De la publicación Letras Internacionales Nº 115 de diciembre de 2010 hemos seleccionado el artículo del *Prof. Félix Peña bajo el título “¿Cuán denso será el Mercosur del futuro?”

La densidad de un proceso de integración entre naciones independientes que no aspiran a dejar de serlo, tal el caso del Mercosur, entre otros factores se refleja en el impacto de los compromisos asumidos en flujos de comercio e inversiones, en  la conectividad física, en el desarrollo de redes sociales y productivas, en la articulación de diversas políticas públicas y en la concertación de las políticas externas.

Pero en particular, su vitalidad se aprecia en la proximidad que sus resultados concretos tengan con la vida diaria de los ciudadanos. Un indicador crucial al respecto, con valor político y humano, es la relación que la gente puede establecer entre el proceso de integración y su empleo, sus niveles de bienestar y sus expectativas de futuro. Facilita el que los ciudadanos de un país identifiquen como una comunidad a las naciones con las que comparten un espacio geográfico regional.

En tal perspectiva, un proceso como el del Mercosur, puede tener grados diferenciados de densidad al menos en dos planos. Uno es el de hechos concretos susceptibles de medición que impacten en la vida de la gente. El otro plano es el de la retórica que enuncia lo que deberían o podrían ser tales hechos. A veces implican relatos e incluso normas que no necesariamente penetran en la realidad. En tal caso su métrica se refleja sólo en el número de palabras empleadas para enunciarlos.

Tras sus primeros veinte años, la tendencia en el Mercosur ha sido hacia una baja densidad factual, en buena medida por la dilución de compromisos básicos de apertura irrestricta de los mercados, orientada a incentivar inversiones productivas en función del espacio económico ampliado. Los resultados existen pero se los percibe como menos impactantes que los esperados.

A su vez, una tendencia del Mercosur hacia una alta densidad retórica, contribuye a explicar expectativas superiores a las que realidades políticas y económicas permitían razonablemente sustentar. Asimetrías de poder relativo y de grados de desarrollo parecerían ser lo que más impacto ha tenido en limitar avances concretos de la integración. Relatos y normas que carecieron de efectividad, han alimentado un Mercosur por momentos marcado por una “diplomacia mediática” generadora de una especie de integración “de utilería”, sin suficiente sustento en la realidad cotidiana de la política, la economía  y la vida social de sus países miembros.

Hacia el futuro y asumiendo voluntad política en dar saltos cualitativos hacia un Mercosur en el que la densidad factual se correlacione con la retórica, tres planos brindan posibilidades significativas para la acción. Uno es el de la integración productiva, en particular si se orienta al aprovechamiento de oportunidades abiertas por el nuevo escenario global –por ejemplo, para llegar a las góndolas del mundo con alimentos “inteligentes” y “verdes”– y de las que se supone resultarán de las negociaciones con la UE. El otro es el de los aportes que los países del Mercosur efectúen, actuando como conjunto, a cuestiones relevantes de la agenda global, tales como el futuro desarrollo del G20, la conclusión de la Rueda Doha y los acuerdos en materia de cambio climático. Y el tercer plano es el de traducir a la realidad, la proclamada y postergada idea de que los ciudadanos del Mercosur puedan apreciar que son parte de un efectivo espacio común, cuando realizan sus trámites migratorios en los respectivos aeropuertos de la región.

* Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank, Profesor Titular de Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF); Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales del Núcleo Interdisciplinario de Estudios Internacionales y del Módulo Jean Monnet en la UNTREF.