laboral en trabajos de tiempo parcial en 11,8%, y en un 2,3% en trabajos de tiempo completo.

Movimientos como estos reflejan la estrategia de los migrantes frente a un escenario cambiante y a lo que perciben como un riesgo para sus familias en distintos países de la región, particularmente en aquellos que reciben muchas remesas desde Estados Unidos. Nuestro análisis tiene dos partes. La primera detalla el comportamiento de las remesas por subregión —México, Centroamérica, Caribe y Suramérica— y  analiza  los  determinantes  más  importantes: flujos migratorios, empleo y salarios. La segunda presenta  un  experimento  conceptual  sobre  el impacto potencial de estos flujos en la reducción de la pobreza, además de analizar las diferencias clave entre hogares receptores y no receptores.

Las remesas pueden implicar dejar de estar en la pobreza para millones de personas en los países que las reciben; más de cuatro millones de personas en los siete países analizados pasan de un nivel de pobreza extrema a uno de pobreza relativa o alcanzan niveles de ingreso que los sitúan por encima de la línea de pobreza por completo.

Un análisis estático simple muestra la importancia de estos flujos para mejorar las condiciones de vida en varios países. Pero existe un sesgo en la distribución de las remesas: la mayor parte de estas transferencias se destina a hogares que no son pobres pero que precisamente si no las recibieran podrían serlo. En Guatemala, el 80% de la masa total de remesas llega a hogares que no viven en la pobreza. La cifra supera el 90% en Colombia, El Salvador y República Dominicana. Los hogares en condiciones de pobreza extrema reciben una proporción muy reducida del total; en algunos casos, las remesas permiten a ciertos hogares abandonar la pobreza extrema, pero en otros los montos son demasiado reducidos, o se reparten entre demasiadas personas, como para alcanzar esa clase de impacto.

Finalmente, debemos considerar que son muchos los hogares que no reciben remesas por la sencilla razón de que ninguno de sus miembros se ha ido al exterior; dado que migrar requiere una inversión, a menudo serán los hogares más pobres los que se encuentren en esta situación. Los flujos de remesas siguen siendo un componente esencial de la economía regional, con notable capacidad de adaptación ante la incertidumbre. Sin embargo, esa resiliencia no puede asumirse como ilimitada: en muchos países de la región, eventuales caídas en  los flujos migratorios o mayores barreras a los envíos tendrían impactos significativos sobre el ingreso y el consumo de los hogares.

Tasa de crecimiento

La información disponible en el tercer trimestre permite estimar que al cierre del año las remesas recibidas en ALC alcanzarán una tasa de crecimiento de 7,2%  respecto al año pasado.

Este crecimiento revierte ligeramente la tendencia a la desaceleración que se había observado desde 2021. Cuando los migrantes enfrentan períodos de incertidumbre como sucedió en 2008 o durante la pandemia de COVID-19, se observan dos reacciones en relación con las remesas: a) uso de ahorros para realizar envíos extraordinarios, mientras esos ahorros aún están disponibles; b) incremento de las horas trabajadas como un medio para obtener mayores ingresos, generar fondos de precaución y enviar recursos a sus familias de forma más sostenida.

El primer trimestre del año mostró un crecimiento extraordinariamente alto, de 9,9%, que contrasta con  lo que se había observado el año anterior. La respuesta de los migrantes ante la incertidumbre que enfrentan en sus países de acogida fue enviar mayores remesas, tantos en montos mayores como con mayor frecuencia, haciendo uso de los ahorros que tenían. Durante el segundo trimestre del año, se observó una tasa de crecimiento menor (3,3%), probablemente relacionada con el agotamiento de los ahorros. Sin embargo, en el tercer trimestre se observa un repunte de los envíos, con una tasa de crecimiento de 7,5%, impulsada por el incremento de las horas trabajadas por los migrantes. Para el cuarto trimestre se espera que este comportamiento continúe; el crecimiento de las remesas se situaría  en 8,6% respecto del mismo período del año anterior.

Conclusiones:

En 2025, los flujos de remesas hacia América Latina y el Caribe volverían a alcanzar un máximo histórico: US$174.400 millones, un crecimiento regional de 7,2% respecto de 2024 y 16 años consecutivos de expansión. Esa continuidad confirma la resiliencia de las remesas, pero también revela señales de fatiga  frente a un contexto global incierto.

El mapa regional es heterogéneo. Centroamérica encabezaría el  crecimiento con una tasa estimada de 20,4%, impulsada por Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador. Suramérica ( 10,9% ) y el Caribe (9,2%) mantienen ritmos positivos, aunque más moderados.

México, en cambio, registraría una contracción de 4,5%, asociada al efecto base de los picos de 2024 — debidos a efectos cambiarios— y a la reducción y el cambio de perfil de su fuerza laboral migrante en Estados Unidos.

La región combina, así, dos tendencias opuestas: expansión sostenida en subregiones más dependientes de las remesas y desaceleración en las economías de mayor tamaño. Buena parte del crecimiento de 2025 responde a comportamientos excepcionales de los migrantes ante la incertidumbre: uso de ahorros acumulados y aumento de las horas trabajadas. Esas estrategias han permitido mantener los envíos en  niveles altos, aunque resultan difíciles de prolongar. La capacidad de seguir incrementando remesas parece estar llegando a su límite: los ahorros se reducen, el empleo se estabiliza y los flujos migratorios muestran signos de menor dinamismo.

El  impacto social de las remesas sigue siendo innegable. En los países del norte de Centroamérica, entre 5% y 7% de la población mejoraría su condición de pobreza gracias a estos ingresos; en  México,  Colombia y Ecuador los porcentajes son menores (0,3%–1,6%), pero el número absoluto de personas beneficiadas es igualmente alto. La mayor parte de los montos se concentra en hogares no pobres,  aunque muchos de ellos dependerían de estos envíos para no caer en la pobreza.

En conjunto, los resultados de 2025 parecen estar retratando una resiliencia sostenida, pero con  incertidumbre.

Las remesas continúan siendo un pilar económico y social para millones de familias, aunque su margen de crecimiento se estrecha.

De mantenerse las condiciones actuales, la región podría estar entrando en una nueva etapa: no de declive, pero sí de transición hacia un nuevo entorno, en la que los flujos de remesas crecerán con mayor lentitud y reflejarán menos expansión y más resistencia.