Nuevamente, con su pluma prodigiosa pero fundamentalmente con sus fundamentos, Jorge Majfud nos comparte su visión sobre lo que ha denominado “La matanza de Arizona” del sábado 8 de enero de 2011.

“Aunque a pocas horas de la tragedia de Arizona no se sabe bien quién es Jared Lee Loughner, se puede adivinar que es otro lunático que se inscribe dentro de una tradición, aunque minoritaria, de lo que podríamos llamar “anarquistas de derecha”.

La prensa conservadora se ha encargado de destacar que uno de los libros preferidos de Loughner era El manifiesto comunista, de Karl Marx. No creo que esto importe mucho. El pasado de un lunático pudo haber sido el pasado de una persona normal.

Lo que importa son los factores que condujeron a los hechos. Loughner no le disparó a ningún radical de derecha. No porque fuesen escasos. Le disparó Gabrielle Giffords, la senadora demócrata que se había opuesto a la controvertida ley “antiinmigrante” de Arizona y había votado en favor de la “reforma socialista” de la salud, impulsada por el presidente Obama. Tal vez el hecho de que además sea la primera senadora judía por Arizona no sea un dato relevante, aunque en estos casos es difícil no tenerlos al menos en cuenta.

Por otra parte, la senadora ya había sido identificada por Sara Palin como uno de los “blancos a tirar”. En un mapa de Estados Unidos, la ex gobernadora de Alaska señaló al menos veinte objetivos con una mirilla telescópica y en su cuenta de Twitter aconsejó a sus seguidores: “Don’t Retreat — Instead RELOAD!» (“No retrocedan. Por el contrario, recarguen”). La iconografía y el lenguaje verbal hacen una fuerte referencia a las armas que tanto ama Palin y con las cuales gusta posar. Es de suponer que cuando uno dibuja y habla obsesivamente sobre algo es porque está pensando en algo parecido.

La misma senadora Giffords, refiriéndose a estas publicaciones, había reconocido, meses antes: “estamos en la mira del revólver de Sarah Palin”.

Por supuesto, Sara Palin encribió en su cuenta Twitter las previsibles condolencias por el lamentable suceso en Arizona.

Históricamente, la derecha norteamericana se define, de forma explícita, por su odio a todo lo que tenga que ver con el gobierno, aunque con alguna frecuencia se sirve de él, no para extender los planes sociales sino los poderes del ejército. Probablemente Lee Loughner es otro lunático obsesionado con la gramática inglesa, el mesianismo religioso y el deseo de controlar a otras personas al tiempo que levantan sus armas contra el control del Estado y en nombre de la libertad individual.

El recelo hacia el poder omnipresente del Estado estaba en la concepción de los fundadores de Estados Unidos. Era parte de un experimento radical, iluminista, democrático, que hacía realidad las ideas utópicas más revolucionarias de la Europa del siglo XVII. Pero ya se advierte más de un siglo antes de 1776, en 1620, por ejemplo, con la llegada anárquica del mítico Mayflower, con una posterior colonización que no se subordinaba a la monarquía británica como se subordinaba la colonización española.

Siempre he sospechado que la cultura del automóvil en Estados Unidos tiene su explicación en esos momentos fundacionales, siglos atrás.

También, podemos conjeturar, la obsesión por las armas de las sectas conservadoras. En su origen el derecho a portar armas y a organizar milicias era un derecho constitucional contra el posible despotismo del nuevo estado americano. Poco a poco se convirtió simplemente en una obsesión deportiva, unas veces, y abiertamente criminal, otras. En este último caso, no es casualidad que las víctimas han sido representantes de los sucesivos gobiernos americanos, famosas o casi anónimas para la historia.

Ello explica, a mi forma de ver, por qué una sociedad donde la violencia civil es muy baja en comparación a otros países, periódicamente reincide con actos de magnicidio como los del sábado 8.

Algunos críticos han acentuado su foco en el tono violento que está tomando la política norteamericana. (Abría que aclarar que se deben estar refiriendo a la política interna). En todo caso no deja de ser extremadamente significativo el hecho de que la más inocente de todas las víctimas, la niña que murió en el tiroteo, había nacido el 11 de setiembre de 2001”.

Jorge Majfud. majfud@gmail.com

Jacksonville Univeristy

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