Si no aparecen objeciones de última hora que complique el plan, la chacra particular del electo presidente uruguayo José Mujica va a ser muy difícil reconocer.

No va a ser fácil convencerlo a que se mude porque el nuevo presidente quiere seguir viviendo en su querencia del rincón del Cerro que a fuerza de ser sincero pasará a convertirse en su residencia oficial.
El problema es que, si se cumple el deseo, el gobierno tendrá graves problemas de seguridad para custodiarlo. Mujica confió el mismo domingo luego de votar por la mañana que ese mismo día iba a hacer una serie de trabajos en un “par de piezas” para albergar allí a los que serán custodias presidenciales. Contó además que llevaría electricidad para que pudiese alojar a la guardia.
«¿Vos te creés que voy a despachar desde aquí los asuntos oficiales? No, m’hijo. Yo aquí sólo vendría a dormir con Lucía».

La casa particular del presidente está cobijada por una espesa vegetación, en medio de plantíos de acelgas, en un amplio descampado que es una pesadilla para la seguridad. Es un campo de 14 hectáreas. Fuentes oficiales dijeron que si al final se accede a los deseos de Mujica, se levantarán más cercas y un alto muro para resguardar la intimidad de la vivienda, que en la actualidad está casi a la vista, protegida apenas por unos árboles y un par de perros entre ellos, la ya conocida “manuela” que sufriera una amputación en una de sus cuatro patas producto de una riña con otros de su especie.

La idea es dotar a la propiedad de varias torres de vigilancia que mejoren la seguridad global del predio, se anunció aunque Mujica aún lo ignore.