Un nuevo cuento de Rodríguez Nuñez para compartir con Sociedad Uruguaya. En esta oportunidad el título es “Allá va ensillando”.

En campos lejanos se ve un paisano ensillando su caballo. Mientras que lo ensilla le habla a su animal, como si fuera su gran amigo.

Primero le coloca los jergones, la corona, el recado, la barriguera y el plegado doble.

Cuando lo tiene preparado le hace un gesto de alegría para transitar por las praderas orientales.

Son las siete de la mañana y el día está sereno…el hombre está de poncho de lana y una boina negra.

Sabe bien que el día está blanco en niebla y, por esa razón, sale trotando muy despacito con su caballo.

A la hora y media de andar trotando por estos campos; el sol se hace ver por el horizonte y las nieblas comienzan a separarse por los rincones.

El caballo anuncia un grito de emoción, porque observa la naturaleza con sus ojos…y, le da la tranquilidad y seguridad al llevar a su compañero cargado.

Aunque, ellos tenían una misión: «La de pastorear las ovejas hacia los campos del patrón Ruiz».

Una tarea que la hacían dos veces al mes. Lo cual, con mucho gusto la vivían en cada viaje.

Aquellos viajes se sentían tan bien, porque eran ellos transitando por los campos; porque eran libres sin ataduras, sin presiones que le digieran  que hacer en el día.

Durante las horas que cabalgaban siempre trataban de parar en algún tajamar; para que su animal tomara agua y descansara, mientras que el paisano prendía el fuego para hacer carne azada y tomar unos mates calientes.

Al terminar la hora del descanso seguían en su trote como dos amigos inseparables por esas extensas y verdes praderas…

RODRIGO NÚÑEZ. rorithemaster@hotmail.com