Seguramente para los oídos y el entendimiento de los uruguayos hubiera sido poco creíble que en esta campaña electoral -que ya es historia- no se hubiera criticado la imposición de impuestos a la población por parte del gobierno. En este caso, el IRPF creado por la administración frentista, ha sido centro de críticas desde el primer minuto que se anunció su creación. Extraño sería que nadie lo critique porque, claro, nadie quiere pagar impuestos. ¿Nadie?. Se equivoca. Los alemanes sí quieren pagar más impuestos y cuanto más altos, mejor. Es porque quieren ayudar al país a salir de la crisis. Los ciudadanos  alemanes, incluso los de mayor poder adquisitivo, lanzaron una petición online para que el Gobierno reinstaure un impuesto al patrimonio suprimido en el año 1997.

Aparentemente la plata les sobra y no tienen problemas en compartirla.

El texto había reunido el jueves la firma de 44 personas adineradas, que esperan de este modo presionar al futuro gobierno conservador-liberal de la canciller Angela Merkel para que les imponga más impuestos.

Aunque la iniciativa no tiene grandes esperanzas de concretarse -el partido liberal FDP, nuevo aliado de Merkel tras las legislativas del 27 de septiembre, insiste en su promesa electoral de bajar los impuestos- ha llamado la atención de los políticos y la gente.

Aunque hasta el momento, los nombres de las fortunas más grandes de Alemania no aparecen en el petitorio, sí figura Dieter Lehmkuhl, de 66 años, un médico jubilado e impulsor de la petición. Para este hombre, son los ricos los que deben salir al rescate del país.

Lehmkuhl hizo un cálculo según el cual si los 2,2 millones de alemanes que poseen más de 500.000 euros dan durante dos años el 5% de su patrimonio, las arcas públicas recibirían 100.000 millones de euros.

Lehmkuhl invitó al Estado a proceder en dos etapas: en 2009 y 2010 los ricos pagarían 5% de su patrimonio para financiar determinados proyectos, y a partir de 2011 se reintroduciría un impuesto duradero de un 1% sobre el patrimonio, suprimido en 1997.

La particular idea surgió cuando Alemania liberó decenas de miles de millones de euros para salvar a los bancos y reactivar la economía.

«Me enoja pensar que de repente encontramos tanto dinero para los bancos, ese dinero que no teníamos para financiar proyectos urgentes en los planos social, educativo y medioambiental», se lamenta Dieter Lehmkuhl.

Ayer, Lehmkuhl y un puñado de sus camaradas se reunieron en un parque de Berlín, el Tiergarten, para promover su iniciativa, lanzando al aire de manera simbólica unos billetes ficticios.

Lehmkuhl, que reivindica la cultura de 1968, sueña con un equivalente alemán de la organización estadounidense UFA (United for a Fair Economy, Unidos por una Economía Equitativa), que agrupa a cientos de «ricos responsables» preocupados por lograr una mayor igualdad social.

Para poder firmar el petitorio, los ricos deben probar que tienen al menos 500.000 euros de patrimonio y pagar una cuota de 200 mil.