Columna de Jorge Larrañaga (Futuro Nacional) “Primero la gente” en donde fundamenta la creación de una Guardia Nacional.

“El problema que padece el Uruguay en materia de seguridad pública ha pasado a ser una cuestión de sensibilidad frente al sufrimiento ajeno y al valor que le asignamos a la vida humana.

En efecto, se trata de establecer si la situación que vivimos todos los uruguayos es realmente grave o es –en cambio- un mero problema que puede esperar una solución progresiva.

Nosotros pensamos que es gravísima. Téngase en cuenta que el increíble incremento de los delitos cometidos en los últimos años, se refiere fundamentalmente a ataques violentos contra la vida y la integridad física de las personas. No son meros daños patrimoniales –como ocurre con el hurto- en los que la sociedad en conjunto podría encontrar algún mecanismo para asumir todos esos perjuicios aliviando a las victimas. Se trata -en cambio- de pérdida de vidas humanas o gravísimas lesiones físicas o espirituales invalidantes, que son siempre irreparables.

Pretendo ser Presidente de todos, pero no para concurrir a dar el pésame a la esposa, a los hijos o a los padres de una víctima de un homicidio -que pudo y debió evitarse –diciéndoles que posiblemente en dos o tres años, mejorando el salario de los policías, su preparación profesional y el número de patrulleros disponibles (objetivos que necesariamente se tendrán que alcanzar), lograremos progresivamente aminorar la curva de crecimiento del delito o, quizás, bajar el número anual de homicidios, rapiñas, copamientos, lesiones graves y violaciones.

No es generar alarma pública ni dramatizaciones innecesarias, decir algo que ya es de sobra conocido por todos los uruguayos, esto es, que vivimos cotidianamente con temor por nosotros y nuestras familias, aún dentro de nuestras casas.

Por ello, si somos realmente sensibles frente al sufrimiento de nuestros compatriotas, solo cabe una solución: hacer frente ya, inmediatamente, a la grave situación que vivimos y echar mano para ello a todos los recursos humanos disponibles que tiene el Estado.

Por ese motivo es que desde hace 5 años insistimos en la creación de otra fuerza de seguridad –incluso mediante proyecto de ley en 2009-, que colabore con la Policía Nacional, la que hoy –sin ninguna duda- hace un enorme esfuerzo, pero que no alcanza. Se trata de tomar personal disponible de nuestras fuerzas armadas, organizándola en una Guardia Nacional, que responda funcionalmente del Ministerio de Defensa y operativamente del Ministerio del Interior.

Entiéndase, no es simplemente llenar vacantes de agentes de segunda con los soldados que deseen cambiar de profesión, lo que ya se intentó, pero no fue suficiente.

Al contrario, el procedimiento consiste en pasar –en un solo acto- 2000 o más efectivos, con sus respectivos cuadros de oficiales, clases y soldados, para cumplir con una tarea absolutamente necesaria para la protección de los derechos humanos de nuestros compatriotas, hoy vulnerados y amenazados por la delincuencia.

Si acaso hubiera un voraz incendio de toda la zona de Rocha y el cuerpo de bomberos se viera superado ¿deberíamos entonces aumentar los sueldos de nuestros bomberos, crear nuevas vacantes llamando a interesados y contratar la importación de nuevos coches bomba? O la decisión racional sería utilizar de inmediato todos los recursos disponibles, esto es, la policía y las fuerzas armadas, para colaborar en la lucha contra el fuego.

Del mismo modo. Razonando por el absurdo, si sufriéramos un ataque exterior y nuestros soldados se vieran superados ¿no recurriríamos a todos los recursos humanos disponibles para defender la soberanía?

No puede repetirse la errónea afirmación que los soldados no pueden cumplir funciones policiales porque sólo saben tirar a matar, como si ellos fueran seres irracionales, incapaces de graduar adecuadamente su reacción frente al delito y los delincuentes.

Esa afirmación es equivocada, en primer lugar, porque hace décadas que nuestros militares no disparan un arma de fuego contra algo que no sea un blanco de práctica de tiro.

En segundo lugar, porque nuestros militares ya han cumplido, con satisfacción y reconocimiento internacional, funciones policiales de control de la seguridad pública en zonas muy conflictivas y difíciles.

Me refiero a las Misiones de Paz de Naciones Unidas, por ejemplo en Haití, el Congo o el Sinaí.

En tercer lugar, porque desde hace muchísimo tiempo, en todas nuestras zonas de costas –que son muchas- la función policial se cumple íntegramente con personal militar, perteneciente a la Prefectura Nacional Naval.

Por otro lado, quienes rechazan nuestra propuesta de crear de inmediato una nueva fuerza policial con personal militar, parecería que entendieran que nuestros policías tienen una intensiva preparación profesional.

Sin embargo, todos sabemos que a nuestros Agentes de Segunda –la categoría más numerosa de la policía- sólo se les requiere –en este Gobierno- la escuela primaria terminada y un brevísimo curso de adiestramiento, antes de entregarle el arma y el uniforme para ponerlo en servicio.

Incluso, este gobierno señaló que los militares uruguayos debían custodiar las plantaciones de marihuana, ¿esa sería función policial o militar? En lugar de proteger a los uruguayos, estarían cuidando las plantas de marihuana.

Debe quedar en claro que nuestra propuesta, puede dar a la sociedad una respuesta inmediata en el más grave problema colectivo que afrontamos. No hay otra.

Lo demás, es mero progreso de papel o promesas de mayor seguridad futura que luego no se cumplen.

También debe quedar claro que nuestra propuesta de crear una Guardia Nacional con disciplina y organización militar, que actúe en paralelo con la Policía, no es un invento que sacamos demagógicamente de la galera en el año electoral.

Esta solución es la misma que ya existe en Chile con el Cuerpo de Carabineros, en España con la Guardia Civil, en Francia con la Gendarmería Nacional, en Portugal con la Guardia Nacional Republicana y en Italia con los “Carabinieri”, solo para mencionar los ejemplos mas conocidos por todos.

Pregunten a cualquier ciudadano de esos países si su experiencia no ha sido altamente positiva y si esos cuerpos no son los que cuentan con el mayor prestigio y reconocimiento público.

Constaten también, si esos cuerpos de seguridad no han sido mantenidos y promovidos por todos los gobiernos democráticos de esos países, cualquiera fuera el signo ideológico del partido político gobernante.

Seguir discutiendo sin hacer nada efectivo, mientras los delitos no dejan de crecer, se parece mucho a la caída de Bizancio en el 1453, cuando mientras sus gobernantes discutían acaloradamente cual era el sexo de los ángeles, los turcos trepaban los muros de la ciudad amurallada”.

Jorge Larrañaga.