En este caso recibimos y publicación la exposición del diputado herrerista Jaime Trobo

Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes el Miercoles1º de Abril de 2009 ante la visita de una delegación de representantes de los Consejos Consultivos de Uruguayos en el exterior.

SEÑOR TROBO.- Para el Partido Nacional es un gusto poder estar en esta ocasión reunido con compatriotas que forman parte del proyecto que se viene desarrollando respecto a los Consejos Consultivos y a su organización, como elemento formal de vinculación con los ciudadanos que viven en el exterior.

Reconocemos un proceso que es largo, que viene de mucho tiempo atrás. De las expresiones que hemos escuchado aquí recojo aquellas de que el tiempo, que es un gentil hombre, va permitiendo adaptarse a realidades novedosas respecto de las cuales, en general, si no existen antecedentes, hay que irlos creando. Entonces, creo que hay que hacer una revisión hacia el pasado de todos los estímulos que se fueron generando desde el sector público. En ese sentido, confieso que el Parlamento ha sido quizás el más reactivo o el menos adaptado. A mí me consta que desde el Ministerio de Relaciones Exteriores, y por indicación precisa de los Presidentes de la República en diversas instancias, con distinto éxito y con distinta profundidad, siempre se buscó una forma de ir acercándose a esa realidad, es decir, a los compatriotas uruguayos que viven en el exterior y a sus familias. Así en el pasado se pueden reconocer impulsos individuales de los Presidentes o medidas orgánicas del Ministerio de Relaciones Exteriores en cuanto a la búsqueda de mecanismos de vinculación. A veces puede haber sido parcial, vinculada con la necesidad de que el Uruguay se sirva, como corresponde, de las virtudes y conocimientos de los compatriotas en el exterior. Luego puede haberse ampliado más para que esta relación adquiriera otro nivel más democrático, más amplio, sin necesidad de vincularse exclusivamente con aquellos que pueden, por sus condiciones intelectuales, empresariales o profesionales, hacer un aporte, sino que se entendió que debía ser un aporte pleno, variado y vertical, no solo horizontal. Es parte de un proceso que todos estamos viviendo.

También es cierto que las corrientes políticas que acá en el Parlamento están expresadas en la representación ciudadana más legítima, que es la integración plural de un órgano representativo, han ido avanzando en su razonamiento de modo variado. Tengo la sensación de que hoy estamos ante una realidad muy diferente a la de hace cinco, diez o veinte años. Además, el aluvión emigratorio uruguayo se ha conformado por distintos factores: económicos, políticos y, en algunos casos, culturales. Tengo la sensación, también, de que hoy día nadie puede decir que bajo su mandato la gente no emigra; entonces, el problema ya no es de Juan, Pedro o Diego, sino de todos. Al ser un problema de todos, tenemos que reaccionar y tratar de ir buscando los mecanismos que nos permitan servirnos en el buen sentido de la palabra, en esa condición mutua de vinculados por una cultura, una historia, una Constitución, una bandera, un himno, un escudo. Quizás, estos temas deberíamos trabajarlos no solo con el exterior sino también con el interior, porque si hay algo que une al pueblo gráficamente, son los símbolos. Lamentablemente, los símbolos en los cuales todos nos reconocemos han ido ingresando en un proceso de degradación en su utilización o presencia permanente que tendríamos que revitalizar, entendiendo esto como un capítulo -quizás para algunos mínimos; para mí muy importante‑ de generar ese sentimiento de casa grande en la que todos tenemos cosas que nos identifican, respecto de las cuales no tenemos discusiones. Yo creo que la cuestión está en por qué somos orientales y qué es lo que nos identifica como tales. A partir de allí se puede discutir amable y amigablemente las cosas en las cuales podemos tener diferencias para llegar a puntos de encuentro. Siempre con el gran propósito de acordar, porque ese tiene que ser el gran objetivo.

Quería hacer esta primera reflexión porque me gusta reconocer ‑y creo que es digno‑ los pasos que se dan en los temas de política, sobre todo nacional, y creo que el impulso que esta Administración le ha dado a la formalización de un mecanismo de vinculación con los compatriotas en el exterior ha sido muy importante. También debo decir que ha sido una respuesta a una preexistente demanda de los uruguayos en el exterior.  Es decir que había y hay mecanismos autogestionarios de práctica de solidaridad, de afirmación del nacionalismo y de respeto por las tradiciones y valores culturales que se practicaban y que se siguen practicando aunque haya uruguayos en el exterior que no adhieran a ello, porque ustedes saben que hay compatriotas que se sienten muy uruguayos, muy patriotas y, sin embargo, no les gusta el candombe, ir a un partido de fútbol donde juega la selección uruguaya o realizar, cada tanto, una reunión y poder confraternizar con sus compatriotas, pero no por eso pierden la condición o la calidad de tal. Por lo tanto, la condición de uruguayo en el extranjero tampoco está limitada a aquellos que tienen militancia respecto de esa vinculación y, por cierto, estos últimos tienen un rol muy importante. Creo que hay que reconocer este estado de cosas, a dónde hemos llegado y qué pasos se han dado, con todas las imperfecciones y todas las dificultades que por cierto existen. En la medida en que lo comprendamos, lo acompañemos y lo apoyemos se va a ir construyendo una política de Estado que creo que es la que debemos que procurar lograr en este sentido.

Precisamente, el año pasado, en conversaciones que mantuvimos en la Comisión de Asuntos Internacionales, planteamos al Ministerio ‑quizás ahí no tuvimos la habilidad de trabajar más sobre la agenda de la reunión de los Consejos Consultivos‑ la necesidad de que hubiera una reunión formal del Parlamento con los Consejos Consultivos. En definitiva, este es el disparador que el señor Diputado Martínez Huelmo ‑como novel Presidente de la Comisión‑ encontró para que no se nos fuera la ocasión de que, en el marco de estas reuniones, ustedes pudieran integrar al acta ‑y nosotros también‑ un contacto formal con la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes a cuenta de algo que tenemos que hacer en el año 2010, que es que en la agenda de la reunión de los Consejos Consultivos en Uruguay haya una jornada y un trabajo que diseñaremos y prepararemos  entre las Comisiones de Asuntos Internacionales del Parlamento y los delegados de los Consejos Consultivos. Me parece que este paso, que creemos que hay que llevar adelante y nos gustaría saber si ustedes lo comparten ‑seguramente, lo analizarán y lo conversarán‑, puede ser un capítulo importante para dar a este proyecto una dimensión más amplia.

Todavía no sabemos quién será el que tenga las responsabilidades de gobierno el próximo año gracias a las virtudes que tiene la democracia y, sobre todo, nuestro sistema electoral pero, seguramente, ese próximo Gobierno va a seguir este proyecto y nosotros queremos agregarle el capítulo parlamentario que nos parece realmente muy importante.

Por otra parte, quiero hacer algún comentario con relación a algún punto que se plantea, no con el ánimo de generar polémica, ‑porque sobre esto hay variadas opiniones‑ sino, simplemente, con el propósito de plantear la necesidad de que cuando analicemos estos temas primero tengamos que lograr una especie de ranking de acuerdos para que luego los desacuerdos, eventualmente, se puedan poner encima de la mesa con el fin de buscar encuentros. Creo que sería un error estratégico muy importante para la perspectiva futura de un proyecto tan trascendente como es crear un mecanismo de vinculación orgánico, formal y eficaz, pensar que el primer tema que hay que discutir nos divide, nos separa. Me refiero a temas como, por ejemplo, el del voto de los uruguayos en el exterior, respecto del cual hay diversas opiniones, ya sea desde el punto de vista formal y constitucional como político, pero también hay opiniones que cruzan a los partidos políticos.

Yo, particularmente ‑lo he expresado públicamente y lo voy a hacer en la jornada de hoy‑ soy partidario de encontrar un mecanismo de participación electoral de los uruguayos que están en el exterior que tiene que ser el resultado de un gran acuerdo político que nos comprenda a todos para que no sea una especie de botín sino un instrumento. Por esa razón, quizás, dentro de las plataformas y de los grandes propósitos y objetivos, sea necesario ‑con inteligencia‑ encontrar puntos o temas en los cuales podamos ir desarrollando una experiencia, una costumbre para ir ocupando espacios de acuerdo que nos permitan construir realmente una política de Estado en ese sentido. Esto lo digo sinceramente, como se deben decir las cosas en el Parlamento, con mucha franqueza ‑después de haber reflexionado mucho‑, valorando especialmente lo que es la militancia de los ciudadanos que conforman grupos de identidad social, cultural e, inclusive, política en el exterior que también, en cierta medida, deben representar -sé que lo representan- el arco político nacional. A mí me consta que por más que haya gente que tenga un mayor o menor nivel de militancia, que tenga vinculación con un partido, que lo exprese y que lo haga, por supuesto, como cualquier ciudadano tiene derecho ‑por supuesto hay muchísimos que no tienen partido o hay muchísimos ciudadanos que son de mi partido y yo lo sé porque hablo con ellos, porque me sugieren cosas, porque les escribo‑, tenemos que despolitizar o despartidizar el tema, porque en la medida en que demos a este tema un carácter nacional, sin perjuicio de la identidad que cada uno pueda tener, los Consejos y su representación tienen que ser lo que es la realidad del nuestro país: un Uruguay plural, un Uruguay que tiene alternativas y opciones, y respecto de las cuales hay cosas que son principales y que hay que diseñar como políticas de Estado.

Me parece que más allá del volumen ‑por supuesto que allí se ingresa al ámbito de la discusión de si son cuatrocientos, seiscientos, o setecientos, de si son tantos en Argentina, más o menos; ahí ustedes saben que hay mucha literatura, muchos trabajos‑, el hecho de que haya solo uno, y de que ese uruguayo quiera formar parte, de algún modo, de la toma de decisiones en su país, nosotros tenemos que comprenderlo, entenderlo y con mucha inteligencia encaminarnos hacia un mecanismo que sea comprensivo y no que genere la confrontación.

Por supuesto, este es el ámbito de una Comisión parlamentaria. Las opiniones políticas de fondo me las reservo para el debate que tendremos en la Asamblea General, pero quiero que comprendan «y me parece que pueden llevar ese mensaje, por lo menos de mi parte y también de mi partido» nuestra fuerte vocación de que este mecanismo vaya ganando espacios, dimensión y, por sobre todas las cosas, tenga la inteligencia de identificar aquellos temas en los cuales es principal que logremos acuerdos rápidamente.

Quiero reconocer al señor Presidente la virtud de haber incluido en la agenda de la Comisión esta reunión. Reitero el reconocimiento a las autoridades, sin perjuicio de las diferencias que pudo haber habido sobre ciertas estrategias o decisiones. He discutido algunas opiniones a través de la página oficial de la Cancillería sobre hechos de la historia del Uruguay que me pareció inapropiado incluir en un ámbito en el cual, precisamente, lo que hay que tratar de hacer es abarcar lo más posible, pero esas son cosas muy puntuales, muy momentáneas. Voy a la esencia del tema, a que este procedimiento nos puede ayudar a todos los uruguayos a comprendernos mutuamente mejor y a encontrar un punto de equilibrio que nos permita a todos los individuos que aquí nacieron y que quieren estas tierras que disfrutemos «como corresponde» de un país pequeño. Desde esa perspectiva, al señor Presidente le consta «y también a los demás señores Representantes» que nosotros siempre hemos tenido una actitud muy positiva y muy abierta que mantendremos pese a todo, precisamente con el objetivo principal de lograr que en estos espacios que se van creando realmente podamos ser adecuadamente justos y responsables.

Jaime Mario Trobo.

Montevideo – Uruguay.