En esta ocasión compartimos el cuento de Rodrigo Nuñez que lleva como título: “El Camino hacia la Terminal” y esperamos que sea del agrado de los lectores de Sociedad Uruguaya.

“Iba caminando por el centro de Florida, cuando eran más o menos las ocho de la mañana.

Los comercios del centro comenzaban abrir sus puertas y los empleados barrían las veredas…Mientras que las personas pasaban con sus termos y mates, como una forma de dar comienzo a sus vacaciones.

En seguida, se escuchaba venir de lejos el sonido del alfarero en su bicicleta pedaleando muy despacio, por la calle principal de independencia.

La mañana se encontraba algo serena y el sol recién se iba asomando por el este y, los pájaros de las primeras horas del día viajaban en el cielo, para dirigirse a los árboles de la Plaza Asamblea.

Cuando llego a la misma el camión recolector de basura se la veía dar vuelta en la esquina, y por el otro lado de la plaza, los cartoneros, andaban rebuscando cartón y botellas de plástico para vender.

Al querer cruzar se escuchaba resonar los campanarios de la iglesia de la “Virgen de los Treinta y Tres”…una brisa de viento en seguida formó un gran remolino. Lo cual se hacía notar la cantidad de hojas que se veían del aire a la calle.

Llegando a la Terminal me pararon las gitanas…”En ese instante le dijo:- Bombón lindo… ¿Quieres que te adivine la suerte?…Yo sé tu futuro…sólo dame unas monedas; pero mi reacción fue pasar de largo, como desentendido de la idea; porque, sabía bien que era una de currar dinero, aunque desistía de esas verdades por el solo hecho de no creer en la suerte.

Al caminar unos pasos de más, me dispuse sentarme en uno de los bancos de la Terminal. De mi lado izquierdo había un señor de más o menos 60 años, que con un gesto de gentileza me saludó y me empezó a conversar.

Este señor, tan culto y de vocabulario fino, me daba un relato de su historia:- Yo soy y fui aduanero con todas las letras-: afirmó el señor…Me acomodé y atentamente lo empezaba  escuchar:

– Antes en mis épocas de baquiano junto a mí amigo y compañero Carlos llegamos a patrullar: Florida, Durazno, San José, Canelones y…todos los balnearios que tu conoces… ¡Qué recuerdos tan lindos!…Hasta te puedo nombrar todas las rutas con sus nombres y números.

– ¡En serio que recuerda todo eso!: afirmé.

– Así es…antes usábamos el mapa para anotar las calles de rutas y números con libreta y lápiz; pero, ahora esta generación tiene su tecnología y los trabajos se hacen más rápidos…Te digo más…que trabajo nos daban anotar las matrículas de los autos, cuando salían a toda velocidad o muchas veces darse cuenta de las personas que tomaban algo de alcohol…-

– Épocas que se trabajaba a pulmón, pero a mi me gustaba: añadió

En fin, su ómnibus se estaba por ir, y atentamente se despide de mí.

Luego, me quedé mirando el banco del frente, donde se encontraba un paisano muy alegre hablando desde su celular…Había que verlo como utilizaba sus gestos y usaba sus palabras, cuando se comunicaba con la otra persona…momentos tan alocados que me hicieron tentar de la risa.

Al rato, se sienta a mi lado un vendedor de productos y, en sus gestos se lo veía algo cansado y triste…Parecía que la jornada de trabajo en el día no fue nada buena.

Lo único que hacía en ese momento lamentarse con su cabeza con un rotundo, No, y, mirando hacia su bolso de productos.

Por el pasillo llega un conocido de aquel hombre: – Pablo, como estás, tanto tiempo-: afirmó.

– Aquí, luchando como un buen obrero.

– ¿Cómo te ha ido en la venta de los productos?.

– Muy mal, hermano, no he podido vender nada en el día de ayer…Ni siquiera cuatro pomadas.

– ¡PUCHA!, Pablo, está jodida la cosa.

– Es que la gente está a fin de mes  y no ha cobrado nada.

– Mi amigo…Entonces habrá que esperar y tener paciencia.

– Si, alguna solución le encontraré a mi situación.

– Bueno, mi amigo, te deseo mucha suerte…; porque, salí hacer unos trámites y estoy en horario de trabajo.

– Gracias, Jacinto…Que dios te acompañe.

Durante la conversación, entre estas dos personas, me dejó pensando; por el solo hecho, de que en la vida no todos tenemos las mismas oportunidades y la gente debe hacer de todo, para poder sobrevivir.

A partir de todos los sucesos vividos, durante el camino y en la Terminal, me dejaron reflexionando y algo triste por la situación en la que vivía la gente.

Pero de repente, llega  la CITA, y aquella tristeza se transformó en risa; porque, llegaba mi querida novia.

Estaba tan contento, que le di un beso y un abrazo…Ya que lo más cómico fue, cuando repetimos esta frase:-¡Te restrañé mucho, mucho…amorcito!