A continuación compartimos la columna del diputado colorado Alberto Scavarelli titulada «Deconstrucción cultural».

«No es siquiera proponible decirle a la gente adulta lo que puede o no ver en
los medios. Cada cual usa su tiempo y encara su entretenimiento con licitud
como mejor le place. Cualquier censura en este aspecto, sea directa o
indirecta es absolutamente inadmisible.

Dicho esto, no quiere decir que algunos hechos por su persistente magnitud
no generen preocupación. El número de horas dedicadas diariamente en Uruguay
a seguir los programas argentinos de TV, con temáticas absolutamente
increíbles, donde el único objetivo es cumplir como sea con las tiranías de
los ratings o con las exigencias del financiamiento publicitario, no es un
tema culturamente menor, entendiendo la expresión cultura en el sentido mas
amplio.

La tarea debe ser construir los caminos que permitan revertir esta grave
situación cultural. Estamos planteando – gerundio típicamente uruguayo – por
estas horas al Ministro de Educación Cultura y al Presidente del CODICEN,
desarrollar un programa nacional de extensión educativa que incluido en la
currícula formal, lleve a nuestros muchachos a asistir con regularidad al
teatro y al cine, como forma de incorporarles en su formación el circuito
cultural que desarrolla desde siempre lo mejor de nuestra cultura. Es más,
tenemos la absoluta convicción que una hora de espectáculo de elaborados
conjuntos de carnaval, premiados en nuestro Teatro de Verano, es
culturalmente hablando infinitamente superior a decenas de horas de un
«gran hermano».

Creemos necesario encontrar los modos de salir del monopolio de este modelo
de comunicación, que emplea siempre el mismo lenguaje hablado y visual, el
mismo perfil de protagonistas con un estilo basado en la palabra grosera, el
escándalo promovido y el exhibicionismo procaz como único recurso.

La grosería verbal y gratuita es la forma mas frecuente de expresión;
seguramente hay quienes creen que una idea solo así podrá ser entendida.

Corresponde preguntarse que enseñanza estará dejando como impronta en los
más chicos, este permanente estar sometidos hora tras hora y día tras día, a
este bombardeo del vale todo, que en muchos casos sirve de excusa grotesca
para no respetar nada ni a nadie.

El modelo de relación humana y de educación para la vida hoy trasmitido, ya
no solo no es nuestro en su origen, sino que tiene muy pocos principios
constructivos. No es un tema de falsa pacatería que no padecemos, pero nos
alarma que estos estilos se tornen casi monopólicas formas de expresión y
sean exhibidos como modelos.

Se esta degradando la cultura media argentina y de rebote la uruguaya que la
sigue alegre y diariamente por TV. Una nueva aftosa transfronteriza, que
esta vez nos contagia el alma cultural de la nación, pagando arriba. Una
nueva corrida para vaciar el cofre de nuestros valores culturales, esos que
nos identificaron desde siempre como pueblos de una rica cultura incluso
popular. Baste con tener presente la riqueza especialísima del lunfardo
rioplatense, incomparablemente superior a este modelo

Después en ambas márgenes de esta cultura con tantas particularidades pero
también con tantas cosas en común, separada apenas por dos ríos y una planta
de pasta de celulosa, nos sorprende la violencia social y la falta de
respeto por el otro en la vida cotidiana, la grosería en las aulas y en el
destrato dentro de las familias. No vamos a incurrir en el exceso de
atribuir estas patologías de la normalidad – para citar a From- a esta
única o principal causa, pero no es difícil concluir que estos modelos
promovidos desde esta cultura de reality show algo tengan que ver.

Una carrera que cada día agrega algo más para superar el efecto
acostumbramiento, que como en el caso de las drogas lleva al adicto a
consumir más cantidad para obtener el mismo efecto narcotizante que en
materia cultural es más degradación y agravio para obtener el mismo índice
de audiencia.

Los uruguayos nos caracterizamos siempre por un humor fino e irónico, que
hasta llegamos a exportar. Basta con recordar programas y humoristas que
hicieron escuela en el Río de la Plata. Aun quienes tenían un estilo de
subido tono, jamás abusaron de la gente ni la sometieron públicamente al
bochorno del ridículo. Basaron su talento en todo caso riéndose de sus
propios personajes, un modo superior de humor que no requiere de la
degradación del otro.

Preocupa la falta de respeto, la promoción permanente de un modo de relación
interpersonal basado en la manipulación., El consumismo de lo grosero como
instrumento de comunicación que requiere por ejemplo de un grupo de personas
voluntariamente encerradas por semanas, sometidas a un escarnio publico que
marcará sus vidas, filmadas día y noche con cámaras en directo,
instaladas en sus camas y en sus baños, todo por un precio que por alto que
fuere, siempre a la larga para muchos será vil.

No se trata de censurar ni de prohibir, porque dicho está que cada adulto
tiene el derecho de ver lo que le plazca, pero también parece necesario
proteger mejor a quienes aun no lo son y están en plena proceso de formación
de su personalidad, más allá del esfuerzo de sus mayores y de esos docentes
que por suerte aun tenemos por estas tierras, llenos de vocación y de
nivel.

Parece necesario que como sociedad asumamos también el compromiso de
construir y promocionar otros modelos culturales propios, que contrapesen en
libertad y con responsabilidad este deshacer cultural y sus efectos, antes
de que un día finalmente nos cueste reconocernos en nuestra propia identidad
como nación».

Representante Nacional – Partido colorado – Uruguay.