Compartimos la columna del líder del Partido Independiente, Pablo Mieres titulada “Otra sorpresa de fin de año, la obra faraónica del BROU”.

“Entre Navidad y Fin de Año, cuando la atención política disminuye, salió casi distraídamente un aviso en la prensa del último domingo del año llamando a interesados para participar en la licitación de la obra del “Proyecto Edificio BROU- Ciudad Vieja”.

Es la misma obra que el actual y sorprendentemente aun presidente del BROU, Fernando Calloia ha intentado impulsar desde el año 2007. Se trata de una obra fastuosa, típica de los delirios de grandeza que suelen afectar a varios jerarcas de nuestras empresas públicas. En aquel momento la iniciativa fue fuertemente cuestionada desde diferentes partidos de la oposición tildándola incluso como “la torre progresista”. El presidente de la época, Tabaré Vázquez, resolvió rechazar la propuesta postergándola sin plazo.

Durante el actual período de gobierno el todavía presidente del BROU reiteró su propuesta y, una y otra vez, el presidente Mujica y las autoridades de OPP rechazaron la iniciativa. Sin embargo, ahora nos enteramos que a comienzos de este año repentinamente el Presidente de la República habría cambiado de idea y decidió autorizar la exagerada iniciativa.

Resulta sorprendente el cambio de posición asumido por el actual gobierno porque no se conoce ningún fundamento ni ha ocurrido nada nuevo que sustente la autorización correspondiente. Pero mucho más sorprendente es que el BROU publique el llamado a licitación en medio de la profunda crisis política que afecta a su conducción; porque más allá de la frívola e improcedente actitud de su presidente, al menos no debería estar en posición de hacer alardes de poder. Por alguna curiosa y desconocida razón que preferimos no averiguar ni suponer, el jerarca sigue actuando como si estuviera en el mejor momento de toda su gestión al frente del mencionado banco.

Se podría decir que la publicación del llamado a licitación de una obra tan polémica apenas una semana después de que un fiscal haya pedido el procesamiento del principal jerarca del banco, se parece mucho a una provocación sorprendente.

¿No se da cuenta el gobierno que estas actitudes lo afectan negativamente en su imagen? ¿No tiene poder el presidente para mandar parar los desplantes del jerarca del BROU? ¿No se dan cuenta que una decisión tan polémica en medio del escándalo de PLUNA es “llover sobre mojado”?.

La obra promovida por el BROU forma parte de una tendencia lamentablemente frecuente en algunos jerarcas de empresas públicas que, con independencia del color partidario, se marean en el ejercicio de un poder que, por otra parte, no es propio, pero que los fascina al extremo de hacerles perder el sentido de la realidad.

En efecto, en este país, con una economía tan pequeña y con una participación tan fuerte del Estado en varios campos cruciales de la actividad económica, las empresas públicas adquieren un poderío enorme con respecto al conjunto de las empresas del país. De hecho, algunas de las empresas públicas figuran entre las más poderosas de nuestra economía nacional, por lo que es muy fácil que los jerarcas de estas empresas “se la crean” y se sientan muy poderosos. Se trata de una situación patética puesto que su posición al frente de las referidas empresas no es el resultado de una trayectoria empresarial exitosa, ni es consecuencia de haber gestionado o arriesgado su propio patrimonio sino que es el simple resultado de una decisión política que toman los que efectivamente tienen los votos y deciden ponerlos al frente de esos emprendimientos.

Pero, lamentablemente, algunos de estos jerarcas pierden la noción de la fragilidad de su situación y, por el contrario, sienten una equivocada omnipotencia que los lleva a pretender ciertas ambiciones de trascendencia y a darse una importancia que, sin embargo, no tiene otro sustento que la continuidad del favor del político o del partido que los sostiene.

La costumbre de “hacer política, ganar prestigio o crear fama con plata ajena” lamentablemente es una situación bastante frecuente entre algunos jerarcas de las empresas públicas uruguayas. Esta situación además se potencia cuando se viven épocas de prosperidad que permiten exhibir resultados empresariales muy positivos que, sin embargo, tampoco son reflejo de su éxito particular, sino de una situación económica general que los ha favorecido.

Sin embargo, parecen sentirse dueños de las ganancias obtenidas y muy fácilmente impulsan proyectos que, eventualmente, creen que les permitirá “pasar a la historia”.

Lo cierto es que además, en el caso concreto, a la convicción de que se está impulsando una obra faraónica innecesaria y superflua, se agrega la desagradable sensación de que la puesta en marcha de esta iniciativa en este preciso momento, forma parte de una provocación insólita”.