Compartimos la columna del diputado Daniel Bianchi (Vamos Uruguay) que lleva el título “Se está poniendo difícil”.

“Difícil, complicado, arduo…

Esos y otros términos similares fueron los elegidos por los operadores turísticos de Colonia para calificar lo que avizoran como un futuro incierto.

La mala temporada ya evidenciada en Maldonado se trasladó naturalmente al departamento de Colonia, y la preocupación se instaló también por estas latitudes, al punto tal que la notoria disminución en la cifra de turistas argentinos que llega a Colonia por estas horas se convirtió en un motivo de preocupación para los operadores turísticos de nuestro departamento. Por esa razón, no sólo iniciaron una movilización con vistas a lograr el apoyo del Gobierno Nacional para sobrellevar esa coyuntura desfavorable, sino que además reclamaron al Ministerio de Turismo la instalación de un Comité de Crisis que prevea situaciones como la actual y defina acciones que permitan sobrellevarlas cuando se presenten.

La Asociación Turística de Colonia, en su calidad de institución aglutinante de todos los sectores ligados a esa actividad, remitió una carta a la ministra del ramo, a través de cuyas líneas enfatiza la enorme importancia del turismo en nuestro departamento, y alude a la estridente disminución de la inversión inmobiliaria y la alarmante mengua en la venta registrada en los últimos días.

De acuerdo a datos de la Cámara Hotelera de Colonia, el 48% de los visitantes en Colonia es de origen argentino, en tanto de acuerdo a cifras de la Cámara Gastronómica durante el mes de julio se cobró con tarjeta el 90% del consumo de los argentinos, mientras que durante el mes de agosto los comercios instalados en el Barrio Histórico bajaron su rendimiento a la mitrad.

Las causas para esta importante merma son disímiles y de orígenes diversos, pero todas tienen un origen común: las decisiones adoptadas por el gobierno de Cristina Fernández como parte de la política proteccionista y, al mismo tiempo, para desalentar el comercio con Uruguay y la compra de artículos y servicios a nuestro país.

Primero fueron las “Licencias No Automáticas” promovidas por el “supersecretario” de Comercio Interior, Guillermo Moreno, que bloquearon el ingreso de autopartes, ropa, tejidos, cosmética, productos gourmet, productos informáticos y papelería, entre otros.

Luego fue la implementación de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI).

Después fue el clima de incertidumbre surgido a partir de la vigencia de los controles a la compra de dólares en Argentina, ya que la dificultad de acceder a la moneda estadounidense complicó la actividad económica dentro de su propio país, pero además, afectó directamente a los destinos elegidos para invertir o descansar fuera de Argentina, entre ellos, Uruguay.

El nuevo “corralito” establecido por el gobierno argentino, sin embargo, movilizó a esos países elegidos por los argentinos para su vacaciones a adoptar medidas que contrarrestaran la decisión, y así, ampliaron las posibilidades de pago con moneda argentina (“pesificación”) a restaurantes, hoteles, alquileres inmobiliarios, peajes y estaciones de servicio.

Más aún: para impedir que las restricciones argentinas al acceso a dólares impacten en la próxima temporada estival, el gobierno uruguayo elaboró un plan para fomentar el consumo de los turistas mediante el uso de tarjetas de crédito. Pero a escasas hora del anuncio, la administración kirchnerista respondió con un mayor control al volumen de dinero manejado a través de ese mecanismo.

Las señales del gobierno argentino son inequívocas, y apuntan a perjudicar al turismo en Uruguay evitando el ingreso de divisas genuinas a nuestro país y promoviendo la pérdida de miles de puestos de trabajo.

La arrogancia imperante al otro lado del río obliga al gobierno uruguayo a tomar medidas duras, serias. Y a tomarlas rápido.

Por estas horas se discute en el Parlamento uruguayo un Acuerdo de Información Tributaria con Argentina, que ya fue aprobado por el Senado del vecino país. Más allá de que dicho Tratado es altamente perjudicial para los uruguayos, demorar -o mejor aún, rechazar- la aprobación del mismo parece no sólo una medida acertada, sino además necesaria para afrontar, de alguna manera, las limitaciones financieras impuestas desde la metrópoli bonaerense.

Habrá que tener valor para tomar la decisión”.