Una vez más, Luis Alzamendi nos acompaña con sus peculiares relatos, y en este caso su título es “Actitud encomiable”.

Ya nada se podía hacer, había muerto. Su sobrino y hermano se disponían ir al velorio para después sepultarlo. La noticia había llegado con retraso porque el fallecimiento había sido en el interior del país. El tiempo apremiaba y había que salir lo antes posible; pocas horas quedaban para poder llegar al sitio indicado, y el sobrino pensaba que no daría el tiempo para llegar si iban en ómnibus, porque habría que ir a la Terminal y recién allí saldrían, la decisión fue ir en moto. Cómo la que tenía era de poca cilindrada, se la cambió a un amigo por una más grande por un período corto.

Nunca había salido al interior con locomoción privada, no tenía noción de cómo llegar, así que después de haberse asesorado, subieron a la moto en sobrino y el hermano, llenaron el tanque de nafta pensando que con eso llegarían, y partieron.

Recorrieron varios kilómetros parando por momentos para hacer alguna averiguación. En cierto momento la moto mostraba evidencias de querer detenerse; se estaba quedando sin nafta. Pasando a reserva de inmediato, prosiguieron el camino esperando encontrar una estación de servicio en el camino, pero no encontraron ninguna, a los pocos kilómetros, la moto se detuvo por completo.

Lo único que tenían a su alrededor era campo y más campo, y sólo a lo lejos se encontraba una casa y también se divisaba a un hombre montado en un caballo. Haciéndole señas llamándole la atención, se acercó a ellos, y después de contarle el inconveniente, el hombre volvió a la casa y a su regreso, traía una botella con dos litros de nafta. No queriendo aceptar dinero, el hombre se despidió y ellos prosiguieron su camino.

Lo que ese hombre nunca supo fue, que gracias a su actitud, esas dos personas pudieron llegar a tiempo para cumplir con el objetivo del viaje.

“Todo lo que hagamos, hagámoslo de corazón como para Dios”.

Luis Alzamendi. luisalzamendi@gmail.com