Palabras del Embajador Milton Romani Gerner al recibir el Premio DDHH 2013 en la Gala de WOLA.

Washington Office for Latin American.

Washington 24 de octubre 2013.

Etimologically, “Award” is a “decision after consideration”. That is better than “Premio” que en español es “recompensa que se da por algún merito o servicio”. Para mi sorpresa el sajón “award” parece mas filosófico que el pragmático “premio”. Busque esta raíz etimológica, para explicarme porque yo merecía un premio o mejor an award. Como soy psicólogo también pienso que todo esto es un rodeo, un mecanismo de defensa racionalista para ocultar la profunda emoción que significa este momento. Vinieron desde Uruguay, mi hija Djamila y mi hijo Yamandú. Mis nietas mayores, Delmira y Luna, ya que los chiquitos Anatole, Violeta y León quedaron en Montevideo a buen cuidado, con el resto de mi familia. Está Sonia, mi esposa y compañera de tantos momentos. Mis compañeros de la Misión. Entre Uds., hay entrañables amigos y amigas y Compañeros, o sea que “comparten el pan” en esta cena de humanos por los derechos. Además de las amistades que voy a hacer en esta memorable noche.

Este premio que recibo con gran alegría, es un reconocimiento a un esfuerzo personal, pero con una inevitable implicancia colectiva. No es modestia: este premio lo recibo en nombre de muchos y muchas, algunos que ya no están. Porque la defensa y lucha por los derechos humanos es por naturaleza y por objeto, los colectivos humanos. Hay un momento de ética individual, de decir “Yo en esto estoy implicado” o como canta Serrat, “entre estos tipos y yo hay algo personal”. Pero a la historia concreta la mueven los grupos humanos en solidaridad. Enfoque fundamental en una época donde el pretendido fin de las ideologías nos ha hundido en el más falaz de los individualismos consumistas. La desigualdad como estilo de vida y en el “tanto vales tanto sos”. “Hace la tuya”… y también ”cual es la mía” o sea que coima me corresponde. Nuestras cárceles están llenas de pobres, negros y enfermos. Porque, un consumidor es, ya sabemos, un tema de salud. Los bancos prestigiosos que lavan dinero pagan multas. Eso es desigualdad.

Quizás muchos me conocen, por la predica tendiente a fortalecer un matrimonio difícil: drogas y derechos humanos. Hace ya 9 años que estoy en diferentes planos que tiene el fenómeno complejo de las drogas. Fui Secretario General de la Junta Nacional de Drogas, designado por el primer Presidente de izquierda en Uruguay, el Dr. Tabaré Vázquez y ratificado por José Mujica, con el que compartimos también otros tiempos. Gestionamos y pusimos las bases para una nueva política de drogas e iniciamos en el plano internacional, (empezando en Viena, pero también en toda America) por exigir la apertura de un debate, primer derecho democrático que tiene un estado y una comunidad para decidir. Quebrar al paradigma prohibicionista en un punto esencial: el enfoque moralista, puritano que niega esa posibilidad. Tiene palabras herejes, que no se podían nombrar como “reducción de daños” y “gestión de riesgos”. Absurdo.

Garantizar además la preeminencia del derecho internacional de los derechos humanos sobre el sistema de fiscalización de drogas. Terminar por ultimo con esta catástrofe que significo la llamada guerra contra las drogas, que agrega mas daños que los que pretende erradicar. Resulta que hay cierta interesada miopía, porque mientras invertimos muertos en el sur para evitar el flujo de cocaína, en el norte consumidor, donde quedan las ganancias del negocio, la liberalización y legalización de las armas esta muy vigente. Les puedo asegurar que al menos, las armas hacen tanto daño como las drogas. Me siento gratificado por el Informe sobre Drogas de la OEA con el que hemos colaborado y por el dialogo político que se abrió con la Declaración de Antigua.

Uruguay recorre, dentro de la integralidad y de una gama variada de propuestas de educación, salud y desarrollo asociado a las políticas de drogas, un camino para regular el mercado de cannabis. Como lo esta haciendo Estados Unidos en dos de sus Estados: Washington y Colorado. Es, una experiencia alternativa a la actual regulación. Que funciona, mal, a través de la interdicción, la aplicación de la ley penal y la represión.

Pero permitan compartir otro faceta de la historia. Que viene de mas lejos.

“Volver a los 17” canta Mercedes Sosa y Violeta Parra. A esa edad, junto a otros jóvenes revolucionarios queríamos integrarnos a la epopeya del Che. Si, estábamos decididos a sumarnos a esa lucha.

Fuimos estudiantes rebeldes e inquietos. Del lado del poder, crecientemente autoritario, encontramos la represión más brutal. Una noche mataron a dos estudiantes en la calle, compañeros míos. Encerrados en la Universidad sitiada, con miles de heridos alrededor, tome la decisión de recorrer el camino de la lucha armada. Como nuestro Presidente Mujica, y muchos, recorrimos ese camino.

El, como diez mil compatriotas, fueron presos y torturados. Con el golpe cívico militar y con 23 anos, Djamila recién nacida, (Yamandu nacería argentino) escapamos como otros, hacia Argentina. Tres años después, el golpe militar de Videla. Comenzó una cruel persecución. Asesinaron a ilustres legisladores como Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, junto a los tupamaros Rosario Barredo y Whithelaw Blanco, a la maestra Telba Juarez. Operación Cóndor empezó en esa fecha contra todos los opositores, incluido la fuerza política que integro, el Partido por la Victoria del Pueblo del Frente Amplio que tiene 30 hombres y mujeres desaparecidos. Incluidos varios niños y niñas que buscamos, y reencontramos… que de alguna manera hoy tambien están acá, siempre en nuestros corazones: Mariana, Anatole, Victoria, Simon, Amaral.

Fue cuando los uruguayos conocimos el coraje, la solidaridad de WOLA. La primer misión humanitaria que visitó Uruguay estaba integrada por Jo Marie Greinsgreiber. Una amiga que hice, como Joe, a distancia. La conocí por los papeles clandestinos que nos llegaban a Buenos Aires, donde permanecimos a pesar de los asesinatos y desapariciones. WOLA apoyo a Zelmar, a Wilson y a Juan Raúl Ferreira y a tantos otros, cuando estuvieron acá denunciando ante el Congreso, estableciendo vínculos con ese grande que fue Edward Koch.

Un día conocimos a unas madres que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz y que caminaban -siguen haciéndolo- todos los jueves en Plaza de Mayo. Conocimos a las Abuelas. También al querido Emilio Fermín Mignone y a Augusto Conte, a la jueza Alicia Oliveira y Noemí Labrune, Carmen Lapaco. Junto a los pocos sobrevivientes uruguayos como Alberto Correa, Rosina Harley, Mónica Parada, Octavio Carsen, el Negro Bentancour, Aníbal Collazo, Lelia González conocimos, participamos y aprendimos mucho en el CELS y del aguerrido movimiento de derechos humanos argentinos Porque fue un aprendizaje. Ayudamos a organizar y forjar el movimiento de madres y familiares en Uruguay. Aprendimos de la experiencia pela amnistía en Brasil.

La izquierda latinoamericana, no tenía, algunos todavía son necios y no entienden, incorporada esta faceta de la lucha radical democrática por los Derechos Humanos. Limite del horror fue, como en la humanidad, nuestro aprendizaje para afirmar una nueva dimensión ética y política; solidaria. Fue en defensa de la vida y la libertad, contra el terror que se adueñó en nuestros países y que uso todo el aparato del Estado para secuestrar y desaparecer. Intentando impregnar de temor a toda la sociedad. Cáncer letal que acompaño la restauración democrática en el régimen de impunidad que hemos revertido, pero igual persiste. Porque democracia es el gobierno del pueblo, con la confianza y sin temores a la convivencia pacifica. Conociendo toda la verdad y haciendo justicia. Es impensable un desarrollo humano sin estos pilares.

Luego de la SHOA es decir la “Catástrofe”- la humanidad hizo un quiebre y pretendió generar las medidas para un nunca mas. Sin embargo, se repiten, shoas periódicamente y quizás tengamos que, como reza un anuncio que hoy se puede leer en el campo de Mauthaussen: “Estad alertas”, de que no se vuelva a repetir. Es una ética inmanente. Es un desafío cultural, pero también político, jurídico y humanitario. El juzgamiento de los responsables no es un acto de vindicación en la carne de cada torturador. Aunque repare al torturado. Es un acto simbólico de restauración de nuestra humanidad. El desafío esta -como afirmo Bruno Bethelheim, sobreviviente de Dachau, que vino a EEUU y se desesperó porque nadie quería ver lo que estaba pasando en los campos de exterminio- en el triunfo de la pulsión de vida contra la pulsión de muerte”.