Una vez más, compartimos los relatos de Luis Alzamendi. En esta ocasión lleva como título “Agresión Sexual”.

“¿Cómo podría escapar de esta horrible experiencia? Ella vivía en la ciudad de Maracay- Venezuela. Era una niña de ocho años de edad hermana de seis niños, en una escala de mayor a menor, ella era la tercera. Su mamá trabajaba hasta altas horas de la noche en un hotel donde cumplía la función de camarera, para atender los gastos de la casa porque su esposo había desatendido sus obligaciones yéndose de la casa para formar otra familia. En el tiempo que el papá vivía en la casa ésta era un caos, ya que el traía malestar a la familia por su autoritarismo constante el quería imponer su voluntad y que allí se hiciera lo que el quisiera, no importaba la opinión de los demás, su palabra tenía que ser ley para todos y no había lugar para objeciones.

En su nueva familia las cosas no habían cambiado mucho, allí también le hacía la vida difícil a su nueva esposa y a sus cinco hijos cosa que para él parecía parecerle normal.

Un día le dice a su ex esposa que necesitaba a la niña para acompañar a su otra hija de cuatro años (quien era la mayor de los cinco), para que pudiera dormir tranquila porque la mamá se había ido de la casa. Alrededor de las cuatro de la mañana, la niña de ocho años se sentía morir asfixiada y en sus partes íntimas sentía un dolor que quemaba y ardía y le dificultaba respirar. Despertándose por completo sintió a su padre encima de ella y se vio completamente desnuda y con sangre entre sus piernas. Haciendo un esfuerzo sobrehumano logra sacarlo de sus espaldas saliendo de debajo de él, pero éste tomándole de un brazo la obliga a guardar silencio, le prohíbe que se lo cuente a su mamá porque si lo hacía la madre recibiría las consecuencias ya que la iba a maltratar. El abuso hacia la niña continuó por varios años. Pasó el tiempo y a la edad de 15 años, sufre quemaduras con aceite hirviendo en sus manos y en sus pies teniendo que ser hospitalizada. Lo que sucedió fue un accidente, pero éste abrió las puertas a su liberación, ya que la niña conocería el camino que la iba a alejar del martirio que sufría. “Oye la voz de mis ruegos…No me arrebates juntamente con los malos, y con los que hacen iniquidad”’.