Por considerarlo de interés compartimos la columna del ex diputado Washington Abdala en referencia a las tristes noticias que periódicamente llegan desde Estados Unidos sobre matanzas de niños o adolescentes.

“La primera vez que visité Nueva York creí que estaba adentro de una película. El trayecto del aeropuerto al lugar donde moraría ya de por si era cinematográfico. Grandes carreteras, fábricas en algunos lugares, desorden y orden a la vez, color de mil matices y una tensión que se respiraba en la vida de la gente que es consciente que vive en un pulmón loco. Lo observa cualquiera.

La vida me llevó a visitar muchas veces a EEUU. Conocí el centro, las costas, en fin, tengo una idea de cómo son, o de cómo creo que son los gringos.

Primero, cabe hacer un distingo: según donde se vive se tiene el talante del contexto en el que se está. Un individuo de Minessota que trabaja en la tierra no es igual a un rubio surfista de California. Pero ambos son nacionalistas, ambos son hijos de un país que los cobija en ciertos valores básicos. Y ambos comulgan en poco, pero en lo que comulgan lo hacen con convicción profunda.

Es una sociedad que todavía tiene patrones rígidos en muchas cosas. La permanencia de la pena de muerte es una señal de ello. Clara. Obvia. Impactante.

Lo segundo es que la religión tiene una fuerza enorme y está metida desde las propias instituciones a la vida social. Las religiones son útiles por el aporte en valores que brindan y son nocivas por sus miradas maniqueas donde excluyen al que no las practica a la condición de ¨paria¨ con todas las connotaciones que ello trae consigo. El paria siempre es alguien que no corre riesgos porque ya está afuera de la manada. No pocas veces los que ambientan desastres han tenido problemas con la religión.

Lo tercero es que la propia combinación étnica hace de las sociedades multidiversas sociedades en permanente ebullición. EEUU no es una aldea de hijos de italianos y españoles todos más o menos iguales. No, allí se integra (o no) al sudamericano, al joven que viene de China, al escapado de la Europa pobre y al gringuito puro, todos ellos conviviendo en un magma que en ningún lado del mundo se produce con esa intensidad. Los conflictos entre los grupos de pertenencia y de referencia son dramáticos. (Robert Merton explicó todo esto hace un tiempito largo).

Lo cuarto es que la violencia campea en esa sociedad como un elemento más del cotidiano vivir. Junto con el paquete de derechos que tiene la gente para no molestarse demasiado y que genera ¨límites¨ todo el tiempo, lo que hay es una tensión que cuando explota es delirante. No estoy del todo seguro, pero la película ¨Un día de furia ¨con Michael Douglas mostraba bien eso. En realidad, toda la filmografía americana está cortada por la violencia. No nos debiera extrañar nada. La máxima obra de Truman Capote (A sangre fría) llevada al cine buscaba bucear en el alma del asesino que mataba casi por nada en una familia de Kansas, sin siquiera gozar las muertes que producía. Eso si que era furia y yo creo que a Capote se le reconocía esa capacidad de lograr reproducir con frialdad astuta esa percepción del alma violenta del ser humano. En este caso del ser humano gringo.

Si miran a los superhéroes americanos, ellos son un abanico de la violencia que la propia sociedad está dispuesta a soportar. El último Batman es duro, oscuro, cada vez más violento. El último Spiderman se da el lujo de hacer terapia con nosotros y mostrarnos su lado dual al travestirse hacia un súper heroe que hace aflorar lo peor de nosotros. Más pruebas de la tensión, de la alienación y de lo impredecible que puede ser todo esto no puede haber. (¿O se olvidaron de las carreras de los Stallone, de los Chuck Norris, de Swcharzenegger y otros tantos esperpentos que han filmado decenas de inmundicias violentas? ¿Estaban inventando ese imaginario colectivo o era lo que advertían a ojos vista?)

Agréguese a todo esto la condición se súper potencia planetaria a la que se llama como ¨ultima ratio¨ para introducir la paz, pero usando la violencia, cuando los conflictos se desmadran en diversos lugares del planeta. (Bue, en muchos casos ellos van a meter las narices también, vamos, digamos todo.) En fin, no van ciertos lugares del planeta a operar como la madre Teresa, van a meter el peso y a hacer uso de una violencia que la comunidad internacional les legitima cuando nadie puede arreglar el caos que se armó. (Kosovo, el caso más notorio para mi gusto). Ello hace que el gringuito nazca con esa petulancia y soberbia en el alma, sin siquiera saber donde queda el océano Indico, pero sabiendo que matar para arreglar líos está en el menú del día. (¿La bomba de Hiroshima es eso no? Te rompo todo para que la cortes, porque si no la cortás esto es solo el principio. Punto.)

Si a todo esto le agregás la cantidad de armas que hay en esa nación, las 5 horas de exposición mínima ante la T.V, la expansión de los chicos metidos en las compus fantaseando como idiotas en el mundo virtual y los juegos electrónicos casi delirantes que hay con violencia intrínseca, y si, el resultado es el que vemos. Por lo menos está en el menú estadístico. Eso es lo que quiero decir.

No da para que tanto nabo no entienda como pasan las cosas allí. Pasan porque se genera el ambiente. No tiene misterios el asunto. La violencia solo se cuela donde se puede colar, donde tiene espacio, donde está en su salsa.

 

Lo dramático es que lo que le pasaba a los gringos creíamos desde el resto del mundo que era exclusivo de ellos. Un buen día nos levantamos y nos dimos cuenta que buena parte del planeta peca de similares excesos vestidos de otra forma. ¿O no?”.