Por Ing. Maria Carolina Rivoir Vivacqua.
Consultora en Ingenieria Ambiental.
mcrivoir@gmail.com

Los contaminantes pueden dispersarse en el aire a temperaturas y presiones ambientes normales en formas gaseosa, líquida y sólida.

Los gases y los vapores, presentes como moléculas claramente definidas, forman verdaderas soluciones en el aire. Las partículas formadas por materiales con presión de vapor moderada a alta tienden a evaporarse rápidamente, ya que las que son lo suficientemente pequeñas como para permanecer suspendidas en el aire durante más de algunos minutos (es decir, las inferiores a unas 10 μm) presentan relaciones superficie/volumen grandes. Algunos materiales con presiones de vapor relativamente bajas pueden tener fracciones apreciables en formas de vapor y aerosol de manera simultánea.

Una vez dispersados en el aire, los gases y vapores contaminantes generalmente forman mezclas tan diluidas que sus propiedades físicas son indistinguibles de las del aire limpio. Puede considerarse que estas mezclas siguen las relaciones de las leyes de los gases ideales. No existen diferencias prácticas entre un gas y un vapor, salvo que este último se considera generalmente la fase gaseosa de una sustancia que puede existir en forma sólida o líquida a temperatura ambiente. Mientras están dispersadas en el aire, todas las moléculas de un compuesto dado son básicamente equivalentes con respecto a su tamaño y a las probabilidades de captura por las superficies del medio ambiente, del tracto respiratorio y de muestreadores o colectores de contaminantes.

Los aerosoles, dispersiones de partículas sólidas o líquidas en el aire, tienen la variable adicional muy importante del tamaño de las partículas. El tamaño afecta al movimiento de las partículas y, por tanto, a las probabilidades de que tengan lugar fenómenos físicos como coagulación, dispersión, sedimentación, impactación en las superficies, fenómenos de interfase y propiedades de dispersión de la luz.

Cuando se piensa en contaminantes atmosféricos la superficie, el volumen, forma, densidad son muy importantes ya que esos factores influyen en la aerodinámica de las partículas, factor determinante de sus probabilidades de movimiento y consecuentemente influye en el trayecto y depósito de la partícula en el sistema respiratorio.

Algunos ejemplos de aerosoles son:

► polvos – sólidos de forma irregular, y diámetros superiores a 1μm,

► vapores – partículas con diámetros de 0,1μm tienen formas esféricas o cristalinas y pueden ser químicamente idénticas al material del que se originan o producto de oxidación,

► Humo – suelen ser gotitas de líquido de diámetros inferiores a 0,5μm,

► Neblina – formado por gotitas de diámetros oscilando desde 2μm hasta más de 50μm,

► Niebla – Aerosol acuoso formado por condensación de vapor de agua en núcleos atmosféricos a humedades relativas elevadas. El tamaño de las gotitas suele ser mayor de 1 μm.

► SMIG – aerosol resultante de la combinación humo y niebla,

► Calina – aerosol de tamaño submicrométrico formado por partículas higroscópicas que captan vapor de agua a humedades relativas relativamente bajas.

► Aitken o núcleos de condensación (NC) – aerosol formado por partículas con diámetro inferior a 0,1μm resultado de procesos de combustión y por conversión química a partir de precursores gaseosos.

Las partículas suspensas en el aire ambiente cuyo diámetro oscila entre 0,1hasta aproximadamente 1μm suelen ser esféricas (con superficies líquidas) y se forman por coagulación y condensación de partículas de menor tamaño que derivan de precursores gaseosos. Al ser demasiado grandes para coagularse rápidamente y demasiado pequeñas para sufrir una sedimentación eficaz, tienden a acumularse en el aire ambiental

Partículas del aire ambiental cuyo diámetro aerodinámico es superior a unos 2,5μm y que generalmente se forman mediante procesos mecánicos y resuspensión de polvo de superficie.

BIBLIOGRAFÍA

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